La periodista Aleks Krotoski, quien presentó en el año 2010 la serie “La revolución virtual” en la BBC, estuvo de visita en Argentina en la Fundación OSDE en agosto de 2012 y habló del futuro de la world wide web, su influencia sobre la construcción de nuestra identidad y la necesidad de asumir una mirada crítica que nos aleje del tecno fundamentalismo.
Por Francisco Albarello
“En sólo dos décadas la web se ha incorporado definitivamente a la trama de nuestras vidas”, dijo Aleks Krotosky al comenzar su conferencia el 23 de agosto de 2012, durante una presentación que tuvo lugar en la Fundación OSDE frente a una nutrida concurrencia de profesores, estudiantes y público interesado en el futuro de internet. El título de la disertación, “La revolución virtual: riesgos y desafíos”, nos remite inmediatamente al libro de Nicholas Burbules y Thomas Callister (2001) Educación: riesgos y promesas de las nuevas tecnologías de la información, un texto de lectura casi obligada para quienes intentamos conocer la influencia del desarrollo tecnológico en la cultura y particularmente en la educación. Como se puede ver, riesgos y promesas son dos aspectos de un mismo fenómeno y la world wide web no escapa a esa ley. Krotosky se hizo conocida aquí por el documental La revolución virtual, producido por la BBC a comienzos del 2010 y transmitido en la televisión argentina por el Canal Encuentro. Consiste en una serie de cuatro programas de una hora de duración que aborda temas tales como el potencial igualador de la web, su relación conflictiva con la autoridad del estado, la circulación de información privada en la red y la influencia de la web sobre la cultura. El documental es fruto de su tesis doctoral en psicología social y ella misma lo contó así en la conferencia: “a las dos semanas de presentar mi tesis doctoral me llamaron de la BBC para viajar por el mundo y entrevistar a gente sobre la web. Cuando luego volví a defender mi tesis me encontré con que lo que decía la gente era lo que yo había escrito en mi tesis”. En abril de 2013, Krotosky presentará su libro Untangling the web: what the virtual revolution is doing to you, lo que se traduce como “Desenredando la web: lo que la revolución virtual le está haciendo a usted”. Allí reúne las columnas quincenales que bajo el mismo título estuvo publicando en el diario británico The Observer y en el que reflexiona sobre los cambios personales y sociales que está produciendo la web.
La identidad y las redes sociales
Para Krotosky, la web está “bajo escrutinio social furioso”. Por un lado, “hay mucha gente que no quiere la web, tienen miedo porque piensan que esta tecnología nos cosifica, nos despersonaliza, que la tecnología reemplazará al ser humano”, dice. Pero a la vez, “hay quienes ven a la web como algo que sirve para desequilibrar gobiernos autoritarios”. Estas posturas nos recuerdan las clásicas posiciones a favor y en contra de todas las tecnologías y, para ejemplificarlo, Krotosky se remontó a la introducción en la sociedad de viejos medios como el telégrafo o el teléfono. Pero lo novedoso de esta tecnología, en palabras de Krotosky, es que “nunca estuvimos tan enganchados a la red como a través de las redes sociales” y esto hace que “no estemos seguros de cómo somos hasta que no choquemos con la frontera de lo que la web nos ofrece”. Aquí reside una de las cuestiones centrales que abordó esta investigadora.
Un caso paradigmático en la exposición pública de la vida privada, muchos años antes de Facebook y la explosión de la burbuja puntocom, fue el de Jenny Cam, una joven que cada 15 segundos subía a la web una imagen suya, realizando todo tipo de acciones, incluso teniendo relaciones sexuales. Para Aleks Krotosky, “nosotros hemos evolucionado para ser lo que representó Jenny en ese momento: somos voyeurs y a la vez somos mirados” y, en ese sentido, se pregunta: “en esta época donde es común subir casi todo online, donde compartimos detalles íntimos, ¿es esto una tendencia peligrosa donde quedamos estancados en un infantil “primero yo, luego yo y después yo? ¿es un peligro que otros sepan nuestra actividad o es más bien un laboratorio de nuestra identidad?”. En este punto, Krotosky acuerda con las preocupaciones de otra psicóloga, Sherry Turkle (2011), quien en su último libro Alone together: why we expect more from technology and less from each other” (ver reseña en el número actual de Austral Comunicación) reflexiona sobre la influencia de las tecnologías actuales en la conformación de la identidad y el modo de relacionarnos con nuestros semejantes. Pero más allá de este planteo, el punto al que quiere llegar Krotosky es que como estamos “totalmente enmarañados con la web” el árbol no nos deja ver el bosque, ya que “tenemos tanto miedo de lo que nos va a hacer a nosotros y a nuestras instituciones que nos olvidamos que tenemos el poder de delinear la tecnología y las instituciones sociales con ella”, sostiene. Y en este punto, para Krotosky, lo particular que viene a aportar la web —vista en una línea de evolución luego del telégrafo y el teléfono— es que “promueve la autopublicación, permite que se conecten ideas orgánicamente; lo que hacemos cuando interactuamos en la web es ser interlocutores con las instituciones; es una plataforma para la economía, el trabajo y los sistemas educativos”.
Sin embargo, si bien para Krotosky “nuestro mundo ha caído en la telaraña de la web”, estas ideas no son suficientes para cambiar el mundo. Es por eso que ha analizado la manera en que la web no nos ha transformado: “lo que descubrí es que nosotros importamos nuestros sistemas sociales a la máquina para superar las deficiencias de la web, porque es una sistema binario con punto de vista categórico. Exponiendo quiénes somos y qué hacemos podemos aprender más de nosotros mismos”, afirmó. Aquí se puede ver, según Krotosky, la manera en que podemos orientar la web en orden a desarrollar nuestra vida, a la vez que reconocemos cómo la misma red está influyendo sobre el modo en que la vivimos.
