Austral Comunicación

Volumen 9, número 2- Diciembre de 2020

ISSN (I) 2313-9129. ISSN (E) 2313-9137

 

Sobre la participación digital de la juventud universitaria en Argentina: el hashtivismo y el emojivismo como estrategias de compromiso cívico

 

Raquel Tarullo

Centro de Investigaciones y Transferencia del Noroeste de la provincia de Buenos Aires (CITNoBA), Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, Universidad Nacional de San Antonio de Areco, CONICET. Instituto de Política y Gobierno, Universidad Nacional de San Antonio de Areco.

raqueltarullo@gmail.com

 

Yanina Frezzotti

Centro de Investigaciones y Transferencia del Noroeste de la provincia de Buenos Aires (CITNoBA), Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, Universidad Nacional de San Antonio de Areco, CONICET.

yfrezzotti@hotmail.com

 

Fecha de finalización: 3 de septiembre de 2020.

Recibido: 3 de septiembre de 2020.

Aceptado: 9 de noviembre de 2020.

DOI: https://doi.org/10.26422/aucom.2020.0902.tar

Resumen

Las prácticas de participación cívica se han transformado notablemente a partir del uso expandido de las redes sociales virtuales, fundamentalmente entre las comunidades juveniles, que utilizan estos espacios para socializar, pero también como fuente de información y canal de involucramiento en cuestiones de interés general. Desde el postulado teórico de Lance Bennett (2008) y su modelo de actualizing citizenship (AC), en convergencia con la propuesta de Peter Dahlgren (2018) sobre la participación en línea y su vinculación con las emociones y el afecto, este artículo indaga en las características de los repertorios de participación cívica que protagonizan los estudiantes universitarios del centro de Argentina en las redes sociales. Con base en un estudio cualitativo exploratorio realizado a través de 98 entrevistas semiestructuradas, los hallazgos de esta investigación indican que quienes dicen participar activamente en los entornos digitales lo hacen motivados por aquellas causas por las que se sienten afectados, como el feminismo y el medioambiente. Asimismo, el enojo y la agresión que observan en los debates que discurren en estos entornos desanima la intervención con comentarios y opiniones en las conversaciones en línea, a la vez que los lleva a optar por mecanismos de participación novedosos, como el hashtivismo y la compartición de emojis, práctica que hemos denominado emojivismo.

Palabras clave: participación cívica, redes sociales, jóvenes, símbolos de movilización, emociones, agresiones.

 

Digital activism among university students in Argentina: hashtivism and emojivism as strategies for civic responsibility

Abstract

Civic participation has been deeply transformed by the growing use of social media, especially among youths, who not only utilize these virtual spaces to socialize but also to remain informed and become involved in matters of general interest. This paper looks at how university students in central Argentina engage in civic participation through social media. To this end, we converge the theoretical perspective of Lance Bennett (2008) and his model of actualizing citizenship (AC) with Peter Dahlgren’s ideas (2018) regarding online participation and its links to emotions and affect. Following an exploratory qualitative study, which involved 98 semi-structured interviews, we found that those students who actively participate in a digital context do so motivated by causes that personally affect them, such as feminism or environmentalism. At the same time, they are often discouraged from participating in these online arenas by the anger and aggression they find there. As a result, many have chosen alternative modes of participation, refraining from adding their own comments or opinions in favor of hashtivism or the sharing of emojis – a practice we have termed emojivism.

Keywords: civic participation, social media, youth, symbols of mobilization, emotions, aggression.

 

Sobre a participação digital de jovens universitários na Argentina: Hashtivismo e Emojivismo como estratégias de engajamento cívico

Resumo

As práticas de participação cívica foram significativamente transformadas pelo uso expandido das redes sociais, especialmente entre os jovens, que utilizam esses espaços para socialização, mas também como fontes de informação e canais de engajamento para questões de interesse geral. Na perspectiva teórica de Lance Bennett (2008) e seu modelo de Cidadania Atual (AC), em convergência com a abordagem de Peter Dahlgren de participação online e sua correlação com emoções e afetos (2018), este artigo examina as características dos repertórios de participação cívica realizados nas redes sociais por jovens estudantes universitários na Argentina central. Com base em um estudo exploratório e qualitativo, realizado por meio de 98 entrevistas semiestruturadas, os achados desta pesquisa indicam que quem participa ativamente da esfera digital o faz motivado por causas que o afetam, como o feminismo e o meio ambiente. Junto com isso, a raiva e a agressão que essa comunidade observa nos debates que acontecem nesses contextos, desestimula a intervenção com comentários e opiniões nas conversas digitais, além de incentivá-los a escolher novos mecanismos de participação, como o hashtivismo e o compartilhamento de emojis, uma prática que chamamos de emojivismo.

Palavras chave: participação cívica, redes sociais, jovens estudantes universitários, símbolos de mobilização digital, emoções, agressão.

 


 

Introducción

La participación sobre asuntos de interés público en espacios digitales es una cuestión que continúa teniendo voces encontradas dentro de la academia, y las conclusiones a las que han arribado distintos estudios están lejos de consensuar si internet favorece o no la participación cívica y la ampliación de la esfera pública (Dahlgren, 2018). Distintos argumentos contribuyen a prolongar este escenario de discusión. Por un lado, se encuentran los académicos que sostienen que las herramientas de participación que admiten los medios sociales están más cerca de la interacción que de la expresión de un compromiso cívico (Fuchs, 2017; Gladwell, 2010; Morozov, 2011) y que, lejos de acercar a la participación en temas de agenda pública, ayudan a que los ciudadanos confundan participar con cliquear. Aquí se encuentran las investigaciones que describen a la participación en línea como un activismo de salón o slacktivism (Morozov, 2011). Por su parte, Couldry (2015) describe las prácticas de participación digital como una sumatoria de acciones individuales que llevan a la construcción del “mito de un nosotros” lejano a una acción colectiva de participación. En concordancia, Resina de la Fuente (2010) postula incluso que se podría pensar en la “muerte” de la acción colectiva tradicional, sustituida por un cierto “egoísmo solidario”, en el que actores individuales se unen en momentos concretos y esporádicos para expresar sus preferencias u opiniones, en una sociedad en la cual la fragmentación social y la disminución de las lealtades de grupo han dado lugar a una política personalizada, en la que la acción y la expresión individual desplazan los marcos de acción colectiva y limitan las causas de muchas protestas (Bennett y Segerberg, 2012).

