Austral Comunicación

Volumen 10, número 1- Junio de 2021

ISSN (I) 2313-9129. ISSN (E) 2313-9137

El encuadre del discurso ambientalista en la contracultura argentina desde la revista Mutantia (1980-1987)

Ayelen Dichdji

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina. Centro de Estudios de la Argentina Rural, Universidad Nacional de Quilmes.

adichdji@yahoo.com.ar

ORCID: orcid.org/0000-0003-1172-6272

Fecha de finalización del trabajo: 21 de febrero de 2020.

Recibido: 1 de julio de 2020.

Aceptado: 28 de abril de 2021.

DOI: https://doi.org/10.26422/aucom.2021.1001.dic

Resumen

El presente trabajo indaga en cómo se desarrolló el discurso ambientalista en Argentina a través del análisis de la prensa gráfica contracultural de la década de 1980. En este sentido, tomaremos como fuente de análisis la revista Mutantia (1980-1987), publicación icónica de la contracultura nacional que abarcó los últimos años de la dictadura cívico-militar y la transición democrática en el país. ¿Con qué argumentos y estructura argumentativa se presenta la problemática ambiental en el medio seleccionado? ¿Quiénes fueron los actores sociales involucrados en el proceso? ¿Qué particularidades se pueden destacar de este tipo de publicaciones? ¿Qué referencias sobresalen en la cobertura de la revista en materia ambiental? Estas serán algunas de las preguntas que guiarán el estudio con el objetivo de identificar cuál es la construcción que se hace desde la contracultura –como espacio de batalla cultural– sobre la temática ambiental en la Argentina. Nos proponemos, de esta forma, establecer un trabajo multidisciplinar que permita desarrollar una matriz teórico-metodológica integral. Por esa razón, trabajaremos con diversas áreas de conocimiento, como los estudios culturales, la comunicación, los estudios críticos del discurso y la historia ambiental.

Palabras clave: contracultura, prensa gráfica, revista Mutantia, discurso, ambiente, Argentina.

Framing the environmentalist discourse in the Argentine counterculture on Mutantia magazine (1980-1987)


Abstract

In this article, we look at how the environmentalist discourse took shape in Argentina, analyzing countercultural print media from the 1980s. We focus specifically on Mutantia magazine (1980-1987), an iconic counterculture publication that spanned the final gasps of Argentina’s last civic-military dictatorship and the first years of its subsequent democratic transition. We ask: Via what arguments (and argumentative structures) did this magazine approach environmentalist concerns? What social actors were involved in this process? What features can we highlight about such publications? What references stand out throughout the magazine’s environmental coverage? These questions will guide our study, as we seek to identify how the counterculture — as a cultural battleground — gives shape and form to the environmentalist discussion in Argentina. In doing so, we hope to deliver a multidisciplinary work that allows for the development of a comprehensive theoretical-methodological matrix. To achieve this, we will work across many fields, from cultural and critical discourse studies to communication and environmental history. Keywords: counterculture, print media, Mutantia magazine, discourse, environment, Argentina.

O enquadramento do discurso ambiental na contracultura argentina desde a revista Mutantia (1980-1987)

Resumo

O presente trabalho procura investigar como o discurso ambiental na Argentina se desenvolveu a partir da análise da gráfica contracultural dos anos oitenta do século XX. Nesse sentido, tomaremos como fonte de análise a revista Mutantia (1980-1987), uma publicação icônica da contracultura nacional, que abrange os últimos anos da ditadura civil-militar e da transição democrática no país. Sob quais argumentos e estrutura argumentativa o problema ambiental é apresentado no meio selecionado? Quem foram os atores sociais envolvidos no processo? Que particularidades podem ser destacadas nesse tipo de publicação? Que referências se destacam na cobertura da revista em questões ambientais? Essas serão algumas das questões que guiarão nosso estudo com o objetivo de identificar qual é a construção que é feita a partir da contracultura - como espaço de batalha cultural - sobre a questão ambiental na Argentina. Propomos, assim, estabelecer um trabalho holístico e multidisciplinar que permita o desenvolvimento de uma matriz teórico-metodológica integral. Por esse motivo, trabalharemos com diversas áreas do conhecimento, como: estudos culturais, comunicação, estudos críticos do discurso e história ambiental.

Palavras chave: contracultura, imprensa gráfica, Revista Mutantia, discurso, meio ambiente, Argentina.

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Introducción

La comunicación implica la construcción de sentidos que, de manera sistemática, se construyen y se negocian. La propia definición encierra una multiplicidad de significados. Como sostiene Thompson (1998), la comunicación es entendida como una actividad social que implica la producción, transmisión y recepción de formas simbólicas. En este contexto, los medios desempeñan un papel primordial al ser concebidos como un fenómeno social, cuyas formas simbólicas se plasman en contextos culturales e históricos precisos. La comunicación, por lo tanto, siempre “forma parte de contextos sociales estructurados de varias formas y que, a su vez, tienen un impacto estructural en los actos comunicativos” (p. 26). En este sentido, el proceso comunicativo resulta trascendental en la constitución de una cultura. Así, el enfoque culturalista, al decir de McQuail (1994), engloba todas las particularidades de la producción, formas y recepción de los textos, como también del discurso que los envuelve. A su vez, el autor respalda la visión de Carey (1975), para quien la relación comunicación-sociedad debía concederle un espacio primordial a la cultura. Así, McQuail (1994) definió la comunicación como: “Un proceso simbólico mediante el cual se produce mantiene, repara y transforma la realidad” (p. 158).

No obstante, resulta complejo definir el término cultura por la pluralidad de sentidos que se le ha otorgado a este término. La literatura sobre este concepto cuenta con un amplio recorrido, procedente de una diversidad de disciplinas. En efecto, se presenta como un concepto ambiguo y extenso, el cual reviste de importancia y relevancia dentro del campo de las ciencias sociales. Sin embargo, en el debate por la cultura, para Williams (2008), “la complejidad no está en la palabra, sino en los problemas que las variaciones de su uso indican de manera significativa” (p. 92). Tomaremos como parámetro la propuesta de McQuail (1994), quien sostiene que la comunicación es una condición fundamental de la cultura, puesto que ninguna cultura podría desarrollarse, sobrevivir, difundirse y tener éxito en general sin ella. Por otra parte, serán los Estudios Culturales del Centro de Birmingham los que harán hincapié en “las formas, las prácticas y las instituciones culturales y sus relaciones con la sociedad y el cambio social” (Mattelart y Mattelart, 1997, p. 71).

Hall y Jefferson (2010) vinculan los procesos comunicativos a la cultura y la identifican como “el nivel en el cual los grupos sociales desarrollan distintos modos de vida y dan forma expresiva a sus experiencias vitales, sociales y materiales” (p. 69). Por lo tanto, “la cultura es el modo, las formas, en que los grupos utilizan la materia prima de su existencia social y material” (p. 69). La cultura presenta los entramados de significados que hace asequible y descifrable el mundo para los sujetos, armonizando tanto el orden simbólico como el social. Es entendida como “un modo de vida particular y distintivo con significados, valores e ideas corporizadas en instituciones, en las relaciones sociales, en sistemas de creencias, en las buenas costumbres en los usos de objetos y vida material” (p. 69), como aquello que configura y moldea las relaciones sociales y, al mismo tiempo, permite entender, interpretar y experimentar esos vínculos. Es decir, es un proceso constante de producción de significados.

Al mismo tiempo, la cultura es jerárquica y dominadora; es posible encontrar culturas hegemónicas que intentan presentarse como las únicas legítimas. Por consiguiente, no se puede hablar de una cultura, sino de múltiples culturas organizadas en dominancia (Cabello, 2008). No obstante, las propias culturas comprenden el surgimiento de otras fuerzas capaces de enfrentar al orden establecido, como es el caso de las contraculturas, en las que también la comunicación es una dimensión irreductible en la disputa por la producción de sentidos.

Frente a este contexto, en el presente trabajo nos concentraremos en indagar cómo se desarrolló el discurso ambientalista en la Argentina a través del análisis de la prensa gráfica contracultural de la década de 1980.1 En este sentido, tomaremos como fuente de análisis la revista Mutantia2, publicación que abarcó los últimos años de la dictadura cívico-militar y la transición democrática en el país (1980-1987). ¿Con qué argumentos y estructura argumentativa se presenta la problemática ambiental en el medio seleccionado? ¿Cómo se instala en la opinión pública la cuestión ambiental a partir de publicaciones contraculturales como Mutantia? ¿Quiénes fueron los actores sociales involucrados en el proceso? ¿Qué particularidades se pueden destacar de este tipo de publicaciones? ¿Qué referencias sobresalen en la cobertura de la revista en materia ambiental? ¿Cómo se vincula con el contexto local e internacional? Estos son algunos de los aspectos que se tendrán en consideración y que son de interés porque permiten identificar cuál es la construcción que se hace desde la contracultura –como espacio de batalla cultural– sobre la temática ambiental en la Argentina.

