Austral Comunicación
ISSN(e) 2313-9137
Volumen XI, número 1 - Junio de 2022.
Ana Jorge Artigau
Facultad
de Comunicación, Universidad Austral, Buenos Aires.
ajartigau@gmail.com
ORCID: 0000-0002-6672-2458
Fecha de finalización: 1 de marzo 20222.
Recibido:
11 de mayo de
2021
Aceptado:
17 de mayo de
2022.
DOI: https://doi.org/10.26422/aucom.2022.1101.jorg
Resumen
El objetivo del presente artículo es estudiar la
influencia que Gregory Bateson tuvo en la obra de Eliseo Verón. El análisis se hará a partir de cómo el semiólogo retoma en sus textos
a este pensador de la cibernética.
Entender la creatividad a partir de las ideas, en vez de los individuos,
permite entender la complejidad del concepto y el carácter participativo que
distintos pensadores desempeñan en el proceso. Se buscará indagar tanto sobre las
similitudes como las diferencias para poder documentar el pasaje de una perspectiva
ecológica a la semiosis social. Para cumplir este objetivo, primero se explicará
la perspectiva de la biografía de la idea y se hará un resumen de las obras
centrales de ambos autores. En segundo lugar, se explicarán los puntos de
coincidencia que radican en la comunicación interpersonal y los puntos de
quiebre que parten del concepto de “mente” y de “observador”. Por último, se
explicará cómo emerge el modelo de la semiosis social. Si bien ambos autores
conocen los Pasos hacia una ecología de la mente, cada uno ha encontrado
su propio estilo.
Palabras clave: biografía de la idea, ecología de la mente, mente,
observador, semiosis social.
Abstract
The goal of
this article is to study the influence of Gregory Bateson on the work of Eliseo
Verón, focusing on how the Argentine semiotician picked up the conceptual
threads left behind by the British cyberneticist. By understanding creativity
through ideas — rather than through individuals — we can grapple with the
complexity and the participatory character of the creative process. In what
follows, we will look at the similarities and differences in the works of
Bateson and Verón, documenting the transition from the former’s ecological
perspective to the latter’s social semiosis. First, we will describe what a
biography of an idea entails, and summarize the main texts of both authors.
Then we will explain how Bateson and Verón agree on interpersonal communication
and disagree on the concepts of “mind” and “observer.” Finally, we will chart
the emergence of the social semiosis model. Although both authors took steps
toward an ecology of mind — to paraphrase the title of Bateson’s famous book —
both followed their own path to that goal.
Keywords: biography of an idea, ecology of
mind, mind, observer, social semiosis.
Resumo
O objetivo do presente artigo é estudar a influência que Gregory Bateson teve na obra de Eliseu Verón. A análise será feita a partir da retoma que o semiólogo faz em seus textos do pensador cibernético. Compreender a criatividade a partir das ideias, em vez dos indivíduos, permite compreender a complexidade do conceito e o caráter participativo que diferentes pensadores desempenham no processo. Procurar-se-á investigar tanto as semelhanças como as diferenças para poder documentar a passagem de uma perspectiva ecológica à semiose social. Para cumprir este objetivo, primeiro será explicada a perspectiva da biografia da ideia e será feito um resumo das obras centrais de ambos os autores. A segunda parte do artigo explicará o acordo que ambos compartilharam com relação à forma como a comunicação se desenrola entre os indivíduos e os pontos de dissonância no conceito de mente e do observador. A última parte do artigo será dedicada a entender o modelo de semiose social e as ideias por trás dele. Mesmo quando ambos os autores sabem como fazer os passos para a ecologia da mente, cada um deles encontrou seu próprio bosque em sua jornada.
Palavras-chave: biografia da ideia,
ecologia da mente, mente, observador, semiose social.
En Fragmentos de un tejido (2004), Eliseo Verón explica que “el poder de un discurso puede estudiarse únicamente en otro discurso que es su ‘efecto’” (p. 48). Los textos circulan de manera autónoma a su creador, persisten en el tiempo y promueven que esa exteriorización de procesos cognitivos subsista a su autor. Por eso, cuando estudiamos un texto, su impacto no necesariamente depende del producto y/o productor, sino de las posibles referencias que otros textos puedan hacer de esas ideas. Verón usaba el concepto de “retoma” para ilustrar este punto que describe en una dedicatoria en el libro Sobre lo televisivo (Carlón, 2004). La retoma implica un balance perfecto entre la cita textual y la capacidad de parafrasear de tal forma que el resultado sea un aporte al campo del conocimiento.
De manera similar, la biografía de la idea permite realizar una construcción del desarrollo de la idea a lo largo del tiempo enfatizando la red de individuos, los ambientes y la tecnología que permiten desarrollar cómo esa idea se integra al mundo. En la actualidad, ya no se piensa la creatividad encapsulada dentro de la mente de la persona, sino como parte de un sistema en el que el individuo es partícipe (Hanson, 2015). Es decir, se entiende que el individuo piensa dentro de un mundo, en conversación con otros y a partir de la interacción con los materiales que lo rodean. Esta perspectiva se conoce como “el paradigma participativo”. Edward Clapp (2014) desarrolla su teoría dentro de esta visión de la creatividad llamada “la biografía de la idea”. El aspecto más original de su contribución tiene que ver con centrarse en la idea como unidad esencial de análisis en vez de la vida de un individuo. Esta perspectiva nace dentro de un paradigma participativo de la creatividad que promueve una concepción distribuida del pensamiento que no puede contenerse en la mente del individuo (Hanson, 2015). Edward Clapp (2016) es uno de sus suscriptores.