Contrariamente a esta posición, se encuentran quienes –desde una postura tecnoptimista (Waisbord, 2015)– sostienen que la participación política se ha incrementado a partir del surgimiento y la popularización de las redes sociales, ya que estas han ampliado las posibilidades de participación en asuntos de interés público y han contribuido al fortalecimiento de una ciudadanía activa (Bailey et al., 2014; Castells, 2012; Effing, Van Hillegersberg y Huibers, 2011). A partir de las herramientas de interacción que las redes sociales admiten, tales como comentar y compartir el contenido publicado, como así también la adopción de símbolos propios de estos entornos, se ha dado lugar a nuevos formatos de participación, como el hashtivismo (Puente, Maceiras y Romero, 2019; Tarullo y García, 2020; Yang, 2016), junto con otras novedosas y mutantes formas de adherir y difundir distintas causas de interés general, tales como el uso de emojis (Cantamutto y Vela Delfra, 2020; Sampietro, Calvo y Campos-Domínguez, 2020), la circulación de estéticas narrativas propias de la cultura popular (Flores-Márquez, 2020) y la gestión y diseño de perfiles (Holt, Shehata, Stromback y Ljungberg, 2013), entre otros. En este sentido, varias pesquisas dan cuenta de una incesante transformación de los formatos de participación en línea, sobre todo entre las comunidades más jóvenes, asiduos usuarios de estos espacios para sus performances cotidianas (Tarullo, 2020a).

Dentro de estas dos miradas opuestas se registra un abanico de posturas moderadas, entre las que se encuentran aquellas investigaciones que sostienen que la participación cívica en los medios digitales solo amplifica tendencias existentes al ubicar a internet, y a las redes sociales en particular, como una extensión de la vida política que transcurre por fuera de la red (Magro, 2012). En esta misma línea, otras investigaciones dan cuenta del rol que tienen las redes sociales en la amplificación de demandas –aunque como corolario de prácticas cívicas en el espacio urbano (Margetts, Peter, Hale y Yasseri, 2016)– a partir de performances “diminutas” de participación colectiva (Tarullo, 2020b).

A pesar del uso expandido de las redes sociales en Argentina como fuente para el consumo de noticias (Newman, Richard Fletcher, Kalogeropoulos y Kleis Nielsen, 2019), los estudios recientes sobre participación política en espacios digitales son escasos (Annunziata, Arpini, Gold y Zeife, 2016; Annunziata y Gold, 2018; Rodríguez, 2019). Lo mismo ocurre en el caso de aquellas investigaciones que observan los comportamientos cívicos de las comunidades juveniles (Vázquez, Vommaro, Núñez y Blanco, 2017). La vacancia se hace aún más manifiesta respecto a los antecedentes que se focalizan en la juventud universitaria y sus repertorios digitales de participación, a pesar de ser un nicho sobre el que es preciso explorar (Domínguez Pozos, 2016). En este sentido, el siguiente estudio realiza un doble aporte: por un lado, indagar en el poco explorado mundo de las prácticas digitales de participación cívica de los jóvenes universitarios del centro de Argentina, por otro, hacerlo a través de herramientas metodológicas cualitativas. Dada la complejidad del fenómeno mutante sobre el que este estudio busca reflexionar, el dato cualitativo se vuelve esclarecedor y estratégico (Fernández Pedemonte, 2010) al permitir encontrar los hábitos y repertorios de involucramiento cívico desde la palabra de los partícipes, como así también sus percepciones respecto a las performances de aquellos contactos, cercanos o no, con los que se encuentran en sus navegaciones digitales, para así identificar el paso que lleva de la representación a la presentación (Lash, 2005) de “los discursos a las vivencias, de lo racional a lo emocional, del eslogan al testimonio” (Amado Suárez, 2013, p. 27).

Este artículo se organiza de la siguiente manera: primero se presentan brevemente las características que tiene la participación en los espacios digitales en función del enfoque conceptual abordado; luego, se explicitan estudios previos sobre la materia. En una tercera sección se explica la metodología aplicada para pasar después a los resultados. Por último, se presentan discusiones, conclusiones y reflexiones, como así también las limitaciones de la investigación.

Las redes sociales como espacio de participación cívica

El rol de internet como potencial dispositivo para la participación política y mecanismo de coordinación para la acción colectiva abre la discusión sobre el alcance del espacio digital y la posibilidad de transformar la naturaleza del involucramiento cívico, sobre todo a partir de la popularización del uso de redes sociales, ya que “la utilización de Internet para desarrollar tareas políticas o personales, o de intereses concretos, es lo que realmente genera los niveles de interacción más fuertes” (Castells, 2011, p. 9). En este espacio de las redes sociales se encuentra aquello que deja de localizarse en ámbitos públicos, para entonces mudarse al terreno de la expresión privada, individual y personal “con una gran autonomía, flexibilidad y potencial para la expresión” (Papacharissi, 2010, p. 21). Los medios online –y no los espacios offline, dice Zizi Papacharissi (2015)– son el lugar de conexión en el cual lo personal se conecta con lo político; y la persona, con la política y la sociedad, y la acción colectiva se define como una suma de actos y voluntades individuales; mientras que el espacio público se circunscribe a ser también la suma de espacios de expresión privada en los que se defienden los intereses personales (Bauman, 2012). Pero lo que para Papacharissi (2010) es el nacimiento de una esfera política privada, para Dean (2005) es la pérdida de la política propiamente dicha.

Por su parte, Dahlgren (2018) describe las prácticas de participación cívica como aquellos repertorios que generan significado personal y social para el ideal democrático –a la vez que persiguen fines colectivos– y que se caracterizan por “ser intervenciones, por pequeñas que sean, en las relaciones de poder” (p. 25) en un escenario en el que la confrontación es parte necesaria del proceso de participación (Dahlgren, 2005; Mouffe, 2013). Dentro de estas prácticas se enmarca la participación en elecciones, informarse sobre asuntos de interés general, conversar y debatir sobre cuestiones de la agenda pública e involucrarse activamente en espacios de movilización, todo en un escenario en el cual gran parte de estos repertorios se han mudado total o parcialmente al espacio digital (Dahlgren, 2011; 2018). En este modelo, esas prácticas tienen un alto componente emotivo (Dahlgren, 2018), perspectiva que concuerda con el modelo de affective publics conceptualizado por Zizi Papacharissi (2015).