Inconformismo, tensiones y nuevas identidades

Para Hall y Jefferson (2010), la contracultura se relaciona con la aparición de grupos identificados con sectores de la clase media. En este marco, las contraculturas de clase media se diferencian por “explorar instituciones alternativas a las centrales de la cultura dominante: nuevos patrones de vida, de vida familiar y de trabajo” (p. 144). Se caracterizan por evidenciar su oposición a los valores e instituciones dominantes, haciendo más explícito su planteo. De esta forma, las contraculturas direccionan su disenso y oposición directamente contra las instituciones que reproducen los vínculos ideológicos-culturales dominantes. Ahora bien, si se tienen en cuenta los orígenes de este movimiento, en constante tensión y enfrentamiento contra ese régimen cultural establecido de los convulsionados 60, es posible comprender las dificultades que presenta su abordaje.

Los esfuerzos de Hall por definir las subculturas son herederos de los planteos de Roszak (1968), quien desarrolla el concepto de contracultura por primera vez. El autor caracteriza a la contracultura como un fenómeno que atañe solo a “una estricta minoría de jóvenes y a un pequeño puñado de sus mentores adultos” (p. 10). Posee importancia suficiente “tanto por su alcance numérico como por su fuerza crítica y exige una atención particular e independiente” (p. 11). Además, definió a los movimientos contraculturales como “una cultura radicalmente […] desafiliada o desafectada a los principios y valores fundamentales de nuestra sociedad […] que pretenden transformar el más mínimo sentido de nosotros mismos, los otros y todo lo que nos rodea” (Roszak, 1984, pp. 57-64).

La contracultura, entonces, se opone a la presión del sistema, la cual obstaculiza y pervierte la voluntad humana. Roszak (1968) asegura que, aun siendo insuficientes los esfuerzos de esa generación de jóvenes para llevar adelante una “trasformación secular”, es desacertado suponer que no buscan una transformación radical. Ahora bien, lejos de considerar los movimientos contraculturales como un todo homogéneo y totalizador, se debe tener en cuenta que el quiebre social y cultural que proponían colisionaba con el statu quo y con el orden o disciplinamiento que se desprendía de aquel. Tal vez por esa razón sea prudente comprender que la contracultura no es un movimiento disciplinado, sino que, como menciona Roznak (1968), tiene algo de “cruzada medieval: variopinta procesión en constante movimiento, ganando y perdiendo miembros a lo largo del camino” (p. 63). Por el contrario, es un fenómeno que rechaza, a nivel individual como colectivo, la trasgresión de los instintos y de la sensibilidad humana. Es aquello que se opone a lo convencional y el rechazo a lo instituido, implica la búsqueda del colapso normativo, además de la superación de las corrupciones de la cultura dominante, las cuales se erigen como pilares básicos de su proyecto (García Naharro, 2012).

En este marco, los jóvenes de la época y sus intereses encontraron resonancia de sus inquietudes, fundamental, pero no exclusivamente, en el rock y en la prensa gráfica, dos productos culturales con los que este colectivo se sentía identificado. La época de apogeo de la contracultura se ubicó entre finales de la década de 1960 y principio de la de 1970, y se vio atravesada por diferentes preocupaciones que fueron consolidando los temas que se abordaban, por ejemplo, en esos primeros medios de comunicación del underground.

Paulatinamente, primero en Estados Unidos y luego en el resto del mundo, fueron surgiendo periódicos y revistas enfocados en resaltar estas nuevas tendencias que comenzaban a manifestarse. En el primer caso, se rescata el magacín Village Voice (1955) como precursor, fundado por Ed Fancher, Dan Wolf, John Wilcock y Norman Mailer. Este semanal llegó a editar artículos de Ezra Pound (poeta y ensayista perteneciente al grupo de la generación perdida3), Henry Miller (novelista que influyó profundamente en los protagonistas de la generación beat4) y James Baldwin (escritor y activista por los derechos civiles de los afroamericanos), entre otros. Pero fue The East Village Other (1965) el que se posicionó como un hito dentro de la prensa contracultural norteamericana. Fue fundado por Walter Bowart, Ishmael Reed, Allen Katzman, Dan Rattiner, Sherry Needham y John Wilcock. Además, fue una de las publicaciones fundadoras del Underground Press Sindicate, en el que se congregaban las diferentes publicaciones del entorno contracultural. Esa red, al decir de Benedetti y Graziano (2007), permitió

la circulación del caudal informativo alternativo, con la ventaja del copyright libre y una llegada más intensa del estimulante panorama de revistas de comics underground que reflejaban con humor su propio submundo y el desencanto de los marginales americanos. (p. 18)

En el caso de la vertiente latinoamericana, se encuentran las revistas mexicanas El Corno Emplumado (1962), editada por Margaret Randall y Sergio Mondragón, y Pájaro Cascabel (1964), editada por Thelma Nava; mientras que por Nicaragua encontramos El Pez y la Serpiente (1961) de Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal. En el caso argentino, las revistas de Miguel Grinberg Eco Contemporánea (1961) y Contracultura (1970) también formaron parte de esa red de medios alternativos; aquellas, junto con Mutantia (1980) y Expreso Imaginario (1976), se constituyeron en iconos del movimiento en el territorio nacional, además de ejemplos a nivel latinoamericano.

En estas publicaciones comenzaron a desarrollarse temas sobre arte, sexualidad, drogas psicodélicas, movimientos pacifistas, misticismo, revolución del estado de vida reinante, así como sobre conciencia ambiental, acciones comunitarias grupales, desarme nuclear y protesta estudiantil, entre otros. Definitivamente, la heterogeneidad de asuntos dividía a los grupos: por un lado, aquellos que buscaban una cultura alternativa utópica, y, por el otro, quienes concentraban metas políticas más operativas. A pesar de ello, las diferentes vertientes de este movimiento compartían la misma matriz: el rechazo a la cultura parental o dominante en términos de Hall y Jefferson (2010), o bien la oposición directa a la tecnocracia, en el caso de Roszak (1968). En definitiva, se trata de expresiones culturales enfrentadas a la cultura institucional imperante.

En la Argentina, en el periodo que abarca desde la década de 1960 hasta la de 1980, son los nuevos medios de comunicación los que emergieron como espacios de resistencia y se colocaron como pioneros dentro de la prensa gráfica contracultural local. Publicaciones como Mutantia (1980-1987) abrieron camino y se consolidaron dentro del periodismo contracultural argentino. Principalmente se afianzaron dentro del campo por la selección y abordaje que realizaban sobre las cuestiones ambientales y debates de eco-filosofía, que funcionaron como tópicos dentro de la tendencia contracultural. Por esta razón, se escoge este medio gráfico clave que servirá de referencia para analizar el discurso del movimiento ambientalista argentino en el ámbito contracultural.

Pautas teórico-metodológicas

Se propone establecer un trabajo multidisciplinar que permita desarrollar una matriz teórico-metodológica integral. Por esa razón, se trabajará con diversas áreas de conocimiento: los estudios culturales, la comunicación, los estudios críticos del discurso y la historia ambiental. Como fuente de análisis se tomará la revista Mutantia, en tanto fuente histórica de conocimiento sobre las repercusiones culturales del pasado reciente. En general, los medios de comunicación han construido sus discursos sobre el mundo y sobre las problemáticas ambientales partiendo de crisis locales o regionales, seleccionando y jerarquizando aquella información que –según su criterio periodístico– es más pertinente, aunque eso no implicó que su cobertura mediática, en sus inicios, dejara de ser espontánea. En el caso de la prensa gráfica, se posiciona como un espacio propicio para el desarrollo de las transformaciones socioculturales (Verón, 2004) y como soporte (Charaudeau, 2003) que permite tanto la difusión de información como la circulación de los discursos sociales. Por consiguiente, estamos en presencia de un trabajo cualitativo, descriptivo y exploratorio.