Dentro de este contexto, la idea pasa a ser un fenómeno social que reúne a más de un individuo. A su vez, no debe ser vista como un producto terminado, sino más bien como la iteración de un concepto que se encuentra en constante transformación. La creatividad puede ser entendida como un fenómeno de aprendizaje en el que los individuos adquieren las unidades mínimas de información que la cultura les ofrece. A su vez, tal como explica Clapp (2016), no hay un requisito de eminencia con respecto a la idea a estudiar: se puede estudiar el gran invento del siglo XX o la idea desarrollada en un aula de preescolar.
El objetivo es comprender el desarrollo de la
idea en el tiempo y en el espacio en vez de reducirnos al producto final. Aplicar
la perspectiva de la biografía de la idea implica un cambio en el foco de
estudio, ya que se busca estudiar y documentar la idea y no la persona. Esto quiere decir que en vez de contar
la historia de un individuo y la forma en la que organizó su trabajo, se busca
contar la historia de una idea y cómo se fue transformando con las distintas
personas involucradas en su desarrollo.
Al ser una visión más extendida del proceso, se puede visualizar el aprendizaje que los individuos realizan en los distintos roles que asumen dentro del grupo. La cultura provee la materia prima para las ideas, que siempre deben surgir de lo que ya existe. Es importante tener en cuenta que los roles que los individuos asumen no son fijos y que pueden ir cambiando en distintos momentos del desarrollo de la idea. En conclusión, implementar la biografía de la idea nos permite concentrarnos en las ideas de los pensadores estudiados en el presente artículo y la forma en la que se relacionan.
Para entender la creatividad hay que considerar los pasos de la evolución y no solamente el producto final. La creatividad puede ser entendida como un fenómeno de aprendizaje en el que los individuos adquieren los memes que la cultura les ofrece. Es en las ideas donde encontramos el qué y el dónde de la creatividad. El cuándo es más difícil de determinar, dado que implica más de un momento en el que se puede ver el proceso de la idea hasta materializarse. Siempre es importante tener en cuenta que no hay una sola forma de ser creativo, sino una multiplicidad de formas de participar.
Aplicar la perspectiva de la biografía de la
idea implica un cambio en el foco de estudio, ya que se busca estudiar y
documentar la idea y no la persona. Esto quiere decir que en vez de contar la historia de un individuo y la
forma en que organizó su trabajo, se busca contar la historia de una idea y cómo
se fue transformando con las distintas personas involucradas en su desarrollo.
El objetivo, entonces, es poder comprender cómo evolucionan las ideas de Bateson a Verón: entender cuáles son las ideas que Verón retoma de Bateson y cómo las desarrolla en su propio corpus.
Cronológicamente, el punto de partida es Pasos hacia una ecología de la mente (Bateson, 1972). La importancia de este texto radica en el hecho de que condensa una gran parte de las obras de Bateson y deja en evidencia su camino intelectual. Tal como el mismo autor lo explica en la introducción, el libro resume sus trabajos, escritos en el lapso de 35 años, que son la base para mostrar una nueva forma de pensar. Dentro de este contexto, la ecología debe ser pensada como un estudio relacional de ideas que permite apreciar su supervivencia dentro del sistema estudiado. El texto es un mapa perfecto de la forma en la que pensaba Bateson. En primer lugar, porque el primer capítulo consta de los metálogos que Bateson usó como punto de partida para inspirar sus ideas. Vale la pena aclarar que los metálogos son conversaciones hipotéticas que Bateson mantiene con su hija. El objetivo es poder jugar con sus ideas sin tener que sentirse apresado por rigores académicos o sus propios hábitos. Este proceso conversacional está insertado en la primera parte del libro con el fin de materializar el proceso de pensamiento característico de Bateson. Es una forma muy concreta de invitar al lector a entrar en los patrones cognitivos del autor.
El texto en la línea de llegada es La semiosis social, 2. Ideas, momentos, interpretantes (2013), que fue lo último que escribió Eliseo Verón antes de fallecer al año siguiente. Este libro es diferente a Pasos… en cuanto al momento de publicación dentro de la vida de cada autor. Sin embargo, en ambos casos, el desarrollo de los textos les permite a los autores sintetizar y sedimentar el trabajo realizado hasta ese momento. De hecho, Bateson (1972) hace referencia a esta cuestión en la introducción cuando explica que un explorador trabaja sin rumbo hasta encontrar su descubrimiento. El proceso sucede de forma inconsciente a partir de la intuición (p. xxiv). En el caso de Verón, el libro también engloba una complejidad similar. Verón decide titular su obra La semiosis social, 2… en alusión a un libro anterior que estaba basado en su tesis doctoral. Los 25 años comprendidos entre un trabajo y otro le permitieron redescubrir la forma de complejizar lo escrito anteriormente. Si bien su búsqueda no implica una determinada cantidad de pasos a seguir, siente que la evolución de sus ideas lo acercó a descubrir la puerta a una nueva forma de pensar. Estudiar el proceso de la semiosis social en un lapso de tiempo mayor que en el primer libro le permitió complejizar su perspectiva y plantear nuevas inquietudes para el campo de la comunicación.
La semiosis social, 2… es también un fiel reflejo de la forma en la que Verón presentaba su pensamiento. Los capítulos están divididos en tres partes que responden a una lógica peirceana: ideas (primeridad), momentos (secundariedad) e interpretantes (terceridad). Leer el libro de principio a fin implica un camino incremental hacia un mayor grado de complejidad. Los primeros capítulos son la introducción a distintos autores que fueron vitales no solo al desarrollo de la semiosis, sino también a los autores más influyentes para Verón. Dentro de este apartado, Bateson y Peirce tienen sus capítulos exclusivos. A su vez, también se discute el desarrollo evolutivo del ser humano en contraposición con el dualismo cartesiano. Estas ideas son desarrolladas en la segunda parte, en la que se ponen en relación las ideas discutidas con distintos momentos del desarrollo de la historia de la comunicación. La tercera parte condensa ese encuentro entre la teoría y el empirismo con el fin de elucidar una cierta lógica que resuma los “procesos de producción, circulación y reconocimiento en los que consiste la dinámica histórica de la semiosis, procesos no lineales de un alto grado de complejidad” (Verón, 2013, p. 19). Entender la división de estas secciones es central para ver cómo conceptualiza Verón su propio trabajo a lo largo de su vida.