Si bien la participación en asuntos de la vida pública se ha vinculado con los postulados de racionalidad y objetividad (Dahlgren 2005), en la actualidad, el giro afectivo (Richards, 2004; Thompson y Hogget, 2012) ha ganado terreno en nuevas aproximaciones teóricas y empíricas a la materia (Rosas y Serrano-Puche, 2018; Tarullo, 2018; Wahl-Jorgensen, 2019), poniendo luz sobre la función que tienen las emociones en activar y moldear instancias de participación cívica. Para Dahlgren (2018), el afecto es “la emocionalidad colectiva, dinámica que se conecta con las experiencias sociales compartidas de las personas”, que “alienta el compromiso y ayuda a motivar la participación” (p. 34). En este sentido, estudios recientes han indagado en el rol de las emociones en el consumo y circulación de noticias políticas (Wagner y Boczkowski, 2019; Wahl-Jorgensen, 2018), en el involucramiento en espacios digitales a partir de la compartición de contenidos y opiniones (Al-Rawi, 2019; Aragón et al., 2013; Tarullo, 2018) y en la activación de la participación y el compromiso cívico (Alice y Gravante, 2017; Massal, Cante y González, 2019).

En este esquema, los jóvenes abordan su compromiso cívico y su aprendizaje de manera muy diferente a como lo hacían las generaciones anteriores (Bennett, 2008; Bennett, Wells y Freelon, 2011). Por ejemplo, en lugar de asuntos tradicionales, la juventud muestra un mayor interés en temas políticos, como la calidad ambiental, los derechos humanos y la política del consumidor (Inglehart, 1977; Zukin, Keeter, Andolina y Jenkins, 2006). Schudson (1998) coincide en que la ciudadanía, en especial los núcleos más jóvenes, está actualmente orientada hacia los derechos individuales en lugar de obligaciones para la participación pública activa. Estos intereses involucran adhesiones participativas más expresivas y personales que pueden ser fluidas y cambiantes (Bennett, Wells y Rank, 2009), que admiten la participación en conversaciones y debates en el espacio digital (Gerodimos y Justinussen, 2015), la apropiación y consiguiente circulación de símbolos que pueden ser tanto herramientas que brinda el espacio digital (Tarullo y García, 2020), como así también la narrativas propias que en este entorno adquieren potente significancia de participación (Jenkins et al., 2018).

Aquí, Bennett (2009; 2011) distingue dos modelos de participación: el dutiful citizenship, vinculado a un ciudadano obediente, seguidor de normas, propio de generaciones anteriores que participan a través de instituciones ya instauradas (el partido político, la iglesia, el sindicato y otros grupos de interés), con comportamientos cívicos tradicionales como votar y seguir las noticias políticas, y el actualizing citizenship, emergido de un contexto de globalización y que va ganando terreno ante el anterior modelo en función de un ciudadano que protagoniza nuevas formas de involucramiento que transitan fundamentalmente por contextos digitales, dando lugar a una especie de continuum de prácticas participativas, en el cual resulta borroso diferenciar qué ocurre dentro y qué fuera del espacio digital. La propuesta teórica de actualizing citizenship responde a un cambio de los segmentos más jóvenes que han desplazado sus intereses, antes radicados en agrupaciones y autoridades públicas, hacia un compromiso personal con redes de pares que congregan y distribuyen información y protagonizan distintas acciones y prácticas cívicas en espacios digitales, con actitudes y expresiones políticas más emotivas y personales, con temáticas cercanas a sus intereses y expresadas entre pares (Palfrey y Gasser, 2008). En este contexto, Bennett, Wells y Rank (2009) sostienen que si se pretende que las generaciones más jóvenes aprecien la importancia del Gobierno o sigan la política en las noticias, se deben reconocer sus inclinaciones a abordar la política desde puntos de vista más personales, que permitan una mayor participación en la definición de temas, producción e intercambio de información y construcción de acciones. En este sentido, nuevas investigaciones dan cuenta de que, lejos de la desafección política (Morán y Benedicto, 2016), los sectores juveniles participan políticamente a partir de aquellas cuestiones por las que se sienten movilizados (Morán y Benedicto, 2016; Lemus Pool, 2019; Ortiz Henderson, 2019).

Juventud universitaria en línea

Estudios recientes en España (Catalina-García, Sousa y Cristina Silva Sousa, 2019; Catalina-García, García-Jiménez y Sendra, 2019) y en Colombia (Barredo Ibáñez, De la Garza Montemayor y Días, 2018) han observado una actitud positiva de los jóvenes estudiantes universitarios frente al uso de las redes sociales como instancias de participación cívica. Asimismo, los hallazgos en ambas investigaciones, junto con otra (Xenos, Vromen y Loader, 2014) realizada en Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos, fueron coincidentes: quienes dicen tener un rol activo en movilizaciones digitales y prácticas de participación son aquellos que, además, son más propensos a tener una participación en el espacio offline. Sin embargo, en contextos en los cuales existen restricciones para el pleno ejercicio de los derechos individuales y sociales, la participación offline es casi inexistente, siendo las redes sociales el espacio en el cual los estudiantes universitarios participan a pesar de los riesgos que esto supone (Elareshi, Ziani y Gunter, 2014). Es decir que, en dichas circunstancias, las formas de participación no se complementan, sino que se sustituyen (Vizcaíno-Laorga, Catalina-García y López de Ayala-López, 2019).

Otras investigaciones en México (Cerva Cerna, 2020; Galindo y González-Acosta 2013) y en Chile (Bacallao-Pino, 2016; Cabalin, 2014; Cárdenas, 2016; Torres y Costa 2012; Valderrama, 2013; Valenzuela, Bachmann y Bargsted, 2019; Valenzuela, Correa y Gil-de-Zúñiga, 2018) han concluido que las redes sociales cumplen un papel relevante en la participación política, amplificándola y potenciándola, ya que se han convertido en espacios idóneos para la expresión política y social juvenil. Asimismo, diversos análisis coinciden en destacar que la participación política juvenil se manifiesta en momentos o contextos específicos, tales como las coyunturas electorales o cuando alguna medida gubernamental los afecta como grupo, participación que no solo se muestra en los temas meramente políticos, sino también en los temas sociales y ciudadanos (Domínguez Pozos, 2016) y a partir de múltiples espacios convergentes en los que confluyen diversas y complementarias prácticas de partipacion (Lemus Pool, 2019).