Como señala Thompson (2014), la sociedad moderna está caracterizada por el riesgo que nos mantiene en constante alerta sobre los cambios que puedan producirse. En ese marco, los medios de comunicación juegan un rol protagónico, puesto que la información que transmiten “aumenta la conciencia del riesgo” (p. 50). Pero para Krimsky y Plough (1988), los medios no deben perder de vista tanto la racionalidad técnica (precisión informativa, datos estadísticos concretos, criterios científicos, etc.) como la cultural (sensibilidad de la población, disminución del pánico, descripción sobria de los hechos, etc.) en el abordaje de las comunicaciones sobre riesgos ambientales. Por último, Castells (2009) sostiene que las emociones negativas sobre la audiencia “focalizan más la atención que las positivas. El miedo es la emoción negativa más poderosa. Las connotaciones catastróficas de las consecuencias de [la crisis ambiental] infunden un miedo profundo en la gente” (p. 416). En este sentido, en la mayoría de las coberturas mediáticas sobre problemáticas ambientales se pondera el riesgo por sobre la prevención y la catástrofe antes que la información, lo que incrementa la preocupación de la población en lugar de promover la concientización. Para Lozano Ascencio (2002), los “riesgos de catástrofes pueden ser muchos y muy complejos” (p. 3), pero los medios de comunicación colaboran para que sean percibidos como algo único y generalizable. De esta forma, “nadie está exento del peligro de sufrir un trastorno destructivo por improbable que pudiera parecer” (p. 3).

En este contexto, el estudio de los medios de comunicación es de capital importancia porque, a través de ellos, la sociedad adquiere información y construye, además, su cultura ambiental. Los medios son espacios en los que se disputan no solo significados, sino también la hegemonía sobre esos significados. Por ello, Arnold (2000) afirma que el ambiente “ha sido el campo de batalla donde han contendido ferozmente culturas e ideologías” (p. 11). En consecuencia, la formación de la identidad colectiva de cualquier grupo cultural estará condicionada por las características de su entorno natural.

Los medios son soportes de los discursos sociales que circulan en la sociedad. Fairclough y Chouliariki (2000) los califican como instrumentos vitales de disputa de poder, ya que se presentan como neutrales debido a que “constituyen un espacio para el discurso público [así, en apariencia] reflejan desinteresadamente los estados de cosas [y se muestran como si] no ocultasen las percepciones ni los argumentos de quienes son noticia” (p. 25).

En este aspecto, hablar de discurso implica referirse a una práctica social, que no es individual, sino que cobra sentido en la esfera social a través de la interacción de los sujetos sociales. En otras palabras, los discursos “instituyen, ordenan, organizan nuestras interpretaciones de los acontecimientos y de la sociedad e incorporan además opiniones, valores e ideologías” (Martín Rojo, 1997, p. 4). Es Van Dijk (2001) quien explica que el discurso es “un suceso de comunicación” y, por tanto, los sujetos emplean el lenguaje para “comunicar ideas o creencias y lo hacen como parte de sucesos sociales más complejos” (p. 21).

Fairclough y Wodak (2000) sugieren pensar el discurso como una “relación dialéctica” por la cual el suceso discursivo “está moldeado por las situaciones, instituciones y estructuras sociales, pero a su vez les da forma” (p. 367). Esto implica interpretar el discurso como práctica social, supone entenderlo como una forma de acción capaz de emplear formas lingüísticas que configuran los modos de comunicación, las representaciones de la realidad y del mundo circundante. Fairclough (2003) entiende el discurso como un hecho sociocultural y la práctica social se comprende como “un conjunto organizado y estabilizado de actividades sociales que pueden ser descritas en términos de sus acciones, sus instrumentos y sus objetos” (Pardo Abril, 2013, p. 71).

De manera análoga, Wodak (2003) considera indispensable pensar el discurso en su enfoque histórico. Integra los conocimientos disponibles sobre las fuentes históricas que incluyen los aspectos sociales, políticos y discursivos. Concibe al discurso como un intrincado conglomerado de actos lingüísticos simultáneos interrelacionados que se manifiestan en ámbitos sociales de acción (Wodak, 2003). Para estos autores, el contexto del discurso es fundamental porque denota los vínculos inter e intratextual. Al decir de Pardo Abril (2013), “las relaciones que se derivan del contexto de situación que incluye las instituciones, la situación social y el marco sociopolítico e histórico en el que se inscriben las prácticas discursivas” (p. 77) es esencial para el análisis de diversos acontecimientos sociales. En este sentido, todos los discursos son híbridos y dialogan con otros discursos sociales.

En nuestro caso, el discurso mediático se posiciona como un tipo de discurso particular. Teniendo en cuenta estas observaciones, para los objetivos del presente estudio se adoptarán diversos enfoques que permitirán obtener un análisis más nutrido de acuerdo con las fuentes trabajadas. Siguiendo a Pérez y Aymá (2015) y a Pardo Abril (2013), se propone un recorrido constituido por tres instancias delimitadas:

1. Identificación del fenómeno sociocultural y apropiación del corpus.

2. Sistematización del corpus identificando las formas de categorizar los hechos.

3. Análisis cualitativo que permita evidenciar esquemas conceptuales y categorías.

 

La percepción y el grado de receptividad de la población sobre los problemas ambientales se relacionan con la forma en que estos son presentados por los medios de comunicación ante la opinión pública (García Mira y García González, 2007). Por esta razón, es importante el abordaje teórico-transdisciplinar sobre la problemática, a fin de aproximar a la sociedad la complejidad del caso (Lema Blanco y García Mira, 2009). Se entiende que el ser humano plantea una relación con la naturaleza a lo largo de la historia; a la vez, adquiere determinadas características psíquicas, físicas y sociales de acuerdo con el medio que lo rodea y la ideología dominante. Esto implica la construcción de metáforas y representaciones que conforman discursos. Se tomará de Fairclough (1992; 1995) el concepto de discurso como práctica social e intertextualidad, por el cual cada texto puede transformar textos previos y reestructurarlos para generar otros nuevos.

En primer lugar, realizaremos un análisis de contenido con un recorrido cronológico a través de la publicación. En esta investigación, se trabaja este método como una técnica que permitirá interpretar los textos de Mutantia. Siguiendo a Holsti (1969), “el análisis de contenido es una técnica de investigación para formular inferencias identificando de manera sistemática y objetiva ciertas características específicas dentro de un texto” (p. 5). Asimismo, Krippendorff (1990) define el análisis de contenido como “una técnica de investigación destinada a formular, a partir de ciertos datos, inferencias reproducibles y válidas que puedan aplicarse a su contexto” (p. 28). El contexto juega un rol preponderante como marco de referencia en el que se desarrollan los mensajes y los significados. Todo análisis de contenido se debe ejecutar prestando especial atención al contexto, teniendo en cuenta, desde luego, la postura trazada sobre las cuestiones ambientales/ecológicas presentes en estos números. El estudio se detendrá en el período 1980-1984, aunque la revista dejó de editarse en 1987, dado que no se encuentran registros de la publicación con posterioridad a esa fecha en los reservorios de internet, Biblioteca Nacional, Biblioteca del Maestro, Biblioteca del Congreso de la Nación ni en colecciones privadas.

Se acude también a la teoría de la argumentación de Wodak (2003) sobre los topoi, que permiten identificar la construcción argumentativa que cada medio realiza de acuerdo con las menciones efectuadas sobre la cuestión ambiental. Siguiendo a Pérez y Aymá (2015), “llegar a determinar los topoi que funcionan como soporte de los discursos de cierto tipo de sociedad en un momento determinado puede ayudar, ciertamente, a identificar las representaciones sociales hegemónicas en el discurso dominante de esa coyuntura” (p. 78). Desde esta perspectiva, los topoi son elementos de la argumentación que:

Forman parte de las premisas obligatorias [que tengan] carácter explícito o precisen de inferencia. Son justificaciones relacionadas con el contenido, también conocidas como “reglas de conclusión”, que vinculan el argumento o los argumentos con la conclusión, esto es, con [la idea] que se pretende afirmar. (Wodak, 2003, p. 115)

Wodak (2003) distingue cinco herramientas dentro de su teoría de la argumentación:

Referencia o modo de nombrar: esta categoría de análisis se pregunta “¿de qué modo se nombra a las personas y de qué modo se hace referencia a ellas?” (pp. 114-115).

Predicación: es el “etiquetado de los actores sociales de forma más o menos positiva o negativa, más o menos desaprobadora o apreciativa”. La pregunta que se plantea es: “¿Qué rasgos, características, cualidades y particularidades se les atribuyen?” (pp. 114-115).

Argumentación: justificar las atribuciones negativas o positivas mediante las cuales se ha etiquetado a los actores sociales. La pregunta que se plantea es “¿por medio de qué argumentos y esquemas argumentativos se trata de legitimar la exclusión, la discriminación, la supresión y la explotación de los otros?” (pp. 114-115).