Estos dos textos son evidencia ineludible de la estrecha relación que existe entre Verón y Bateson. La teoría de Bateson dentro de los textos de Verón (2013) es una parte fundamental de sus comienzos, más concretamente en sus estudios sobre psiquiatría social. Sin embargo, las influencias de un autor sobre otro sobrepasan una influencia específica, dado que Verón encuentra en la teoría de Bateson puntos en común con los temas que estudia en el resto de sus escritos. Por ejemplo, Verón recurría al criterio de Bateson para explicar una perspectiva interindividual de la comunicación. Dentro de esta perspectiva más micro del fenómeno se hacía referencia a la importancia de diferenciar el comportamiento del contexto, el rol del observador en el proceso de la comunicación y la distinción entre la información del comportamiento y la información del contexto. El punto de quiebre entre ambos autores surge cuando Bateson intenta aplicar las ideas anteriormente mencionadas a una escala macro que supera las relaciones interindividuales de las personas. Gran parte del problema surge a partir de ciertas inconsistencias en las ideas de Bateson, que serán explicadas posteriormente en el artículo, las cuales se desprenden del concepto de “mente” que promueve en sus textos. Estos temas retomados por Verón serán nuestro punto de partida para poder estudiar los textos de ambos autores, ver de qué manera evoluciona la argumentación con respecto al concepto de “mente” y cómo Verón arma su teoría a partir de la discordia planteada.
Ya es sabido que Verón (2013) valoraba la teoría de Bateson para entender las relaciones comunicacionales a una escala micro. Este hecho lo podemos ver a partir de dos cuestiones: la categorización de las relaciones simétricas y complementarias y el fenómeno del doble vínculo.
Bateson (1972), en su rol de observador, considera que solo puede estudiar relaciones en vez de cosas. De hecho, a diferencia del mundo de la física, reconoce que en el campo de la comunicación se insiste en examinar las metarrelaciones en vez de los objetos (p. 250). Una de las formas de estudiar las relaciones sociales entre grupos es a partir del concepto de schismosgenesis. Dentro de este contexto, encontramos las relaciones complementarias y las simétricas (Bateson, 1972, p. 67). Por un lado, las relaciones simétricas son aquellas en las que el individuo B le responde al individuo A replicando su respuesta original. Un ejemplo es cuando una persona le sonríe a otra que le sonrió en primero. Por otro lado, las relaciones complementarias son aquellas en las que si bien B responde de manera diferente, existe una relación de reciprocidad entre ambas acciones. Por ejemplo, A adopta una actitud sumisa ante la orden de B.
La definición de estos tipos de relaciones ocupa un lugar central en el capítulo llamado “El cuerpo reencontrado” dentro de La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad (1993). Es importante tener en cuenta que este capítulo implica la reescritura de un texto anterior llamado “Cuerpo significante” (1988). Más allá de los diferentes enfoques teóricos en cada uno de los casos, es importante señalar que Peirce solo aparece mencionado en la última versión, mientras que Bateson forma parte de ambos textos.
En este capítulo, Verón (1993) cita a Peirce para explicar que “el nivel de funcionamiento indicial es una red compleja de reenvíos sometida a la regla metonímica de la contigüidad […] El pivote de este funcionamiento, que llamaré la capa metonímica de producción de sentido, es el cuerpo significante” (p. 141).[1] Es dentro de este contexto que la categorización conceptualizada por Bateson resulta importante. Verón (1993) aplica estos conceptos al desarrollo del ser humano. Inicialmente considera que, en la niñez, el ser humano se relaciona con su madre bajo una lógica de complementariedad. A medida que va creciendo, surge la lógica simétrica y es allí donde “la red de los cuerpos actuantes se vuelve multidimensional” (p. 143).
Comprender estas cuestiones es importante para poder entender el proceso por el cual la materia significante adquiere sentido y forma parte de nuestra cultura (Traversa, 2015). Verón parte de la categorización de Peirce que diferencia iconos, índices y símbolos. Estos son los tres órdenes fundamentales de la significación: las palabras del lenguaje (símbolo), la imagen del orden analógico (icono) y el contacto que opera por la confianza (índice). Si se compara la historia de la mediatización con respecto al desarrollo ontogénico de la especie, se puede llegar a la conclusión de que el recorrido es inverso. En el caso del humano, tal como fue mencionado en el párrafo anterior, el niño se desarrolla inicialmente por contacto directo con su madre, como un índice. A medida que va creciendo, puede diferenciar la imagen de su madre con respecto a la suya. En esta etapa, el énfasis radica en la imagen icónica. Por último, aparece la adquisición del lenguaje, que tiene que ver con alcanzar la capacidad de producción simbólica del sentido. La historia de la mediatización, tal como es narrada en La semiosis social, 2…, parte de la escritura en la que el símbolo predomina. La introducción del cine y la fotografía irrumpen el reinado del texto y marcan el inicio del predominio icónico. Por último, la televisión es la que remite al índice a partir de su capacidad de contacto. El eje de la mirada en los noticieros televisivos funciona como un eje conector entre el periodista y el televidente. Este fenómeno es conocido como eje y-y, ojos en los ojos, que se conecta directamente con la primera etapa de contacto entre un bebé y su madre.