En Argentina, los datos sobre la participación cívica en espacios digitales de las comunidades juveniles son escasos, y en su mayoría provienen de corrientes cercanas al activismo feminista (Elizalde, 2018; Laudano, 2018; entre otras). Un estudio foráneo realizado por el Pew Global Research Centre en Argentina reveló que, si bien relativamente pocas personas participan en otras formas de acción cívica además de votar, entre los jóvenes hay más participación, sobre todo en temáticas relacionadas con la atención de la salud, la pobreza, la libertad de expresión, la discriminación y la educación. En estos casos, las formas predominantes de involucramiento juvenil se dan a través de la publicación de comentarios en línea, sobre todo entre quienes tienen mayor nivel educativo y también muestran más propensión a participar de protestas (Wike y Castillo, 2018).

Por otra parte, sí se encuentran antecedentes locales respecto al consumo de noticias de estudiantes universitarios. En este sentido, si bien la bibliografía indica una relación sustancial entre los hábitos informativos de la ciudadanía y su participación y compromiso cívico, aún no hay datos empíricos que precisen cuál es el orden en el proceso: si la lectura de noticias de interés público incentiva la participación cívica o si esta participación es un factor necesario para preocuparse e interesarse por las noticias de actualidad (Catalina-García, López de Ayala-López y Martín Nieto, 2018).

En esta línea, resultados de estudios sobre fuentes de consumo noticioso de estudiantes universitarios del norte de la provincia de Buenos Aires indicaron que los estudiantes usan Instagram no solo para prácticas de socialización, sino también para informarse, y que suelen encontrarse con las noticias primero de forma incidental en el espacio digital para luego profundizar en aquellas que les haya generado interés (Tarullo, 2020b). Recientemente, los hallazgos de la investigación de Albarello (2020) sobre jóvenes universitarios del Aglomerado Gran Buenos Aires evidenciaron el abandono de los medios tradicionales como fuente de información y la importancia que reviste el smartphone como dispositivo de acceso a las noticias, en un esquema de pactos mutantes de lectura.

Metodología

El objetivo general de esta investigación es conocer de qué modo los jóvenes universitarios participan en redes sociales sobre cuestiones de índole pública. Para ello, nos preguntamos: ¿consideran estos jóvenes al espacio digital como lugar para la participación?, ¿qué temáticas son más convocantes para ellos?, ¿qué características tienen sus prácticas de participación digital?, ¿qué significados les otorgan a estas performances cívicas?, ¿qué particularidades observan de los debates que se desarrollan en el espacio digital?

La hipótesis que guía este trabajo es que si bien las redes sociales han colaborado en la amplificación de repertorios participativos, los jóvenes universitarios prefieren utilizar novedosas estrategias de participación digital antes que expresar de manera pública comentarios y opiniones en discusiones que discurren en el entorno digital. En este sentido, optan por mantener una actitud expectante y hasta pasiva ante esos debates, porque las conversaciones digitales con alto contenido emotivo desaniman, más que motivan, la participación a través de la expresión de comentarios y opiniones.

Para cumplir con el objetivo de esta investigación y atendiendo a que es un fenómeno poco estudiado, al menos en Argentina, se llevó a cabo una investigación de tipo exploratorio con alcance descriptivo para contar con detalle las dimensiones del fenómeno bajo estudio (Hernández Sampieri, Fernández Collado y Baptista Lucio, 2014).

Se eligió un enfoque metodológico cualitativo para abordar las características que tiene la participación de los jóvenes en el espacio digital como fenómeno social complejo. Las técnicas cualitativas pretenden recuperar la palabra de las actores (Hernández Sampieri, Fernández Collado y Baptista Lucio, 2014) para así obtener información sobre las cualidades de los repertorios de participación del grupo estudiado. En tal sentido, se llevaron a cabo entrevistas semiestructuradas por su carácter conversacional con el objetivo de generar un espacio que colabore en la interacción y comunicación de los participantes (Ozonas y Pérez, 2005).

Este tipo de entrevistas dan la posibilidad de adaptarse a los participantes y la oportunidad de motivar al interlocutor para despejar dudas respecto a sus respuestas, identificar términos y ampliar conceptos (Díaz-Bravo, Torruco-García, Martínez-Hernández, Varela-Ruiz, 2013). Aquí se utilizó una guía orientadora para los entrevistadores con preguntas exploratorias sobre la temática en estudio, que luego colaboró en la integración final como parte del proceso analítico de los resultados de las entrevistas (Valles, 1999). El guión estuvo dividido en tres secciones:

1) Características y temáticas de la participación digital de estudiantes universitarios.

2) Estrategias de participación digital de estudiantes universitarios.

3) Involucramiento digital en conversaciones y debates en redes sociales.

 

La muestra por conveniencia se diseñó con estudiantes de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA) y de la Universidad de San Antonio de Areco (UNSAdA), ya que esta investigación tiene líneas de estudio radicadas en ambas instituciones y cuenta con docentes investigadores de las dos universidades. En ellas, aproximadamente el 80% de los estudiantes proviene del centro de la Argentina. La muestra no probabilística se conformó a partir de la técnica bola de nieve y se llevaron a cabo distintas acciones para garantizar la representatividad en el género, entre las cuales estuvo armar, en una primera instancia, un conjunto por conveniencia de un alumno por cada escuela académica de la UNNOBA y por cada carrera de la UNSAdA. Esta muestra inicial fue el comienzo del muestreo lineal para acceder, de este modo, a la definitiva de n= 98 entrevistas. La mitad de los entrevistados se identificó como mujer y la otra mitad como varón, y tenían entre 18 y 24 años. La muestra fue por saturación de la información recolectada antes que por la representación del número de individuos determinados (Mejía Navarrete, 2000).

Las entrevistas fueron ejecutadas por estas autoras junto con integrantes del equipo de investigación. Se realizaron cara a cara en los espacios institucionales comunes, tales como pasillos, biblioteca, comedor y otros lugares de encuentro de la comunidad académica; fueron grabadas previo consentimiento oral de los informantes y tuvieron una duración promedio de 35 minutos. En una segunda etapa, fueron transcriptas en su totalidad por los miembros del proyecto. Para garantizar el anonimato, los nombres que se utilizaron son de fantasía.

Con la lectura de las transcripciones se empezó el análisis manual de los resultados de las entrevistas. Para ello, se escogió el análisis centrado en temas (Valles, 1999; Valles Martínez, 1999). En este sentido, Valles (1999) propone la codificación, la clasificación y la integración como etapas de tratamiento analítico del corpus, para lo cual se llevaron a cabo los siguientes cuatro pasos:

1. Se leyeron las transcripciones y se subrayaron las respuestas en relación con alguna de las tres secciones previstas en el guión.

2. Luego de esta codificación, se apartaron los fragmentos y se los clasificaron en las correspondientes secciones previstas en el guión.