Perspectiva: el interrogante se encuentra en averiguar desde qué perspectiva o punto de vista se expresan las etiquetas, atribuciones y argumentos, con el objetivo de “ubicar el punto de vista del que habla” (pp. 114-115)

Intensificación/atenuación: con el objetivo de modificar la posición epistémica de una proposición, la pregunta es si “se articulan abiertamente las respectivas afirmaciones, y si resultan intensificadas o atenuadas, en relación con la fuerza ilocucionaria de las afirmaciones” (pp. 114-115).

Las herramientas esbozadas permitirán entender cómo se construyó el discurso ambientalista en la revista contracultural Mutantia. Al mismo tiempo, posibilita conocer cómo se instaló la problemática ambiental en la opinión pública en el marco de la crisis ambiental global. Finalmente, se propone dejar constancia sobre la necesidad de establecer un trabajo interdisciplinar en el que confluyan y se entrecrucen diferentes tradiciones teóricas y campos de saber que releven la complejidad del tema analizado.

La revista contracultural Mutantia como un nuevo espacio para el enfoque ambiental en la Argentina

En la década de 1980, la Argentina atravesaba los últimos años de la dictadura y divisaba lejanamente en el horizonte los primeros pasos hacia el retorno de la democracia. Hacia 1981 (en medio de la crisis económica que se había incubado durante el año anterior, provocando la destrucción de empresas, empleo y riquezas, junto a las contradicciones propias dentro del seno militar) Jorge Rafael Videla5 fue reemplazado por Roberto Eduardo Viola.6 Este se diferenciaba de su antecesor por su aspecto “menos acartonado y circunspecto con apariencia de hombre de mundo y un hijo a la Isidoro Cañones”7 (Benedetti y Graziano, 2016, p, 174).

Existía una idea fundamental en ese momento, que era la recuperación, entre otros aspectos, del consenso social. En virtud de ello, Viola percibió que la respuesta estaba en la juventud y su cultura, principalmente el mundo del rock. Sin embargo, ese intento de apertura conoció su ocaso rápidamente y, en diciembre de 1981, Viola fue sustituido por Leopoldo Fortunato Galtieri, militar que exaltaba nuevamente la línea dura que había caracterizado al Gobierno de facto desde el inicio. En este punto, el interregno de Viola, que había permitido que afloraran algunas expresiones sociales durante su mandato, concentraba sus esfuerzos en el plano cultural. El cine, el teatro, pero sobre todo la música, habían conseguido “canalizar la rebeldía e identidad de miles de jóvenes” (Novaro, 2006, p. 126).

El entramado variopinto de sucesos que inició la década de 1980 con el debilitamiento del Gobierno castrense, el advenimiento de la democracia y sus posteriores avatares fue el que ofició como escenario para el surgimiento de otros medios de comunicación. Con el arribo de la democracia se inauguraron radios como Rock&Pop y diarios como Página/12. También se gestaron otros proyectos ligados aún a la movida contracultural, como el caso de la revista Mutantia, dirigida por Miguel Grinberg.8

Esta revista surgió en junio de 1980. Se distinguía por tener un formato serio en el que predominaba el texto por sobre la imagen, de apariencia similar a la de los libros, pero que con el “tiempo adquiriría status como objeto periodístico de culto” (Benedetti y Graziano, 2016, p. 177). Se distribuía en kioscos tanto de Buenos Aires como del interior del país. Fue una publicación bimestral que salió hasta 1987, creada luego del “accidente nuclear de Three Mile Island (Estados Unidos) y la consecuente fundación de la agrupación Promundo 99 para documentar los peligros de los llamados átomos por la paz” (p. 177). El propio Grinberg menciona que fue la primera publicación que puso de manifiesto tanto la problemática nuclear como la temática sobre los pesticidas y la destrucción de la naturaleza. Él ya estaba familiarizado con la ecología desde su viaje a Estados Unidos durante la década de 1960. La revista fue bautizada como Mutantia con el objetivo de distinguir y reconocer el terreno de la actualidad –y de la realidad tanto global como particular del individuo–, en el que puede identificarse la gestación de cambios de una dimensión irreversible.

En el primer número (junio-julio de 1980) se expresaba con claridad la propuesta de este nuevo medio: la transformación individual como medio para alcanzar el cambio social y ecológico. En su editorial “Matar o no matar” dice: “Somos de los que trabajan para la Primera Paz Mundial […] Esta década será el campo abierto en el que se debate el futuro de los seres humanos y del planeta Tierra”. El editorial continúa resaltando las características intrínsecas que tendrá el proyecto desde el minuto cero: “Mutantia será la crónica de un sector de la realidad donde se están produciendo cambios fundamentales para el futuro de la Humanidad”, y sostiene, además, que “el futuro de la persona y el futuro de nuestro planeta dependen de un cambio profundo en nuestra manera de asumir sabidurías milenarias y contemporáneas […] Nuestro compromiso: no matar” (Matar o no matar, 1980, p. 3).

Este proyecto tiene un mayor caudal de conocimiento, con nuevas experiencias y una convicción consolidada en la creencia del cambio, “somos parte de una generación que no se queja, que en lugar del lamento cultiva el amor […] todo cambio profundo es un reflejo de una acción profunda” (Matar o no matar, 1980, p. 3).

Además, en el editorial de mayo-junio de 1981 “Vivir para vivir”, se menciona: “Mutantia intenta ser un documental sobre los profundos cambios que se están produciendo en la criatura humana” (Vivir para vivir, 1981, p. 3).

Como medio de comunicación discrepaba de la realidad mediática de la época:

Así como los medios de comunicación social aturden al ciudadano con malas noticias y futilidades, así se ha ido estableciendo una red mundial de buena gente dedicada a una buena causa: la reconciliación del ser humano consigo mismo, con sus semejantes y con el Universo. (El poder de la persona, 1981, p. 3)

En tal sentido, recupera la propuesta de León y De Lara (2013) sobre la función de los medios de comunicación como traductores de la realidad circundante. Grinberg asegura que la revista tenía una misión concreta, que era traducir realidades complejas a términos accesibles, pero esta proposición encierra un inconveniente, que es el peligro de incurrir en un reduccionismo. En otras palabras, reducir algo complejo en esencia a una simple muestra de sí mismo. En el esfuerzo por simplificar un discurso se corre el riesgo de reducir también su contenido, de modo que lo que es complejo no dejará de serlo aun cuando se simplifiquen sus enunciados.

Al mismo tiempo, desde su editorial de principios de 1982, Mutacción se dice:

una revista no puede dar la respuesta integral para los interrogantes de una época. Pero puede (y eso hacemos) ir dando paulatinamente pistas de una Edad Nueva, de los “gérmenes de futuro”, de una invisible danza de los cómplices de la Creación. (Mutacción, 1982, p. 4)

Una revista que si bien se comercializaba en los puestos de diarios, por sus características intrínsecas y su contenido quedaría fuera del circuito comercial.

Una vez más, la heterogeneidad temática, signo de este tipo de proyectos, se presenta como denominador común. En este caso, como veremos, la espiritualidad, la religiosidad, la poesía, la ecología, las recomendaciones literarias y cinematográficas y la política exterior son los grandes temas que ocuparon las páginas de Mutantia durante sus 24 números. Así como el Mayo Francés de 1968 impulsó movimientos y procesos similares en otras partes del mundo, también se propagó su derrota. Aun así, todas las insurrecciones de finales de los 60 dejaron una huella imborrable en la sociedad, en la cultura y en los jóvenes de esa época. Se trata de una generación pos Segunda Guerra Mundial que no comulgaba con los valores de una sociedad consumista y alienada, una sociedad destructiva con la cual no solo no se identificaban, sino que tampoco les brindaba un lugar. En suma, una sociedad que sentían desconocida y que necesitaba un cambio de perspectiva para avanzar en armonía con su esencia y con la naturaleza que la rodeaba.

Fruto de esta crisis de identidad, de la angustia por la derrota de aquellos ideales que se perdieron, por esa vida que no fue y ese inquietante sentimiento de desarraigo y soledad podemos encontrar expresiones como Mutantia. Esta publicación habla de la interioridad del ser, de la disyuntiva entre lo que es y no puede ser llamado vida; entre lo que se presenta como algo que aparenta ser la salvación –¿tal vez del alma, del espíritu, de la mente?–, pero que en realidad es solo una máscara que esconde una profunda desesperanza y angustia del individuo frente a una sociedad que lo oprime: en sus páginas se esconde el quiebre interior de un ser humano solitario, incomprendido, ausente y oculto en su propia soledad.