Dentro de este contexto, el doble vínculo es un fenómeno que ambos autores han estudiado de manera exclusiva. La originalidad del concepto tiene que ver con el planteo de que la patología que sufre una persona no es algo que pueda estudiarse de forma individual, sino a partir de las relaciones que establece con otros. La persona se encuentra en un contexto en el que, independientemente de lo que haga, no puede ganar (Bateson, 1972, p. 201). El problema es comunicacional, dado que la persona en cuestión no posee la habilidad para poder distinguir las señales que le permiten calificar y entender el contexto en el que se encuentra (p. 194). Verón retoma este mismo concepto y escribe Comunicación y Neurosis en 1970 junto con Juan Carlos Sluzki. La intención de Verón fue justamente extender los avances realizados por Bateson en el campo de la psiquiatría social al campo de la comunicación. De hecho, Bateson supo del escrito en el contexto de una entrevista (Birdwhistell, 1994, p. 307) y estaba a favor del esfuerzo realizado por Verón y Sluzki de extender el concepto más allá del campo de la psiquiatría.
En los comentarios finales del capítulo “Patrón de las relaciones”, Bateson (1972, p. 339) especifica que la esquizofrenia, el deuteroaprendizaje y el doble vínculo son cuestiones que exceden al campo de la psicología y el individuo. Forman parte del sistema ecológico de ideas. De hecho, más adelante, Bateson (1991, p. 125) define la esquizofrenia como una metáfora para describir situaciones en las que parece no haber escapatoria del paradigma mental adquirido. La persona se encuentra atrapada entre ideas contradictorias en las que, independientemente de qué decida hacer, no puede ganar. La forma de salir de la encrucijada implica un cambio en la forma de entender el problema. Para Bateson (1972), aprender implica cambiar. Organiza su pensamiento en niveles que tienen distintos grados de abstracción. En un nivel encontramos ideas; en otro, teorías; y en otro, paradigmas. Ocasionalmente, los dobles vínculos solo pueden solucionarse en un nivel de abstracción superior al que estamos, por lo tanto, a veces cambiar nuestras ideas o teorías sobre el problema puede resultar insuficiente y se debe considerar un cambio de paradigma para solucionar la contradicción. Cuando se aprende, según la perspectiva de Bateson, se cambia la forma de entender. Ese cambio puede impactar en distintos niveles de abstracción, ya que se puede cambiar de idea, teoría y/o paradigma. Bateson (1991) explica que el entretiempo entre una concepción y otra puede llevar a una situación similar a la de doble vínculo. Es entonces cuando un mayor nivel de abstracción y la creatividad son aspectos necesarios para poder salir del círculo vicioso que genera el doble vínculo. Nora Bateson (2011), su hija, definía esta postura de Bateson como su imperativo creativo que le permitía escapar de la fantasía de pensar linealmente un mundo circular. La clave es poder cambiar nuestra forma de pensar y, para ello, es necesario llegar a un nivel más abstracto de pensamiento en el que logremos reflexionar sobre la manera en la que pensamos. Por ello, dentro de este contexto, aprender implica adquirir la capacidad de cambiar.
Cuando Verón les explicaba a sus alumnos su predilección por la perspectiva peirceana por sobre la saussureana, describía una transición similar a la que hacía Bateson. Su experiencia le demostraba que cuando uno trata de extender el modelo binario de la lengua a otros fenómenos, como los discursos sociales, se puede entrar en crisis. Por ejemplo, cuando mencionaba a Metz, explicaba la dificultad que tenía de aplicar una perspectiva binaria al cine. Surgían preguntas como ¿dónde está el código en el cine? Verón era consciente de que el estudio de la lengua no le permitía ir más allá del nivel de la frase. La única forma de dejar de experimentar esta condición fue gracias al descubrimiento de un modelo tríadico, cuya perspectiva le permitía al semiólogo conceptualizar los discursos sociales desde una perspectiva no lineal.
Una de las formas en las que Bateson introduce
el concepto de “mente” tiene que ver con el desarrollo de la teoría de la
evolución. Bateson (1972, p. 433) explica que la teoría de Lamarck fue
revolucionaria en el sentido de que permitió invertir la taxonomía anterior al
argumentar que se necesitaba partir de la infusoria para llegar a entender la
evolución del humano. De esta forma, la teoría de la evolución debe explicar el
desarrollo de la mente como parte de su programa. Antes, la mente era la
explicación del mundo biológico, dado que se consideraba al hombre en una
categoría separada. Cuando el hombre pasa a ser un integrante más de los seres
vivos, hay que proveer una explicación para el surgimiento y desarrollo de la
mente humana. La cibernética es la plataforma perfecta, según el autor, para
poder empezar a discutir la mente que había sido ignorada desde 1850.
La metáfora elegida para poder explicar la mente surge de su famosa explicación de la diferencia entre el mapa y el territorio. Se parte de la idea de que el mapa es diferente del territorio. Para poder entender la metáfora, Bateson (1972) plantea la siguiente pregunta: “¿Qué aspectos del territorio son los que quedan plasmados en el mapa?” (p. 457). La respuesta es aquello que crea diferencia: altitud, vegetación y superficie, entre otros. La “diferencia”, dentro de este marco, es un concepto abstracto que da lugar al cambio y que no puede ser localizado. De hecho, la diferencia que hace una diferencia es la base para definir el concepto de “información” en el marco de la ecología de la mente.
En Mind and Nature: A necessary unity, Bateson (1979) realiza una lista de los criterios que definen los sistemas mentales. El segundo punto resulta esencial para la discusión del presente apartado. Define a la mente como un conjunto de partes cuya interacción es provocada por diferencia. Nuevamente, en este nuevo texto, rectifica que este fenómeno no puede ser ubicado dentro del eje espacio-temporal. La dificultad de Verón radica en el lugar que ocupa el concepto de “diferencia” a la hora de definir a la mente. Tal como fue señalado anteriormente, este concepto es inmaterial por definición, ya que tiene que ver con relaciones que no pueden ser localizadas en el espacio y en el tiempo. Si seguimos este tipo de argumentación, se podría decir que Bateson define a la mente como algo diferente del cuerpo, ya que no puede ser material.