3. Al material reunido en cada uno de las cuatro secciones se lo reclasificó, interpretó y se abrieron subsecciones.

4. Luego, se llevó a cabo la integración argumental explicativa para presentar la información cualitativa siguiendo una línea narrativa argumentativa.

Resultados

Los hallazgos de esta investigación serán presentados siguiendo las secciones abordadas durante las entrevistas y divididos según las subsecciones temáticas que fueron apareciendo durante el análisis de las respuestas obtenidas. De esta forma, el esquema trazado consta de los siguientes puntos:

1.      Las características y temáticas de la participación digital de estudiantes universitarios, prestando atención a:

1.1.   El uso del espacio digital para vehiculizar prácticas de participación de apoyo a causas o movimientos sociales, políticos y/o culturales.

1.2.   Las temáticas motivadoras de la participación.

2.      Las estrategias que caracterizan a la participación cívica digital mediante herramientas tales como:

2.1.   El uso de emojis.

2.2.   El uso de hashtags.

2.3.   Relación entre la participación offline y la online.

2.4.   Subir historias.

2.5.   Compartir noticias u otro contenido.

2.6.   Comentar noticias u otro contenido.

3.      El involucramiento digital en debates y conversaciones en redes sociales.

 

Características y temáticas de la participación digital de estudiantes universitarios

Si bien las redes sociales constituyen un espacio de participación en cuestiones de interés público para los estudiantes de este estudio con prácticas que muestran ciertos rasgos comunes en el grupo entrevistado, también se evidenciaron escenarios diversos y complejos relacionados con la heterogeneidad de intereses. A pesar de este esquema de diversidades que el dato cualitativo recupera, aparecen dos aspectos constitutivos de la cuestión investigada sobre la que se halló cierto grado de coincidencia: por un lado, el espacio digital es descripto como el ambiente propicio para desplegar manifestaciones de compromiso y participación cívica y, a la vez, es indicado como un marco recurrente para la confrontación, el enojo y hasta la agresión violenta de los participantes en debates y conversaciones digitales.

El bloque que corresponde a la primera sección estuvo relacionado con el uso del espacio digital para vehiculizar prácticas de participación de apoyo a causas o movimientos sociales, políticos o culturales. Los informantes reconocen que, además de ser espacios de socialización, las redes son también el lugar en el cual se informan –ya que “las noticias me buscan a mí” (Julián, 20 años, estudiante de Gestión Ambiental)–[1] y participan, aunque no profusamente, de aquellas cuestiones que les resultan cercanas a sus motivaciones personales.

 

Sí, uso las redes para expresarme, para participar en lo que me interesa. Es un buen lugar (Claudia, 22 años, estudiante de Producción Agropecuaria).[2]

Uso Instagram. Sigo a movimientos feministas ahí, a periodistas. Participo poco, miro, leo, pero me entero de lo que pasa (Luján, 18 años, estudiante de Gestión Ambiental).[3]

 

Sobre las temáticas motivadoras de la participación en línea, los jóvenes dijeron que los conmueven diversos asuntos de interés público, tales como cuestiones feministas, medioambientalistas, religiosas y educativas:

 

Uso las redes para expresarme. He puesto corazones violetas y otros símbolos en mi perfil y mis mensajes. Los uso para acompañar y para que otras personas vean que yo apoyo todo ese movimiento (Martina, 21 años, estudiante de Abogacía).[4]

Pongo corazones cuando es por causas solidarias, cuando algo me afecta, como juntar alimentos para chicos que los necesiten, junto con otros de la iglesia (Jana, 26 años, estudiante de Informática).[5]

Puse un corazón verde a favor de la legalización del aborto en Instagram y en Twitter porque me interesa mostrar mi visión acerca de eso y uno no tiene que ser juzgado, ni por tener un corazón verde, un corazón azul o el corazón del color que sea (Alicia, 19 años, estudiante de Ingeniería).[6]

Con el tema del medioambiente participo con el hashtag que se esté usando para concientizar. Ahora estoy usando #PrayforAmazonas[7] (Lorenzo, 20 años, estudiante de Gestión Ambiental).[8]

 

Las estrategias de participación digital de estudiantes universitarios

De acuerdo con las entrevistas realizadas, se encontró que los estudiantes que dijeron usar las redes para participar y promocionar causas variadas reutilizan recursos que brindan las propias redes sociales y que han dado lugar a novedosos formatos de participación y activismo digital: siguen o utilizan hashtags y comparten emojis –en especial el corazón– en mensajes y comentarios o en el diseño y gestión de sus perfiles.

Dentro de este abanico de herramientas digitales que son reapropiadas y resignificadas como símbolos de movilización y participación digital por los públicos, en especial los juveniles (Tarullo y García, 2020), en este estudio se evidenció una preferencia por la compartición de emojis. Dentro de los emojis mencionados, se destaca el corazón que, en Argentina y según su color, se asocia con la defensa de diferentes causas, en su mayoría en relación con los derechos de las mujeres. Según lo expresado en las entrevistas, el uso del emoji de corazón –como también su evasión (“Yo trato de no usarlos, porque como estamos en Argentina, ahora todo está identificado”, Lola, 20 años, estudiante de Ciencias Económicas)–[9] se da en función de la intencionalidad de opinar y expresar públicamente la postura político-ideológica de quien lo comparte:

 

Para mí es súper importante. Es muy simbólico porque creo que uno, poniendo un corazón de un color, está poniendo su pensamiento también. Creo mucho en eso; si veo un corazón celeste o verde, no es por azar que uno lo pone (María, 21 años, estudiante de Abogacía).[10]

Suelo compartir el corazón celeste con mis amigas siempre que estamos hablando de un tema religioso. Y en mi perfil de Facebook tengo la imagen del movimiento de la Iglesia (Katia, 19 años, estudiante de Enfermería).[11]

 

También otros emojis fueron mencionados como símbolos de participación: el arcoíris –por la diversidad sexual–, el sol –como apoyo al Frente de Todos, que usó este símbolo durante la campaña electoral de 2019– y los matices de colores para indicar distintas etnias o tonos de piel:

 

Uso el arcoíris cuando es el día del orgullo gay (Juan, 20 años, estudiante de Producción Agropecuaria).[12]

Cuando uso emojis que me dejan elegir colores de piel, uso los más oscuros […] porque no me siento identificada con la piel bien blanca y para apoyar a otras comunidades (Rozana, 22 años, estudiante de Ingeniería).[13]

 