Steiner (2003) sostiene que es incorrecto creer que solo la matriz verbal sea la única que pueda articular y conducir el intelecto. Es decir que con la palabra no alcanza para garantizar la comunicación de ideas, sentimientos, angustias, sino que hay otras formas comunicativas que exceden el lenguaje, en tanto acto discursivo, que nos permiten expresarnos como el silencio. En este sentido, afirma:

El más puro alcance del acto contemplativo es aquél que ha conseguido dejar detrás de sí al lenguaje. Lo inefable está más allá de las fronteras de la palabra […] es sólo al derribar las murallas de la palabra cuando la observación visionaria puede entrar en el mundo del entendimiento total e inmediato. Cuando se logra ese entendimiento la verdad ya no necesita sufrir las impurezas y fragmentaciones que el lenguaje acarrea innecesariamente […] El santo, el iniciado, no sólo se aleja de las tentaciones de la acción mundana; se aleja también del habla […] La tradición occidental sabe también de trascendencias del lenguaje hacia el silencio. (pp. 29-30)

El silencio del que habla Steiner (2003) implica un acto de contemplación, el desarrollo autonómico del ser. En otras palabras, una transformación que es a lo que apunta esta revista. Se opone al desarrollo irresponsable de la tecnología, atraviesa en sus páginas una evidente postura antinuclear, brinda testimonio de las corrientes ecológicas, pero, al mismo tiempo, procura que estas características se den en el marco de un cambio de perspectiva profundo: “Se trata de un paso desde la salvación individual hacia la transformación colectiva. Ya no hay más fuera y dentro. Conmigo, contigo, con todos. Sin parar. Como seres solidarios” (Mutacción, 1982, p. 5).

El ser humano al que se dirige Mutantia es un ser fragmentado, incomprendido e incompresible para sí mismo. Es a la vez fragmento y totalidad, es incapaz de reunirse con él mismo en las condiciones sociales, políticas y ambientales en las que vive. Por esa razón, era imperioso para quienes hacían esta revista una reforma en las organizaciones existentes, en las que se borraran las jerarquías y se unieran los individuos con objetivos comunes, que reivindicara la sacralidad de la naturaleza y de la experiencia como camino para alcanzar la verdad.

Además, se muestra al ser humano sometido a las causas exteriores, convencido en creer que la felicidad es algo que aún está por surgir, que aún debe nacer. Mientras que, en realidad, en sus páginas Mutantia se esfuerza por demostrar que la búsqueda debe ser interior y la metamorfosis ocurrirá de dentro hacia fuera. Este planteo multifacético es: poético, filosófico, profundamente espiritual y humano.

En su prosa, Mutantia, muestra que la vida existe solo en tanto vida interior o interiorizada; está ahí, en uno mismo, no en la exterioridad de un mundo que no comprendemos y que se rige por normas absurdas que solo lastiman el alma. La idea de vida se vincula al amor, pero no en términos de novela rosa, sino relacionado a la afectividad. Es así como solo en y por la afectividad ese hombre puede salvarse. Afectividad en tanto esencia de la vida. Así, se exige una nueva concepción de la interioridad.

En tal sentido, como diría Steiner (2003), abandona la palabra ingenua que se cree lógica, lineal y la sustituye por un silencio interior, por un lenguaje del silencio que le permite alcanzar esa vida interior que, a diferencia de lo que muestra el mundo exterior y esa sociedad que Mutantia no logra comprender y que, en simultáneo, tampoco comprende a Mutantia, bajo la mirada de sus integrantes es la verdadera. Una angustia que es propia de la condición humana y que nos mueve a la acción. En otras palabras, estamos en presencia de la interioridad del ser con esa dimensión interior humana. Como menciona Boff (2013), el ser humano individual es “una realidad una y compleja” que se encuentra estructurada en tres dimensiones imbricadas entre sí y que tiene como portador al mismo y único sujeto individual, “el cual se presenta como una exterioridad (hombre-cuerpo), una interioridad (hombre-psyché) y una profundidad (hombre-espíritu)” (p. 176).

Por su parte, la vida es una noción muy vaga de múltiples significaciones que transita soterradamente por las páginas de Mutantia: “El único modo de cambiar la mentira que llamamos VIDA, es vivir de verdad” (Eco-ternura, 1982, p. 6). Por esta razón, cuando Kierkegaard escribe que la verdad es aquello por lo que se querría vivir o morir, o bien cuando Marx declara que no es la conciencia de los hombres la que determina sus vidas, sino su vida quien determina la conciencia, se produce una movilización interior. Pese al progreso que ha alcanzado el análisis del lenguaje, podemos sentirnos tocados en el fondo de nosotros mismos y conmovidos en nuestro propio ser. Entonces ¿qué es aquello que llamamos “la vida”? Sin duda, esta es la pregunta que subyace como búsqueda en Mutantia: “¿Cuándo vamos a vivir realmente? En general, nos pasamos la vida preparándonos para amar, para saber, para disfrutar, para evolucionar y nos convertimos en meras caricaturas de nuestros sueños” (Eco-ternura, 1982, p. 6).

La consolidación del pensamiento alternativo en Mutantia

Un primer análisis, con recorrido cronológico entre 1980 y 1984, permite identificar la presencia de 38 notas, 6 editoriales, 4 entrevistas, 19 recuadros,9 2 pósters/solicitadas y 2 cartas abiertas.10

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Figura 1. Referencias de temas ambientales por género periodístico (1980-1984). Fuente: elaboración propia con base en los datos de la revista Mutantia.

El comienzo en 1980

En el primer número, bajo el título “Australia cantera de Occidente”, encontramos un recuadro en el que se aborda la temática sobre los recursos minerales: “Australia será la gran proveedora de minerales para la industria occidental de los años 80. Se descubrirán allí inmensos yacimientos nuevos de carbón, uranio, diamantes, cobre y hierro” (Australia cantera de Occidente, 1980, p. 29). Este recuadro se encuentra dentro de las proyecciones de la publicación New Internationalist –una importante organización de medios independiente dedicada al periodismo y publicación con conciencia social– patrocinada por la organización no gubernamental Oxfarm y Christian Aid, que explicitó un cúmulo de vaticinios para la década que comenzaba. No son de extrañar ni la profecía ni la aproximación al tema, dado que Australia es reconocida como una nación minera y el inmenso porcentaje de su economía está basado en la explotación de ese recurso.

La historia de este país denota una acentuada evolución signada por el uso de sus recursos naturales, como los mencionados por New Internationals. Desde 1830 en adelante, la explotación de oro, por ejemplo, impulsó rápidamente la economía del lugar. Mientras que, ya en el siglo XX, durante la década del 60, la industria australiana fue abastecida gracias a la búsqueda y explotación de yacimientos carboníferos realizados por los japoneses, quienes fueron sus principales compradores. Entre tanto, en la década del 80, las empresas explotadoras de minerales (hierro, carbón, uranio, etc.) argumentaron que la economía del país se vería sometida en caso de continuar adelante con la ley de defensa del territorio que proclamaban los pueblos originarios. En tal sentido, tampoco genera asombro que el recuadro continúe diciendo: “Se descubrirá que los grandes políticos se hallan fuertemente implicados dentro de los presupuestos de las compañías mineras” (Australia cantera de Occidente, 1980, p. 29), lejos de ser una revelación, los pactos de esta índole son frecuentes.