Para este autor (1972, p. 464), “mente” es un término amplio que va más allá de los límites del cuerpo. Sin embargo, esta perspectiva parece ir en contra de una declaración que realiza unas páginas más adelante (p. 470), en las que menciona que no se puede separar la mente externa de la interna o, más específicamente, el cuerpo de la mente. A su vez, el autor le alerta al lector sobre el peligro de separar el cuerpo y la mente (Bateson, 1972, p. 337): operar dentro de la lógica cartesiana nos puede llevar al extremo de contraponer a Dios con el hombre, a la elite con la gente, anteponer una raza por sobre otra o una nación por sobre otra. De hecho, para Bateson, con esta perspectiva es poco probable que nuestra especie sobreviva.
Pero ¿cómo puede plantearse una mente inmaterial en un cuerpo material? Esta es la contradicción que intenta resolver Verón. Es en este contexto en el que, según el texto que se estudie, se obtienen respuestas contradictorias. Verón (2013) define el problema de la siguiente manera:
resulta contradictorio (salvo que lo consideremos una simple figura retórica) afirmar que la diferencia no tiene localización, que está fuera del espacio y del tiempo. Sin materialización, sin registro (interno –neuronal– o por exteriorización), tal vez no haya ni espacio ni tiempo, pero tampoco hay diferencia. (p. 52)
El rol del observador es un viejo fantasma de Verón que pudo enfrentar de manera directa cuando escribió en La semiosis social, 2… La evidencia de esta obsesión está plasmada al comienzo de la introducción bajo la categoría “viejas obsesiones”, en la que se encuentran cuestiones como: “Dónde pongo al sujeto, al actor social, cómo me desembarazo de la conciencia; quién soy yo que observo, en dónde me encuentro y qué diablos estoy haciendo…” (Verón, 2013, p. 16). Este es otro eje para entender la evolución de las ideas entre Bateson y de Verón.
En el ya famoso capítulo que Verón (2013) le dedica a Bateson, la cuestión del observador queda planteada como un eje de conflicto. Señala un salto problemático que Bateson realiza entre la escritura de Naven (1958) y Mind and Nature… (1979), en la que pasa de una postura constructivista a una más cercana al realismo mentalista. Más allá de la complejidad de estos rótulos, lo importante a tener en cuenta es que el cambio de postura de Bateson implica borrar el rol que él le había asignado al observador en los orígenes académicos.
En sus comienzos, Bateson (1972, p. 161) consideraba que el observador (en su rol de antropólogo) tenía la función de encontrar el denominador común entre los fenómenos de una cultura. Este hecho requiere del antropólogo un mayor grado de abstracción y generalización. Se puede decir entonces que es el observador quien puede construir categorías de mayor nivel de jerarquía con el fin de categorizar las acciones de las personas que observa.
En contraposición, cuando estudiaba la cuestión de la esquizofrenia, la posición del observador resultaba esencial para poder comprender la conexión entre los trastornos mentales y el modelo de aprendizaje basado en los tipos lógicos. El rol del observador tiene que ver con aceptar la influencia de los tipos lógicos, aunque no pueda probar su existencia. Esta cuestión “filosófica”, según Verón (2013, p. 58), queda redefinida en la última producción de Bateson, en la que el proceso mental sufre transformaciones que dejan al descubierto la jerarquía de los procesos lógicos. Dentro de este contexto, los procesos lógicos funcionan de forma inmanente. Esa inmanencia, según Verón, reduce o anula el rol del observador.
Si bien el rol del observador aparece planteado en La semiosis social, 2…, esta cuestión ocupa un lugar importante en Papeles en el tiempo (Verón, 2011). Para poder transitar el paso de un rol a otro, Verón (2011) señala la importancia de partir de reglas de escritura que permitan demarcar la diferencia entre el rol académico y el rol periodístico. Es aquí donde Verón (2013) introduce los niveles de observación desarrollados por Niklas Luhmann a partir de una perspectiva cibernética semejante a la de Bateson. Los niveles de observación marcan posiciones que ocupan los actores dentro del seno social. Los observadores de primer grado son los actores sociales.
Nuestra naturaleza es tal que convivimos y nos observamos continuamente. Las profesiones que los actores emprenden les permiten convertirse en observadores especializados de los actores sociales. Por ejemplo, los periodistas pueden ser considerados actores de segundo grado que pueden estudiar a los actores sociales a partir de su profesión. Los observadores de primer y segundo grado pueden ser observados por actores de tercer grado. Los actores provenientes de las ciencias sociales suelen observar ambos niveles para poder decir algo sobre la realidad que estudian. Las columnas escritas por Verón son un claro ejemplo de la posibilidad de deslizarse de un rol a otro. Los ritmos de escritura están marcados por estos deslizamientos.
En La semiosis social, 2…, Verón (2013) reconoce la importancia de realizar una epistemología del observador. De hecho, el semiólogo identifica en los fenómenos mediáticos, por su autonomía y persistencia, un aspecto esencial para entender el rol del observador. La materialidad permite ir más allá de los fenómenos de observación directa, ya que lo que se estudia son “configuraciones materiales de signos” (p. 404) y, lo que es más importante aún, “las características de las huellas, es decir, la identificación de sus funciones operatorias, dependen de la posición en la que se coloca el observador” (p. 405). Más adelante, cuando se estudie con mayor profundidad el modelo de semiosis ideado por Verón, se podrá entender la importancia que este hecho implica para la distinción entre las gramáticas de producción y reconocimiento.
La construcción de la epistemología del observador le permite a Verón (2013) terminar con la división entre las ciencias y las humanidades. Al final del capítulo, llega a la conclusión de que las ciencias empíricas son tanto naturales como sociales. Su condición natural responde al hecho de que el humano evolucionado es parte de la historia natural del mundo. Es un ser más dentro del relato de la evolución. Su condición social radica en que el conocimiento que lo caracteriza es el resultado de la interacción entre los distintos tipos de observadores junto con “un dispositivo social, un contrato especifico de enunciación, institucionalizado a lo largo de la historia” (p. 418).