Google y la no neutralidad de la web
En otro tramo de su conferencia, Krotosky se refirió a un tema que merece nuestra atención: la relación entre la tecnología y el poder. “La tecnología de la web va a impulsar nuestro futuro y a tratar de replicarnos por completo —dice Krotosky—. Pero no como se ve en Blade Runner (Ridley Scott, 1982), sino que va a proporcionar un servicio a las necesidades humanas basada en nuestros intereses y en cómo interactuamos en el ciberespacio”. En ese sentido, la investigadora citó un libro de Rebecca McKinnon, Consent of the networked: the worldwide struggle for internet freedom, donde se plantea que si bien nosotros tenemos idea de cómo se maneja el poder en el mundo físico, no sabemos cómo es en el mundo virtual. “No pienso en el poder cuando me conecto con amigos en el Facebook, sin embargo pensamos en el poder de las relaciones entre nosotros y las personas con las que nos queremos conectar”, afirmó Krotosky, para luego ir al nudo del problema: “no pensamos en el poder que generan las tecnologías; estas están teñidas por las ideologías del contexto donde son creadas, un mundo muy pequeño, una burbuja que está al norte de California, el Sillicon Valley”. Y continúa: “la tecnología no es ni buena ni mala, tampoco neutra. Quizás las personas que están detrás de las máquinas no son conscientes de esto, pero todos están utilizando sus agendas para establecer su status quo”. Krotosky aquí estableció una posición: no busca ser una “conspiradora” sino más bien una “usuaria crítica de la tecnología”. Estos planteos nos recuerdan a aquellos que desde una perspectiva latinoamericana hizo hace algunos años Aníbal Ford en La marca de la bestia, cuando en 1999 advertía que tanto en los buscadores de internet como en las enciclopedias en CD-Rom pesaba la “hegemonía ideológica/clasificatoria de los Estados Unidos” (Ford, 1999: 119).
“Me da la sensación que la gente avanza hacia el tecnofundamentalismo, reflexionó Krotosky. Más que pensar en cómo debería ser de otra manera, le damos a la máquina demasiado y perdemos poder. Creemos que la máquina nos da lo que estamos buscando y no hacemos clic en demasiados botones”, sintetiza. Esta preocupación por cómo funciona la máquina parece ser —para Krotosky— un antídoto para el tecno fundamentalismo: “Tenemos que entender cómo está construido el ser humano con las tecnologías que utilizamos; los desarrolladores derivan sus percepciones del amor, la identidad, la política en base a sus creencias y experiencias, porque eso es lo que somos”, sostuvo. Y aquí la columnista del Observer dedicó buena parte de su disertación al buscador por antonomasia: Google. “Google rastrea nuestras fantasías para darnos a nosotros lo más relevante; la gente hace preguntas que nunca imaginaría”, sostuvo. “Lo que quiere Google es ser el director de nuestros sueños”, aventuró. “Google imperceptiblemente se metió en la trama de nuestras vidas. Con todos estos datos aparentemente desconectados y efímeros, entrega a la persona un valor humano: esto es relevante, te dice, esto es lo que estás buscando, esta es la respuesta a tu pregunta y todo el mundo se va contento: ¡gracias Google!”.
Si bien aclaró que ella no se considera anti Google —dado que es una de las fuentes de financiación de sus investigaciones—, Krotosky apuntó también a la utilidad que ofrece el buscador al hacer a la información universalmente accesible y confiable: “su capacidad de entregar algo útil es lo que los hace líderes del mercado, sostuvo Krotosky. Parece que han logrado entender lo que nosotros queremos, pero lo útil es, de acuerdo con su algoritmo, a la cantidad de veces que los usuarios hacen clic para buscar información y si la misma viene de una fuente. Ellos hicieron esto de un modo muy transparente, pero Google no nos da información independiente, porque se aplica la definición de cyborg: filtra nuestros problemas, necesidades e intereses a un nivel sorpresivamente básico”. Esta crítica profunda del algoritmo de Google también apareció en el tan comentado libro de Nicholas Carr: Superficiales, lo que internet está haciendo a nuestro cerebros” (2011), donde el autor responsabiliza al buscador de hacernos perezosos y superficiales a la hora de buscar información. En la misma línea, Krotosky afirmó: “la inteligencia colectiva puede ser sabia o llevar al conformismo” y en ese tramo de la charla citó el trabajo de Charles Mackay Extraordinary popular delusions and the madness of the crowd, publicado originalmente en 1841, y afirmó: “Google no captura todo usted sino lo que usted interactúa y su similitud con otra persona está basada en la similitud de la interacción con el sistema”. En la misma línea de citas, Krotosky aludió al trabajo de Jaron Lanier You are not a gadget, para sostener que un diseño particular puede ser el que prevalezca sobre otros. Por ejemplo, sostuvo que “Berners Lee (el diseñador de la world wide web, quien aparece con un rol destacado en el citado documental de la BBC) creó algo para una comunidad de físicos, pero terminó siendo para todo el mundo”.
Para cerrar, Krotosky apostó al futuro y parafraseó a McLuhan (1994) “no veo que se pueda parar la web. Cuando avancemos más, ¿qué va a decir la web sobre nosotros? En lugar de preguntarnos qué nos está haciendo la web tenemos que recordar que es una amplificación de nuestras capacidades, debemos preguntarnos qué significa esto para nosotros”.