Un segundo recuadro nos acerca el petróleo como tema de debate en “La URSS: dividida por sus costuras”: “El petróleo ruso se está agotando –y con él se agotará la lealtad de sus aliados del este europeo– la economía en general se va estancando” (La URSS: dividida por sus costuras, 1980, p. 29). En rigor de verdad, el declive de la producción de este hidrocarburo en Rusia se produjo con el colapso de la Unión Soviética. Sin embargo, esta crisis no escapó de su predecesora en la década anterior, en todo caso, la profundizó. En el mismo espacio se encuentra un tercer recuadro que se titula “La crisis energética resuelta”, y reza:

se descubrirá que las reservas mundiales de petróleo son dos o tres veces mayores que las estimadas en la actualidad. Esto ampliará el margen temporal para que la sociedad pueda adaptarse a la era post-petróleo, especialmente a medida que la búsqueda de energías alternativas vaya también produciendo resultados significativos hacia el final de la década. (La crisis energética resuelta, 1980, p. 31)

Lógicamente, con el incremento de la población mundial, unido al crecimiento demográfico y económico, el consumo de energía se intensificó. Sin embargo, ese paradigma energético comenzó a sacudirse a medida que aumentaron las necesidades energéticas de las sociedades y, en paralelo, disminuyeron las reservas de las fuentes de energía basadas fundamentalmente en la explotación de recursos naturales fósiles, como el petróleo. En tal sentido, mantener un crecimiento sostenido de las sociedades en forma tal que no altere el equilibrio de la naturaleza pareciera ser tema de agenda política, no solo mediática. Si hasta el momento el foco de atención estaba colocado en los peligros ambientales acarreados por la industria química, los derrames y la contaminación, junto a la explotación minera, en la década del 80 el énfasis lo tuvo la cuestión energética. No obstante, para Pasquevich (2014), a principios de 1980, el impulso ganado por las energías alternativas se frenó a raíz del descubrimiento de nuevos yacimientos, cuencas petroleras, etc. Hasta ese momento, y al margen de los cuestionamientos, la generación nuclear de electricidad seguía evolucionando con firmeza. Esto es consecuente con el planteo que continúa en el mismo recuadro, en el que se menciona: “El debate internacional por la energía nuclear se transformará cada vez más en una cuestión ideológica, debatiéndose las opciones energéticas en términos de sociedad que generará la elección de un determinado conjunto de alternativas energéticas” (La crisis energética resuelta, 1980, p. 31).

El siguiente aporte de este primer número se titula “Simposio mundial sobre la humanidad”. Esta nota hace alusión a la celebración que tuvo lugar simultáneamente en Londres, Toronto y Los Ángeles organizada por la Fundación Humanidad, para materializar la visión de “un nuevo planeta y coordinar energías espirituales de los individuos y grupos comprometidos con la vía cósmica de la conciencia” (Simposio mundial sobre la humanidad, 1980, p. 65). El evento duró una semana y coincidió con el festival de la Nueva Era, también desarrollado en Los Ángeles. Este era un movimiento que había empezado a gestarse durante los 70 que, al decir de Carozzi (1999), en su discurso y en su práctica “combinaba como direcciones de cambio tanto la transformación individual como la sacralización del self y la naturaleza, la sanación, la espiritualidad, la circulación, el sincretismo, la liberación del cuerpo, el antiautoritarismo y la autonomía” (p. 20).

En virtud de ello, en la nota citada se menciona: “Los pesimistas prometen un panorama devastador para el futuro planetario: los síntomas de un desastre global y de una degeneración social” (Simposio mundial sobre la humanidad, 1980, p. 63). Esta idea rectora recorre toda la publicación, como podemos advertir, desde su primer número. La preocupación ambiental encuentra en este espacio una plataforma desde la cual impulsarse: “El simposio se mostró muy interesado por los problemas políticos, ecológicos y técnicos de la crisis energética” (Simposio mundial sobre la humanidad, 1980, p. 65).Una vez más, la energía se coloca en el centro de la discusión: “Se adoptaron diversas iniciativas antinucleares con un entusiasmo que reflejaba las serias dudas que carcomen al pueblo norteamericano, después del accidente nuclear de la central de Three Mille Island” (Simposio mundial sobre la humanidad, 1980, p. 64).Uno de los factores que motivó al director de Mutantia a desarrollar finalmente este proyecto fue ese accidente, por ello, no sorprende que el tema nuclear haya acaparado un porcentaje importante dentro de la revista.

En la siguiente intervención encontramos “Carta abierta a los ciudadanos del Planeta Tierra”, de Jacques Cousteau, quien se ha caracterizado no solo por incursionar en el mundo oceanográfico, sino por denunciar siempre las agresiones ecológicas contra ese ecosistema. En esta oportunidad, se destacan diversas formas de ataque por parte del hombre al ambiente acuático:

Hoy en día todo río que fluye a través de una granja, una ciudad o un distrito industrial está cargado de contaminantes […] En 1975 una compañía estadounidense fabricante de un pesticida equivalente al DDT, fue forzada a cerrar sus puertas. El kepone estaba envenenando al entorno […] Las únicas criaturas de la tierra que tienen cerebros mayores que los humanos son los cetáceos y los estamos aniquilando fríamente en virtud de un lucro a corto plazo, resulta trágico. (Cousteau, 1980, p. 72)

Contaminación de ríos, denuncias contra el uso de pesticidas y pesca indiscriminada se unen a reclamos contra los derrames de petróleo de diferentes naufragios, que dan por resultado “millones de animales muertos, desastres locales, y una amenaza desconocida a la pesca comercial y a la futura vitalidad del océano” (Cousteau, 1980, p. 72).

Sin embargo, el tema nodal de este número, y que continúa en las siguientes ediciones, es la preocupación por la energía nuclear. En la nota “Radiación ionizante” se procede a explicar qué es, cómo afecta la salud, cuáles son sus efectos no inmediatos, etc. “La amenaza de guerra nuclear” es la transcripción de la homilía que el papa Juan Pablo II había ofrecido en la Jornada Mundial de la Paz de 1980. En ella se rescata que “el espíritu benedictino está en la antítesis con cualquier programa de destrucción. Es un espíritu de recuperación y de promoción, nacido de la consciencia del plan divino de salvación y educado en la unión cotidiana y trabajo”, y continúa: “Recientemente he recibido de algunos científicos una previsión sintética de las consecuencias inmediatas y terribles de una guerra nuclear” (Juan Pablo II, 1980a, p. 98). El papa dedica el resto de su homilía a enumerar los efectos negativos, como la reducción de alimentos, la muerte, las mutaciones, las alteraciones en la capa de ozono. Frente a este panorama, predica por el cambio de rumbo urgente y propone reconstruir la confianza en el prójimo como vehículo necesario para poner un freno a estos avances. Es llamativo, en principio, que una publicación integrada por miembros del movimiento contracultural –en apariencia, anticlericales por definición– coloquen como voz autorizada y cita de autoridad sobre el tema al jefe de la Iglesia católica. Sin embargo, la contradicción deja de ser tal cuando se enmarca a Mutantia dentro de ese macro movimiento de la Nueva Era y, al mismo tiempo, se considera al papa no solo como autoridad, sino también como legitimador.

En el recuadro “Los monopolios nucleares” se ve reflejada otra de las aristas de la cuestión nuclear, en la que diversas corporaciones pertenecientes a Walt Street destinan inversiones a la causa frente a la denuncia de grupos ecologistas:

Exxon, la mayor corporación del planeta, está entre las cuatro máximas propietarias de las reservas norteamericanas de uranio, entre los cuatro máximos productores de óxido de uranio, está sexta en la capacidad de molienda total, y es una de las ocho empresas que fabrican barras de combustible. Se halla también vastamente envuelta en la fabricación de armamentos. (Los monopolios nucleares, 1980, p. 119)

No podemos olvidar que estas referencias se desprenden de uno de los mayores accidentes nucleares (Three Mile Island), que generó uno de los mayores desastres de contaminación y de efectos adversos en la salud de los habitantes aledaños al lugar con anterioridad al accidente de Chernóbil en 1986.

En el segundo número (agosto-septiembre de 1980), el director de Mutantia reconoce la probabilidad de haber iniciado este nuevo ciclo con algún atisbo de dramatismo, pero refuerza su postura sosteniendo que “una sociedad que le impide a sus jóvenes el acceso a las decisiones referidas al futuro de la comunidad, fabrica peores monstruos que los que supuestamente intenta combatir” (Deberes humanos, 1980, p. 3). Al mismo tiempo, defiende lo que Grinberg denomina “deberes humanos”, entre los que se encuentran el “deber de condenar públicamente el homicidio, de sembrar sin miedo las semillas de un porvenir pacífico donde nadie sea atropellado y donde todos contribuyan sin miedo al triunfo de la verdad”, así como el deber de “debatir responsablemente las apabullantes disyuntivas de esta era, dominados por la energía de la fe, la esperanza y la caridad”, y también el deber de “liberarnos del pecado de soberbia y de idolatría, tomando el poder del espíritu para ofrendarlo con honda algarabía” (Deberes humanos, 1980, p. 3).