De esta manera, se puede llegar a la conclusión de que la cuestión del rol del observador para Verón supera los límites de una discusión netamente teórica. El pensar sobre el rol de observador implica cuestionarse su propia posición dentro del desarrollo de su teoría. Es entender que sus observaciones pueden ser realizadas desde distintos puntos de vista. A su vez, este punto será crucial para desarrollar su modelo de semiosis social y su postura con respecto a la no división del conocimiento.
Tal como se mencionó al principio, Verón
reconoce que la perspectiva sobre la comunicación micro sigue siendo un aspecto
vigente de la teoría de Bateson. El libro Pasos
hacia una ecología de la mente es, justamente, una solidificación que
permite definir las patologías originadas en la mente desde la tipología del
modelo de aprendizaje basado en la teoría de los tipos lógicos. Sin embargo, la
teoría de Bateson (1972) no se limita a estudiar fenómenos a escalas micro
únicamente, sino que también estudia los fenómenos a partir de las relaciones y
no en sí mismos. En consecuencia, cuando uno estudia un mensaje se lo debe
entender dentro de un sistema que nos obliga a verlo con un patrón propio, pero,
a su vez, respondiendo a un patrón universal. De esta forma, las relaciones
pequeñas nos permiten estudiar las grandes y viceversa. El gran acertijo de
Bateson (2011) es preguntarse sobre la naturaleza del poder de conexión entre
las cosas. Su objetivo es poder transferir sus teorías de una escala micro de
la comunicación a una macro.
Verón (2013) puntualiza que el problema surge cuando se busca ampliar lo estudiado a nivel psiquiátrico a una escala mayor denominada “ecología general de la mente”. Las inconsistencias surgen a lo largo del tiempo al comparar las ideas de Steps to an Ecology of Mind (1972) con obras posteriores como Mind and Nature… (1979) y Angels Fear (1987). El problema según Verón (2013) es que “para fundar una ecología general de la mente, Bateson tiene que ir mucho más allá del nivel microscópico del aprendizaje y el intercambio; en su perspectiva, debe ir mucho más allá de la antropología” (p. 59). Existe un conflicto entre los dos autores con respecto a la relación establecida entre la mente y la naturaleza. Bateson (1987) escribe en su último libro que la evolución biológica es el resultado de dos sistemas que se rigen por el azar: el aprendizaje (nivel del individuo) y la evolución (nivel poblacional). Para Verón no existen dos sistemas, sino uno, en el que la mente es el actor principal que aprende. La mente aprende en términos generales a partir de la experiencia de la evolución, que le permite, a raíz de la complejidad adquirida, lograr un aprendizaje a nivel individual. El gran problema que Verón no logra comprender está expresado en el siguiente reconocimiento:
Lo que es difícil de explicar es su voluntad de transformar un eventual isomorfismo entre la ontogénesis de la evolución cerebral y las leyes de la selección natural en la afirmación de que el proceso de la evolución es un proceso mental. (Verón, 2013, p. 62)
Las últimas obras de Bateson fueron escritas con la ayuda de su hija Mary Catherine, debido a la fragilidad de su salud (Charlton, 2008). Verón (2013) remarca que la falta de claridad con respecto a estos puntos es inevitable ante la ausencia del autor.
Para Verón es importante partir de una concepción no cartesiana del hombre, en la que la evolución natural marca el ritmo de cambio de todos los seres vivos por igual. También es indispensable que haya observadores que puedan encontrar las huellas materiales de las lógicas azarosas que caracterizan la realidad en la que habitamos. Es sobre esta certeza que Verón busca nuevos horizontes teóricos para la escala macro de la semiosis social.
Hay dos preguntas fundamentales que surgen en
la obra de Bateson a partir del conflicto de querer extender la escala micro de
la ecología de la mente a una escala macro. La primera tiene que ver justamente
con la posibilidad de generar un paradigma que permita explicar los fenómenos
tanto a nivel micro como macro, es decir, una teoría que posibilite hablar de
las relaciones establecidas en ambos niveles al mismo tiempo. La segunda
cuestión que queda pendiente es cómo articulamos al individuo y al conjunto social.
Podemos considerar a una parte como un miembro de un conjunto mayor o como dos
sistemas que interactúan de manera independiente. Estos interrogantes debieron de
estar en la mente de Verón (1993) cuando diseñó su modelo de La semiosis social… Más allá
de las diferencias con Bateson, Verón se mantiene fiel a una visión del campo
que se rige por la complejidad de la no linealidad, que es característica de la
semiosis.
A modo de resumen, el modelo propone una forma de abordar un texto sorteando los límites de una perspectiva saussureana. Dentro de este contexto, la semiótica es el estudio de los fenómenos sociales que producen significado. Los textos como tales son objetos que pueden abordarse de infinitas maneras. El observador debe elegir una perspectiva de estudio, ya que hay dos aspectos muy distintos que pueden estudiarse sobre un discurso. Por un lado, puede tratar de entender condiciones de generación propias del texto, que Verón (1993) define como condiciones de producción. En este caso, se estudian las características particulares del texto y el contexto que tuvo un impacto en su generación. Por otro lado, puede elegir entender el reconocimiento social del texto al abordar las condiciones de reconocimiento. En este caso, en cambio, se busca entender la percepción que los receptores tienen del texto. Dentro de este segundo conjunto, es importante considerar que hay un universo variado de respuestas a los textos en cuestión. Según Verón (2013), la función del observador es “desentrañar (re-construir) las operaciones de las que el discurso objeto solo muestra huellas” (p. 294). El análisis nunca puede cubrir la totalidad del discurso.