El uso del hashtag también fue considerado por algunos de los entrevistados como su forma de expresar opinión y es utilizado como símbolo de participación cívica:

 

Uso hashtags sobre el movimiento social de salvar las vidas, he twitteado lo que pienso. Creo que es importante porque, de algún modo, se ve más, entonces se puede obtener más llegada a la gente (Andrés, 23 años, estudiante de Agronomía).[14]

Por ejemplo, uso #activarconciencia, o temas relacionados con la ecología, o #educación, cuando hacemos algún proyecto destinado a la educación. También usé el color azul en el mes de marzo, por el autismo. Me pareció algo lindo, todos lo estaban poniendo y me pareció una forma de inclusión y apoyo (Lola, 20 años, estudiante de Ciencias Económicas).[15]

 

El vínculo entre prácticas de participación cívica offline en diálogo con el espacio digital aparece en los testimonios como un pronunciamiento público “para que todos sepan lo que pienso” (Damián, 24 años, estudiante de Ingeniería)[16] en función de aquellas temáticas de interés general por las que los participantes se sienten convocados y afectados. En este caso, la incorporación de símbolos de activismo fue presentada por los jóvenes como parte de sus repertorios de participación sin reconocer fronteras entre el adentro y el afuera del espacio virtual:

 

Llevo un pañuelo celeste en mi mochila porque defiendo la vida y también he utilizado el mismo color en mi perfil de Instagram y WhatsApp (Pedro, 18 años, estudiante de Alimentos).[17]

Sigo hashtags relacionados con la legalización del aborto y con el Ni una menos y llevo un pañuelo verde atado a la mochila de la facultad, pero no tengo símbolos en mis perfiles. Solamente el corazón verde en algún mensaje de Facebook, más que nada (Oriana, 22 años, estudiante de Abogacía).[18]

También he usado íconos de “salvemos las dos vidas” en mi perfil y llevo un pañuelo celeste en mi mochila (Alejo, 23 años, estudiante de Agronomía).[19]

 

La participación en redes sociales adquiere otros formatos, también novedosos, que fueron presentados por las participantes como repertorios de “opinar y contar lo que pienso” a sus contactos (Facundo, 22 años, Agronomía)[20], generando material propio y haciéndolo circular en configuraciones que van en sintonía con las prácticas de socialización que caracterizan a los usos que la comunidad juvenil lleva a cabo en las redes sociales.

 

Subo historias a Instagram con temas del cambio climático. Sobre eso solamente (Mariana, 23 años, estudiante de Ingeniería).[21]

Subo contenido en mi historia de Instagram, aquello con lo que me identifico, a veces uso capturas de pantalla (Facundo, 22 años, estudiante de Agronomía).[22]

Sobre el respeto y cuidado animal; ese es mi tema para subir historias a Instagram o en los estados de WhatsApp (Luisina, 19 años, estudiante de Producción Agropecuaria).[23]

 

Otra forma que los estudiantes identificaron como una práctica de participación cívica estuvo relacionada con compartir contenido, generalmente noticioso, en las distintas redes sociales en las cuales navegan, para que, de esta manera, todos sus contactos se informen sobre aquellas noticias de la agenda pública que los participantes consideran relevantes y convocantes a sus intereses.

 

Hago capturas de pantalla y comparto en Instagram las noticias que me llegan y que les sirven a otros para que se enteren (Lorena, 19 años, estudiante de Ingeniería Zootecnista).[24]

Si la veo muy interesante [a la noticia], que me produce algo interno, que yo digo “esto lo tengo que compartir”, lo comparto y trato de enviárselo a gente que yo sé que le interesa y trato de divulgar la palabra. Lo del Amazonas, eso sí lo compartí y me resultó impactante (Beltrán, 22 años, estudiante de Sistemas).[25]

Retuiteo noticias de política que encuentro y con las que estoy de acuerdo. Pero no comento (Bruno, 20 años, estudiante de Gestión ambiental).[26]

Sí, en los grupos de WhatsApp con amigos y demás compartimos los links. Más que nada en Pergamino, sobre política, digamos, lo que esté relacionado con la parte agropecuaria o ambiental (Lorenzo, 19 años, estudiante de Ingeniería).[27]

 

El comentar contenido de interés general, en especial noticioso, es una práctica digital que la bibliografía sobre participación en espacios digitales identifica como indicador de compromiso cívico (Bennett, 2011; Dalhgren, 2011; 2018), considerando a estas performances colaboradoras de la conversación y del debate online y articuladoras de la participación en línea (Dalhgren, 2018). Los hallazgos de esta investigación dan cuenta de que estos jóvenes optan por no comentar, protagonizando, en este caso, comportamientos pasivos en los que prevalece la lectura de los comentarios de sus contactos antes que el propio pronunciamiento de opiniones e ideas.

 

No comento nunca, pero sí leo bastante los comentarios de la gente y te da una visión de lo que opina otra gente que puede tener un origen muy diferente al de uno, entonces, lo leo (Enzo, 23 años, estudiante de Diseño Industrial). [28]

No me gusta opinar, pero me interesa saber sobre ese tema qué piensan las personas. Leo dos o tres comentarios, no me pongo a leer trescientos, pero para saber si están de acuerdo o no con la noticia o con lo que se dice (Alexis, 23 años, estudiante de Agronomía).[29]

No, eso no, prácticamente nada. No agrego comentarios. A veces leo los comentarios cuando la nota es medio picante, medio polémica, que por ahí medio que la vas leyendo te das cuenta, soy de bajar hasta abajo para ver qué ponen (Ayelén, 19 años, estudiante de Patrimonio). [30]

Leo lo que otros escriben, pero no comento nunca. No escribo, no me siento cómoda. Me da cosa que me peleen (Susana, 20 años, estudiante de Administración).[31]

 

El involucramiento digital en debates y conversaciones en redes sociales

La falta de participación que se observó a partir de los comentarios registrados en esta investigación puede atribuirse a otro hallazgo: a las situaciones de agresión y hasta de violencia que los estudiantes afirmaron que caracterizan a los debates que se vehiculizan en las redes sociales y que la mayoría dijo que resuelve con un “No me meto” (Constanza, 22 años, estudiante de Informática).[32]

Con distintas variantes, en los hallazgos predominó la búsqueda de la autopreservación ante situaciones de agresión y violencia digital que gran parte de los participantes encontró en las conversaciones que transcurren en el espacio digital y sobre temas diversos, altamente polarizantes.