En consecuencia, estamos en presencia de lo que Reichmann y Fernández Buey (2004) catalogan como macro-movimiento:

Estos nuevos movimientos que se organizan distinto y muy poco, que desprecian jerarquías, que el crecimiento económico como meta –fuerte o débil– les parece una quimera, pareciera que están planeando las coordenadas de una ética, en la que los principios y valores referentes a lo ambiental se confunden con los referentes a otros ámbitos de la actividad humana (p. 57)

La crítica al crecimiento económico resulta indispensable para el enfoque culturalista en el que se encuadra también esta revista. En este punto, la objetivación de la naturaleza, la explotación de recursos por parte de las economías de mercado y el consumo desmedido e ilimitado, entre otras, son características que Escobar (1994) sostiene como mecanismos que implican la destrucción sistemática de los entornos naturales. Además, afirma que el tratamiento de la naturaleza como mercancía colabora también para encontrar las formas más eficientes de usar los recursos, pero no para sacar a la naturaleza del circuito del mercado.

Esta postura identifica la imposibilidad de reconciliar el crecimiento económico con el ambiente, puesto que implica considerar que

solo se necesitan pequeños ajustes en el sistema de mercados para inaugurar una época de desarrollo ecológicamente respetuoso, encubriendo el hecho de que el marco de la economía –tanto por su individualismo metodológico como por su estrecho marco disciplinario y cortoplacismo– no puede llegar a acomodar las demandas ambientalistas sin una modificación muy sustancial de su estructura. (Escobar, 1994, p. 11)

Como sostiene Martínez Alier (1992), “un crecimiento económico generalizado puede agravar la degradación ambiental, aunque la misma riqueza permita destinar más recursos a proteger el ambiente contra los efectos causados por ella misma” (p. 11). Esto quiere decir que, en realidad, la idea del crecimiento económico sostenido e ilimitado conlleva necesariamente al agotamiento de los recursos naturales –y a la consecuente contaminación–, por lo tanto, la expansión del mercado amenaza tanto a la conservación de la naturaleza como a sus recursos (Martínez Alier, 1992, p. 17). Esta destrucción de la naturaleza resulta inevitable con el desarrollo de la sociedad industrial y la subsiguiente transformación del entorno natural. En este sentido, el enfoque culturalista y sus representantes se empeñan en rescatar el valor de la naturaleza en tanto fuente de vida material y espiritual (Escobar, 1994), como se puede advertir en la lectura de Mutantia.

Estas apreciaciones confluyen en la corriente en la que se enmarca Mutantia, la Nueva Era, en la cual se busca perpetrar una transformación de amplio espectro, un cambio de dirección cuyo objetivo ulterior es, en parte, la formación de individuos autónomos, conscientes, espirituales, en comunión con una naturaleza sacralizada. En palabras de Bateson (1968), el ser humano posee una mente intencional que desequilibra la naturaleza y una mente inconsciente armónicamente asociada a la naturaleza. En virtud de ello, el camino que le abra paso a esa mente no intencional convertiría a los seres humanos en equilibrados y armónicos con ese mundo natural; mientras que, por el contrario, la perturbación de esa conciencia lo convierte en un ser pernicioso. Así, al decir de Carozzi (1999), “la atención a las sensaciones y el contacto corporal, la actualización de potencialidades, la armonía con la naturaleza y la creencia en la energía universal” (p. 20) se constituyen en elementos propios de la contracultura, abocados, ahora, a técnicas y experiencias grupales en búsqueda del desarrollo de la potencialidad interior.

Por segunda vez encontramos la transcripción de un discurso brindado por el papa Juan Pablo II, en este caso, frente a la UNESCO, en el que se resalta la importancia y funciones de la cultura en la vida del hombre, de las naciones y de la humanidad a la luz del mensaje de Cristo. Bajo el título “Alianza entre la ciencia y la conciencia”, Juan Pablo II (1980b) sentencia que el futuro se encuentra amenazado: “Esto se ve tanto en el terreno de las manipulaciones genéticas y de las experimentaciones biológicas, como en el de las armas químicas, bacteriológicas o nucleares” (p. 37). También se encuentra la alusión a la amenaza nuclear: “El materialismo de nuestra época y la decadencia de los valores morales han llevado a nuestro mundo a una situación de inestabilidad, a un equilibrio frágil que puede ser destruido de un momento a otro” (Juan Pablo II, 1980b, p. 37). Esta no fue la única intervención del pontífice sobre este asunto, ya que un año más tarde, en Hiroshima –ciudad que sufrió la explosión de la primera bomba nuclear–, realizó un llamamiento a la paz, al desarme y a la prohibición nuclear.

En “Una filosofía para el siglo XXI”, se indica que la “ecofilosofía significa compromiso con los valores humanos, con la naturaleza, con la vida misma […] ninguna filosofía puede triunfar a largo plazo si no intenta comprender la naturaleza y la vida en términos de compasión” (Skolimowski, 1980, p. 83). De esta forma, lo ambiental es encarado desde un plano hasta el momento no trabajado: la relación hombre-naturaleza en términos humanísticos:

La ecofilosofía es consciente de lo ambiental y lo ecológico […] la ecofilosofía excede la cuestión del cuidado de nuestros recursos naturales. Ser ecológicamente consciente no sólo significa dar importancia e inventariar con sensatez los recursos existentes y abogar por medidas y leyes severas para que esos recursos duren más; también significa reverenciar la naturaleza y hacernos conscientes de que somos una extensión de la naturaleza lo mismo que la naturaleza una extensión de nosotros. (Skolimowski, 1980, p. 83)

En este sentido, los valores humanos son considerados indispensables para establecer un lazo con la naturaleza.

El tercer número de 1980 comienza con una enunciación dirigida a la defensa del proyecto que encarna Mutantia

¿Qué dicen nuestros críticos? Algunos reprueban que haya en nuestras páginas muchos autores “extranjeros”: ignoran que la lucidez implacable no tiene fronteras. Otros creen que estamos repitiendo nostálgicamente los sloganes contraculturales de los años setenta: ¡qué miopía! Y no faltan los que para desacreditarnos aseguran que escribimos con tinta roja en verdad lo hacemos con tinta verde (ecológica, claro). (La próxima ola, 1980, p. 3)

En estas palabras se vuelve a legitimar la idea central de esta revista como representante de un nuevo movimiento, que considera posible la transformación del ser y que promueve una cosmovisión en armonía con la naturaleza, en la que el cambio social, la paz y la ecología se presentan como ejes rectores en estas páginas. Y lo consiguen empleando como vehículo de comunicación a Mutantia, como herramienta para profundizar los vínculos a través de la difusión de esta perspectiva.

En “Las conexiones multinacionales: quién hace qué y dónde”, el recuadro contiene un listado de compañías occidentales que tienen intereses en la investigación en aprovechamiento de energía solar. Lejos de considerarse un avance hacia la utilización de energías alternativas, esta incursión se presenta como una diversificación de las grandes compañías norteamericanas y europeas con fines lucrativos. Si el costo de transmisión de electricidad, por ejemplo, resulta menor y se consigue mayor ganancia, entonces se puede considerar favorable. Pero si la opción por la alternativa conduce a una mayor inversión por la misma capacidad de lucro, la aventura llega a su ocaso.

Mutantia como herramienta de transformación en 1981

Con tres números en su haber, Mutantia, nuevamente, les recuerda a sus lectores que ha surgido como una herramienta de transformación: “Hablamos de la persona, de su capacidad de percepción y de la ampliación del área de conciencia” (El arte de sembrar, 1981, p. 3). La nota titulada “La sincro-fluencia” sostiene la importancia de la maximización de la ética ecológica, que permitirá incrementar la calidad ambiental con el consecuente incremento del bienestar de todas las especies, la humana incluida, mientras que en “Hacia una visión planetaria” se rescata la relación entre la visión espiritual y las preocupaciones prácticas en materia ambiental. Así encontramos que “uno de los tópicos principales que capturan la atención de la gente es la ecología, formas alternativas de energía, agricultura, biorefugios, aldeas de energía solar, transformación social y política” (Spangler, 1981, p. 91).

En relación con esta propuesta, “Primera aldea solar” es el título de un recuadro en el cual se plantean las ventajas de los sistemas energéticos con base en paneles solares. El papel de la energía solar para la generación de electricidad y calefacción también es un tema recurrente en la actualidad, esto permite establecer la preocupación prematura de estos actores con respecto a las problemáticas ambientalistas.

En el quinto número (de 1981), una nota del propio director titulada “Una generación biosférica” señala cómo tanto la política como la tecnología contribuyen a la neonaturaleza:

No es posible retorno alguno al Edén. El regreso a la naturaleza puede ser una opción para unos pocos, pero la civilización no puede ocupar las montañas del norte de Nuevo México. Muchos de aquellos que escaparon hacia las montañas meramente hicieron una jugada en la dialéctica de las sobreconversiones. (Grinberg, 1981, p. 7).