Es importante tener en cuenta que este modelo fue cambiando a lo largo del tiempo. El modelo inicialmente aparece en La semiosis social… (1993) de la siguiente manera:
Cuando Verón (2013) incluye el modelo en La semiosis social, 2… aparece con cierto grado de complejización:
De un modelo a otro se agregan elementos como la gramática de producción y las gramáticas de reconocimiento. El objetivo de este aspecto es mostrar la asimetría que existe de un lado del discurso y el otro. Mientras que se reconoce una única gramática de producción, hay múltiples gramáticas de reconocimiento. Esto quiere decir que en un sistema no lineal las condiciones iniciales no son suficientes para poder explicar el resultado final. O, en otras palabras, la gramática de producción no puede predecir una única gramática de reconocimiento. La no linealidad surge de la asimetría que existe entre ambas gramáticas, de esta forma, queda plasmada la complejidad que tanto Verón como Bateson le atribuyen al campo.
La pregunta restante es quiénes son los autores que ayudaron a Verón a sortear las dificultades que señalamos en este apartado. Los dos nombres a tener en cuenta son Peirce y Luhmann. A continuación explicaré de qué manera estos autores ayudan a responder los conflictos planteados y cómo se relacionan con el modelo presentado por Verón.
Por un lado, el modelo de Verón (1993, p. 132) que grafica el discurso atrapado entre las gramáticas de producción y reconocimiento está construido sobre la lógica tríadica de Pierce. Se forman dos triángulos que comparten el discurso y el objeto en cuestión. Este modelo rompe con la lógica binaria de considerar únicamente la relación que existe entre el discurso y el objeto: quedarnos con estos dos aspectos implicaría el riesgo de caer en un “efecto ideológico”. Los componentes del signo van cambiando de lugar según se consideren las gramáticas de producción o reconocimiento. La suma de ambos triángulos comporta la unidad mínima de análisis del modelo
En su último libro, Verón (2013, p. 24) dedica el primer capítulo a recorrer la obra de Peirce bajo el título “La abducción fundante”. Uno de los aspectos esenciales de la teoría tríadica es el carácter ontológico de sus categorías. Esto implica que podemos reconocer en el universo fenómenos que operan como primeros, segundos y terceros o, lo que es lo mismo, podemos decir que en el mundo hay tres cosas. En palabras de Verón (2013), la abducción fundante de Peirce “se produce inicialmente en el contexto de la lógica y la matemática, pero abarcará progresivamente todas las dimensiones del funcionamiento cognitivo como núcleo central de la semiótica” (p. 47). Se puede decir entonces que la teoría de Peirce le permite a Verón hacer el salto de una escala micro a una macro.
Para Verón, la teoría de Peirce logra sortear cualquier forma de reduccionismo. Los tres tipos de razonamientos del sistema cognitivo son: la abducción, la inducción y la deducción. El primer ingrediente suele ser el aspecto novedoso en una discusión que generalmente gira en torno a las diferencias entre la deducción y la inducción. Nuevamente, la lógica de las tríadas es la mejor manera para comprender las diferencias entre los tres términos. Verón (2013) utiliza distintos textos de Peirce para mostrar cómo se fue desarrollando esta perspectiva. La abducción tiene que ver con la primeridad que no se conecta con nada más y genera ideas nuevas de manera espontánea y, hasta se podría decir, creativa. Hay una percepción icónica que lidera este sentimiento de posibilidad. Es casi una intuición sobre el problema en el que nos encontramos. En uno de los pasajes citados en el capítulo en cuestión, Peirce contrapone la abducción a la inducción como funcionamientos de la razón que operan de manera opuesta. Si la abducción se basa en los hechos para encontrar la teoría, la inducción comienza por la teoría para encontrar los hechos. La inducción es la secundariedad que busca ese contacto que remite a una relación indicial. Se busca entender cómo son las cosas. Dentro de estos opuestos, encontramos la deducción que busca mostrar la lógica del deber ser en la que rigen los símbolos de la terceridad. La deducción responde al rigor del conocimiento. La abducción es la base de nuestros instintos cognitivos que pueden ser comprobados por la inducción y la deducción.
Dentro de este contexto, tal como explica Verón (2013, p. 27), el signo funciona como el fundamento de todo proceso cognitivo por su capacidad de transformar la existencia en sustancia. Peirce explica que entre existencia y sustancia encontramos las tres categorías del signo como camino intermedio de ese pasaje: la cualidad, la relación y la representación. Verón (2002, p. 213) reconoce que la discusión del signo es esencial dado que se habla de un “componente fundamental de toda reflexión sobre el sentido (y, por tanto, de toda reflexión sobre el pensamiento y el lenguaje)”. Verón tuvo que apelar al paradigma ternario dado que la noción de “sentido” no existe en el modelo binario. Peirce introduce al lector en una lógica de semiosis infinita dado que los tres componentes del signo son, a su vez, un signo. Esta lógica lleva a dos consecuencias (Verón, 2002, p. 217): primero, se crea una semiosis infinita, ya que se forman cadenas interminables de componentes que comportan la calidad de signo; segundo, se crea un universo cerrado, dado que el hombre es también un signo que es un componente atrapado en ese universo.
Para Verón (2013, p. 26), entender la teoría de Peirce implica desentrañar una concepción en la que se puede uniformar la divergencia del mundo a partir de una lógica común. Se trata, en esencia, de una perspectiva desde la cual se pueden comprender las escalas micros y macros al mismo tiempo. De esta manera, Verón logra no solo sortear los límites de una perspectiva saussureana, sino que, además, encuentra una solución a la imposibilidad de realizar el salto de escala desde una perspectiva ecológica.
Aparte de las lógicas triangulares, existe otra dinámica en el modelo de la semiosis social. Verón (2013) advierte esto en el rol que le adjudica al observador.