 

Lo veo muy personal, no me gusta, pero tampoco me quiero involucrar porque ya veo que después termino yo… Aunque no debería ser así, debería defender a la otra persona, pero… bueno (Valentina, 20 años, estudiante de Ciencias Económicas).          [33]

 

En este sentido, la principal justificación para acompañar desde la pasividad y el no involucramiento tuvo que ver con el riesgo de “empeorar las cosas” (Nicolás, 21 años, Zootecnista)[34] o de terminar, a su vez, sufriendo violencia:

 

Cuando se dicen de todo, no me gusta. Tampoco me meto porque sé que voy a ser agredida, a no ser que sea una persona conocida mía. Pero si veo el caso de gente que no conozco, obviamente no me gusta, pero no, no me meto (Marilina, 20 años, estudiante de Ingeniería).[35]

Una vez salió un tipo haciendo un comentario desagradable, tenía ganas de responderle con la mayor madurez posible. Pero lo pensé y después no quise por miedo a desencadenar una discusión o que esa persona esté medio chiflada (Damián, 25 años, estudiante de Ingeniería).[36]

 

También se esgrimieron justificativos relacionados con cierta infructuosidad para excusar la abstención a comentar y opinar: “Me callo porque sé que no voy a poder cambiar eso” (Juliana, 23 años, estudiante de Diseño).[37]

 

Muchas veces me dan ganas de prenderme. De hecho, antes me he prendido en discusiones así, a insultar, y después me di cuenta de que es totalmente en vano porque no se llega a nada (Alejo, 23 años, estudiante de Agronomía).[38]

Depende de la agresión, pero en general no me involucro. Siento como impotencia porque en el fondo uno no puede hacer nada; es meterse y probablemente no solucionemos nada (Mary, 21 años, estudiante de Abogacía).[39]

 

No obstante, en muchos casos, la posibilidad de intervención está condicionada por la gravedad de la situación, por lo afectados que se encuentren ellos mismos o por la cercanía que tengan con los protagonistas de estas conversaciones, ya que parte de estas discusiones se dan entre su red de contactos.

 

Hay varios contactos que los tuve que bloquear para que no me mandaran cosas desagradables, hay otras veces que intervengo. Por ejemplo: mis tíos se pelearon en Facebook por política y yo tipo “che, pero es política, relájense” (Katia, 19 años, estudiante de Enfermería).[40]

Siento un poco de impotencia como “por qué tanto odio, tantas ganas de afectar al resto”. Si la persona afectada es un conocido, un cercano, le hablo y le pregunto si está bien o si necesita ayuda (Alicia, 19 años, estudiante de Ingeniería).[41]

Hay mucha violencia. Me da impotencia. Lo tomo mal, pero no hago nada. Aunque nunca me tocó tan de cerca vivirlo. Seguramente me pondría peor si fuera yo u otra persona más cercana (Camila, 20 años, estudiante de Ciencias Económicas).[42]

 

En general, quienes muestran una propensión mayor a reaccionar frente a lo que consideran conflictos o injusticias en las redes son aquellas personas que también muestran mayor compromiso social, político y/o cultural offline en relación con otras temáticas.

 

Uso muchos hashtags en Twitter para apoyar el movimiento social de salvar las vidas. Porque de algún modo se ve más, entonces se puede obtener más llegada a la gente […] Sobre las dos vidas he twitteado lo que yo pienso y también participé en una marcha en mi ciudad a favor de la de no despenalización del aborto (Andrés, 23 años, estudiante de Agronomía).[43]

Sigo el hashtag de Ni una menos y uso corazones verdes y violetas en mis mensajes y perfil para que la gente vea que estoy a favor y por si alguna chica alguna vez necesita confiar algo en mí, siempre voy a estar […] También he participado de marchas y de escraches en las redes por casos de abuso y violencia de género (Lucía, 21 años, estudiante de Abogacía).[44]

 

Discusión y conclusiones

Los hallazgos de esta investigación permitieron identificar el lugar que ocupan estos entornos en los repertorios cívicos del grupo bajo estudio, como así también las temáticas y los mecanismos elegidos a la hora de pronunciarse públicamente sobre aquellos asuntos que los convocan, junto con los motivos de esas elecciones.

En una primera instancia, los estudiantes universitarios del centro de Argentina utilizan el espacio digital –más precisamente, las redes sociales– para vehiculizar prácticas de apoyo a causas o movimientos sociales, políticos y/o culturales que los convocan desde una dimensión afectiva, y en ninguna de las entrevistas se le atribuyó un lugar de menor importancia al involucramiento y compromiso cívico en espacios digitales en relación con la participación en manifestaciones en el espacio urbano. Por el contrario, se evidenció una traslación de símbolos de participación utilizados en el entorno offline al digital sobre aquellas cuestiones que los conmueven. De esta manera, el uso del pañuelo –que en Argentina tiene una historia de activismo y participación y que en la actualidad ha adquirido distintos colores en función del pronunciamiento que se quiera comunicar– reubica su significancia en el entorno digital, permitiéndoles a los jóvenes usarlo de manera indistinta en uno y otro espacio, activando repertorios novedosos de interjuegos en un continuum entre el online y el offline (Bennett, 2008; Bennett, Wells y Freelon, 2011).

En segundo lugar, y en sintonía con el modelo de actualizing citizenship (Bennett, 2008; Bennett, Wells y Freelon, 2011), los jóvenes participan en temáticas de intereses que comparten con sus pares y que circulan en los lugares donde socializan entre ellos, es decir, en las redes sociales (Tarullo, 2020a). Estos tópicos están relacionados con movimientos de derechos (feministas, de género, ambientalistas) antes que con temáticas que suelen interesar a quienes están más cercanos al modelo de dutiful citizenship (Bennett, 2008; Bennett, Wells y Freelon, 2011) y que habitualmente refieren a asuntos que emanan de instituciones formales, como los partidos políticos y las distintas instancias gubernamentales, entre otros.

En tercer lugar, encontramos que seguir un hashtag, usar un emoji y/o ilustrar el perfil con un símbolo son las estrategias predominantes para mostrar el apoyo a una causa o movimiento, mucho más que comentar o compartir noticias u opiniones. En este sentido, los recursos y las herramientas que brindan las redes sociales son reapropiadas por los jóvenes para participar activamente en estos espacios. El hashtivismo, una novedosa forma de activismo a partir del uso de hashtags, es utilizado profusamente por la comunidad estudiada. Pero dos hallazgos se suman a esta práctica que ya tiene antecedentes en la academia (Puente, Maceiras y Romero, 2019; Tarullo y García, 2020; Yang, 2016). Por un lado, un uso –aún incipiente y que puede ser objeto de investigaciones futuras– para compartir y hacer circular historias con contenido cívico, especialmente en Instagram. Por el otro, una práctica –ya más profusamente usada por la comunidad de jóvenes aquí estudiada– que denominamos emojivismo y que refiere al uso de emojis como instrumento para la participación y el activismo en entornos digitales.

Este emojivismo se nutre de prácticas pequeñas de participación, pero que encuadrarían en el modelo de Dahlgren (2005; 2011) al ser intervinientes en las relaciones de poder. Asimismo, estarían indicando una nueva etapa en las formas de participación digital, la cual no viene a reemplazar a las anteriores, sino a sumarse como repertorio novedoso de sencilla adhesión; además, circula en sintonía con prácticas de socialización. Esta cuestión le estaría ofreciendo a los jóvenes diversos matices a una participación digital que hasta ahora estuvo caracterizada y medida, en gran parte, en función de la compartición de comentarios en los debates vehiculizados en estos entornos. Sin embargo, el enojo y la agresividad observada en las discusiones digitales ha ocasionado el aislamiento de los y las encuestados/as y la migración hacia instancias de participación en las cuales se sienten más cómodos y menos intimidados.

De esta manera, la hipótesis que guiaba este trabajo se comprueba y se profundiza con ciertas especificaciones que aparecieron en los testimonios del grupo poblacional estudiado. Entonces, si bien las redes sociales han colaborado en la amplificación de repertorios participativos, el estudiantado universitario joven prefiere utilizar novedosas estrategias de participación digital antes que expresar de manera pública comentarios y opiniones en discusiones que discurren en el entorno digital. La principal causa de esta evasión radica en el riesgo de sufrir violencia en entornos digitales, mientras que la mayor consecuencia es sumarse a mecánicas de participación propias de estos entornos, como son el hashtivismo y el emojitivismo como estrategias, tal vez no tan arriesgadas (Gladwell, 2010; Morozov, 2011), pero no por eso menos francas de expresar críticas, apoyos y demandas.

Los resultados y las reflexiones aquí vertidas aportan conocimiento sobre un fenómeno poco estudiado, a la vez que dan pistas para llevar a cabo futuras investigaciones. Sin embargo, el carácter exploratorio y descriptivo de este estudio ocasiona que este tenga al menos tres limitaciones. Por un lado, la necesidad de replicar este tipo de investigaciones con poblaciones similares, pero en distintos contextos, para ampliar el conocimiento sobre la temática y llevar a cabo posibles comparaciones. Por otro lado, es preciso contar con datos que provengan de otros enfoques metodológicos, que serían de gran ayuda para comprender el fenómeno en toda su complejidad. Finalmente, una tercera cuestión está dada por el mismo objeto de estudio, que precisa actualizaciones constantes en su indagación debido a la mutación permanente de los usos y apropiaciones que los jóvenes protagonizan en las redes sociales.

 


 

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[1] Entrevista personal, realizada el 8 de agosto de 2019, UNSAdA.

[2] Entrevista personal, realizada el 7 de agosto de 2019, UNSAdA.

[3] Entrevista personal, realizada el 8 de agosto de 2019, UNSAdA.

[4] Entrevista personal, realizada el 9 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[5] Entrevista personal, realizada el 3 de julio de 2019, UNNOBA.

[6] Entrevista personal, realizada el 19 de junio de 2019, UNNOBA.

[7] Se destaca que, para mediados de 2019, cuando fueron realizadas las entrevistas, la selva amazónica se encontraba sufriendo serios incendios forestales. En aquellos momentos, #PrayForAmazonas se convirtió en primera tendencia mundial en Twitter.

[8] Entrevista personal, realizada el 8 de agosto de 2019, UNSAdA.

[9] Entrevista personal, realizada el 24 de junio de 2019, UNNOBA.

[10] Entrevista personal, realizada el 19 de junio de 2019, UNNOBA.

[11] Entrevista personal, realizada el 15 de agosto de 2019, UNNOBA.

[12] Entrevista personal, realizada el 8 de agosto de 2019, UNSAdA.

[13] Entrevista personal, realizada el 8 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[14] Entrevista personal, realizada el 7 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[15] Entrevista personal, realizada el 24 de junio de 2019, UNNOBA.

[16] Entrevista personal, realizada el 19 de junio de 2019, UNNOBA

[17] Entrevista personal, realizada el 11 de julio de 2019, UNNOBA.

[18] Entrevista personal, realizada el 11 de julio de 2019, UNNOBA.

[19] Entrevista personal, realizada el 7 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[20] Entrevista personal, realizada el 19 de junio de 2019, UNNOBA.

[21] Entrevista personal, realizada el 17 de junio de 2019, UNNOBA.

[22] Entrevista personal, realizada el 7 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[23] Entrevista personal, realizada el 9 de agosto de 2019, UNSAdA.

[24] Entrevista personal, realizada el 9 de agosto de 2019, UNSAdA.

[25] Entrevista personal, realizada el 17 de junio de 2019, UNNOBA.

[26] Entrevista personal, realizada el 8 de agosto de 2019, UNSAdA.

[27] Entrevista personal, realizada el 7 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[28] Entrevista personal, realizada el 5 de julio de 2019, UNNOBA.

[29] Entrevista personal, realizada el 9 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[30] Entrevista personal, realizada el 8 de agosto de 2019, UNSAdA.

[31] Entrevista personal, realizada el 5 de julio de 2019, UNNOBA.

[32] Entrevista personal, realizada el 5 de julio de 2019, UNNOBA.

[33] Entrevista personal, realizada el 7 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[34] Entrevista personal, realizada el 7 de agosto de 2019, UNSAdA.

[35] Entrevista personal, realizada el 24 de junio de 2019, UNNOBA.

[36] Entrevista personal, realizada el 19 de junio de 2019, UNNOBA.

[37] Entrevista personal, realizada el 24 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[38] Entrevista personal, realizada el 7 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[39] Entrevista personal, realizada el 11 de julio de 2019, UNNOBA.

[40] Entrevista personal, realizada el 15 de agosto de 2019, UNNOBA.

[41] Entrevista personal, realizada el 19 de junio de 2019, UNNOBA.

[42] Entrevista personal, realizada el 15 de junio de 2019, UNNOBA.

 

[43] Entrevista personal, realizada el 7 de septiembre de 2019, UNNOBA.

[44] Entrevista personal, realizada el 5 de septiembre de 2019, UNNOBA.