El observador está obligado a reconocer, aquí, una fuerte ruptura: cuando se reconstruye la cadena de la semiosis a partir de un punto particular, definido de una cierta manera, el eslabón anterior aparece como un dispositivo socioinstitucional, y el eslabón siguiente como los colectivos de actores socio individuales. (p. 292)
Se puede decir entonces que el desfase que produce la comunicación no lineal opera tanto a nivel individual como social. Es importante desentrañar cómo se conceptualiza la relación individuo-sociedad en este caso.
En su último libro, Verón (2013) recapacita sobre su modelo y agrega la conclusión de que “el esquema de desfase producción/reconocimiento presupone que en ambos polos de la circulación están operando lógicas cualitativamente distintas” (p. 294). Es dentro de este contexto donde hace referencia al modelo de Niklas Luhmann nuevamente. Lo novedoso de esta perspectiva es pensar a los individuos como sujetos que están por fuera de la sociedad. Siendo Luhmann parte del movimiento cibernético, el autor plantea un modelo en el que los individuos y la sociedad comportan sistemas diferentes. Ninguno es miembro del otro, sino más bien el entorno en el que cada uno se desarrolla. Un sistema es independiente de otro, aunque existe la posibilidad de intercambios entre ellos. Luhmann (1995, p. 213) define este proceso como “interpenetrabilidad”, ya que el intercambio sucede de manera recíproca: cada sistema da lugar al otro al introducir su complejidad. Hay un feedback que ocurre cuando un sistema influye en el otro. Pero, de acuerdo con la teoría, para que haya interpenetración los sistemas deben ser autopoiéticos. Esto quiere decir que ambos sistemas deben poseer la cualidad de reproducirse por sí mismos. Es por ello que Verón (2013) explica que tanto el sistema socioindividual como el sistema social son “autorreferenciales y autoorganizantes, que son autónomos en su actividad de producción autopoiética” (p. 296).
Dentro de este modelo, Luhmann (1995, p. 216) le asigna un rol central a la comunicación. La interpenetración sucede gracias al fenómeno de la comunicación. También se puede decir que cada vez que hay comunicación, hay interpenetración. Verón (2013) aporta el hecho de que la materialidad es el fenómeno por el cual podemos entender el surgimiento de un sistema social que es distinto al sistema psíquico. “La materialidad no es otra cosa que la producida por la exteriorización de los procesos cognitivos que hemos llamado fenómenos mediáticos” (p. 299). Sin entrar en la profundidad de la discusión en esta instancia del artículo, es preciso señalar que existe un punto de discordia entre Luhmann y Verón. Luhmann (1995) establece que mientras que el sistema social utiliza la comunicación para su autopoiésis, los sistemas psíquicos utilizan la conciencia. Este término, como vimos, ya fue razón de conflicto con Bateson. Verón (2013) plantea que existe la misma estructura en ambos casos y, por lo tanto, se los debe calificar de isomórficos. Su justificación radica en el hecho de que “los fenómenos mediáticos están en el origen de los sistemas sociales y no son otra cosa que la exteriorización-materialización de los procesos mentales del sapiens” (p. 301).
Partiendo del modelo de semiosis social, es posible ver cómo Verón responde a los dos interrogantes planteados a partir de la teoría de Bateson. Peirce es el ejemplo de una abducción fundante que permite hablar de las relaciones pequeñas y grandes al mismo tiempo. A su vez, Luhmann ofrece una perspectiva que explica que el individuo no es un miembro de la sociedad, sino que se trata de dos sistemas separados.
Verón y Bateson nunca se conocieron. Para
cuando el argentino llegó a la Escuela de Palo Alto, Bateson había partido a
Hawái. La única conversación posible hoy está contenida en los textos que
dejaron.
Verón reconocía en Bateson algo que le era aplicable a él mismo: una inteligencia misteriosa de carácter lúdico. El cierre del capítulo dedicado a Bateson está hecho a modo de pregunta. Una pregunta que, según Verón (2013), encierra una paradoja ahora eterna: “Si la evolución biológica tiene la misma configuración que nuestros procesos mentales, es simplemente porque esa es la única manera que tiene el cerebro del sapiens de conceptualizar su entorno como especie” (p. 63). Así, se puede decir que se pasa de un monismo extremo a un constructivismo total. Vale decir que, quizás, la supuesta postura monista de Bateson que equipara la evolución con nuestros procesos cognitivos no es algo que se desprende de una postura epistemológica de la concepción ecológica, sino más bien una limitación que presenta nuestra propia perspectiva de la realidad. Verón no solo comprende las ideas de Bateson, sino que, a su vez, comprende sus razonamientos. El desacuerdo que existe entre ambos no es suficiente para evitar que Verón recurra a un nivel mayor de abstracción con el fin de comprender por qué Bateson pudo haber equiparado la evolución del ser con el funcionamiento de la mente. Su conclusión es que quizás la clave no está en el contenido de la proposición, sino en las implicancias de nuestro limitado sistema de percepción. Hay una clara complicidad que nos lleva a pensar que Verón era capaz de razonamientos similares.
El recorrido realizado en este artículo es un claro ejemplo del camino intelectual que comparten Bateson y Verón. La biografía de la idea es un método que permite concentrarse en la efervescencia de las ideas y cómo se fueron desarrollando de un autor en otro. Conectar sus obras permite estudiar ese desarrollo. Ambos comparten una visión micro de la comunicación. El quiebre se produce cuando Bateson busca desarrollar una ecología general de la mente. Hay aspectos centrales de este concepto que resultan conflictivos: la inmaterialidad de la mente y la cuestión del observador. Si bien Verón logra esquematizar la semiosis social de forma no lineal fiel a la complejidad de la postura ecológica, debe recurrir a otros autores, como Peirce y Luhmann, para poder desarrollar su perspectiva. En definitiva, la historia entre ambos autores es una evolución intelectual que resulta de acuerdos y desacuerdos. Un camino fiel a sus estilos: complejo y, sobre todo, no lineal.
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