Lo que en los 70 era considerado como la solución para evitar la enajenación, el retorno a la vida campestre y al contacto con la naturaleza salvaje en este caso se entiende como una salida que, en el mejor de los casos, es temporal. Pero no permite el inicio de un nuevo ciclo para una nueva civilización consciente de su ser interior y de sus responsabilidades: “La creación de una sociedad nueva es para-política porque al mismo tiempo que se desarrolla una especie de lateralidad, se opone activamente a la entronización de la falacia” (Grinberg, 1981, p. 7)

En última instancia, se trata de brindarle un lugar a la experiencia que involucra sabiduría y una vida interior consciente no sujeta a imposiciones, a la firme convicción de que el ser humano cuenta con una esencia interior impoluta, solemne y en armonía con la naturaleza y el universo.

“La tierra pide clemencia” es otra nota de este número que aborda la problemática del trabajo agrícola vinculada no solo a la producción, sino también a la calidad de los alimentos que ingerimos los seres humanos. El empleo de pesticidas, agroquímicos, herbicidas, fertilizantes, fungicidas alteran la producción y también la composición de la tierra donde se cultivan los alimentos: “Si en lo que a cereales se refiere todavía se puede encontrar algún agricultor que cultive sin agroquímicos […] con respecto a las hortalizas esto es casi imposible” (Grupo Interdisciplinar para el Desarrollo de Ecoalternativas, 1981, pp. 12-13). El empleo de agroquímicos para combatir las plagas implica también riesgos para la salud humana, puesto que lleva implícito la contaminación del suelo, aire, agua.

Por lo que refiere a la preocupación generada por el tema nuclear, nuevamente Mutantia se hace eco del asunto en la nota “Desechos nucleares: los mitos y la realidad”, en la que se presentan diferentes falacias sobre la utilización de energía nuclear que son contrarrestadas por un cúmulo de respuestas con datos precisos que desmienten esos mitos. Entre los principales argumentos erróneos se encuentran que la energía nuclear genera menos desechos que las usinas de carbón, que el ciclo del combustible nuclear es más inocuo que el uranio y que las consecuencias de un accidente nuclear serían mínimas, entre otros.

En la nota “La ecología en la vida cotidiana” se enfatiza el irracional incremento del consumo de recursos naturales, el aceleramiento del ritmo de devastación ambiental, el aumento de las zonas desérticas, la contaminación de ríos y mares, etc. Se apela a la concientización individual:

Es necesario que nos concienticemos de que la Tierra es como una nave espacial de la cual somos tripulantes […] el éxito de una misión depende de la colaboración y armonía de todos sus tripulantes […] debemos hacer un análisis crítico de nuestras actitudes y hábitos de vida”. (La ecología en la vida cotidiana, 1981, p. 100)

En la edición de mayo-junio de 1981 se encuentran dos notas: una sobre “Armamentos o supervivencia” y otra cuyo título reza “Energía nuclear y tercer mundo”. En ambos casos se mencionan los cambios climatológicos, la deforestación, los peligros de los metales pesados, los daños ambientales causados por los enfrentamientos bélicos, el crecimiento peligroso del arsenal nuclear como amenaza para la humanidad, el empleo de armas químicas y biológicas y la proliferación de armas atómicas. Mientras que en “Apagón ambiental”, otra nota del mismo número, se compara el avance de las tropas nazis con el avance en la destrucción ambiental: “Se están apagando una tras otra las luces con que la naturaleza ha iluminado la Tierra durante millones de años; están cerrando las estaciones que despachan los trenes cargados con vida para quienes habitamos este planeta” (Stutzin, 1981, p. 95).

En el número 8/9 de 1981 se retoma la idea de ataques nucleares en “Si atacaran Filadelfia…”. La siguiente nota en esta edición se dedica a la deforestación de las selvas tropicales, al ritmo de la desaparición de sus especies vegetales y animales junto con las consecuencias para la vida del ser humano:

La deforestación está arrasando con los últimos remanentes de la selva primaria para proveer al mundo combustible, papel, madera para muebles y viviendas, sin contar la sustitución del monte para la agricultura, los asentamientos humanos y desarrollos de la carretera trans-amazónica. (Physicians for Social Responsibility, 1981, p. 99)

La mutacción entre 1982 y 1983

En el primer número de 1982 se expone, una vez más, el compromiso de Mutantia con la transformación, la vida, el trabajo concreto y la expansión del campo de conciencia: “Nuestro mensaje se va dando acumulativamente, número tras número […] Pero ahora debemos ir más allá de la retórica y los anhelos […] se trata de fusionar la mutación de la cual nos descubrimos como para con la acción” (Mutacción, 1982, p. 4). Al mismo tiempo, publican una nota titulada “Una introducción al plutonio”, en la cual se explica qué es, cuál ha sido su utilización en la historia y las amenazas que acarrea. El número 12 continúa el tratamiento sobre energía nuclear y sus consecuencias en entrevistas, como “Corte de pálida, habla Helen Caldicott”,11 y notas tales como “La extracción de uranio nos amenaza”.

En abril de 1983 salió el número 13 de Mutantia con una nota titulada “La actitud ecologista”, en la que se procura responder la pregunta sobre qué es el ecologismo: “No es una ciencia, ni una ideología, ni un partido político, ni una nueva religión, ni mucho menos una moda pasajera, ni un negocio […] podría ser entendida mejor como una actitud determinada frente al mundo” (Wilches Chaux, 1983, p. 9). Se puntualiza en marcar la diferencia entre el conservacionismo, el ambientalismo y este ecologismo que no tiene como objetivo principal “la conservación de los recursos naturales no renovables, ni la supervivencia de las especies de flora y fauna en peligro de extinción, ni la pureza de los ríos, la atmósfera y el suelo”, por el contrario, “el objetivo del ecologismo, su razón de ser es la construcción de una sociedad más justa, más verdadera, más estable” (Wilches Chaux, 1983, p. 9).

Esto no significa que el ecologismo reniegue de la naturaleza, antes bien procura que el desarrollo del ser humano se concrete sin la opresión sobre el prójimo, que la cultura humana no implique la destrucción del medioambiente, que la vida no se desarrolle en la destrucción de otras formas de vida. Castells (2009) realiza una tipología de estos movimientos y establece la diferencia entre los dos últimos. Para este autor, el ambientalismo incluye “todas las formas de conducta colectiva que, en su discurso y práctica, aspiran a corregir las formas de relación destructivas entre la acción humana y su entorno natural” (p. 201), mientras que por ecologismo advierte “una serie de creencias, teorías y proyectos que consideran a la humanidad un componente de un ecosistema más amplio y desean mantener el equilibrio del sistema en una perspectiva dinámica y evolucionista” (p. 201). A continuación, se encuentra “Somos huéspedes de la tierra y debemos el alquiler”, una nota en la que el énfasis se encuentra en la alimentación saludable y natural.

En la nota “La mujer y el futuro” se reproduce el discurso brindado por la referente del Partido Verde alemán Petra Kelly,12 quien expone las relaciones entre ecología y feminismo. El “feminismo ecologista” es un término acuñado por Françoise d’Eaubonne en 1984 para definir el potencial de las mujeres para llevar adelante una revolución ecológica, y es una corriente con diversidad de enfoques, criterios y perspectivas. El “ecofeminismo” es un término empleado para referirse a la variedad de relaciones entre la naturaleza y las mujeres. Al mismo tiempo, esta corriente se focaliza también en establecer los vínculos existentes y cuestionar la opresión patriarcal y la destrucción de la naturaleza en virtud del progreso y del beneficio. Así, las preocupaciones por las transformaciones ambientales, también de la historia ambiental, son abordadas introduciendo la perspectiva de género en sus análisis. Las complejas dinámicas de poder entre hombres y mujeres son una arista importante a tener en cuenta para poder entender la forma en la cual cada género se ocupa de la producción, conocimiento y modificación del ambiente.

En el número 15/16 de 1983 aparece un recuadro sobre “¿Qué pasa con el clima?”, en la que se explican los motivos del calentamiento global; en “Lo nuclear son la bomba y los desechos” se retoma la preocupación sobre el uso de la energía nuclear; mientras que en “El desafío ecologista” se describe y analiza al movimiento ecologista. En el editorial de diciembre de 1983 se enumeran las organizaciones no gubernamentales a las que el equipo13 de Mutantia, más precisamente su director, se fue adscribiendo con el correr de esos años:

Iniciativa Planetaria para el Mundo que Elegimos y el Centro de Enlace para el medio ambiente, y además el Departamento de Asuntos del Desarme de las Naciones Unidas […] Así es como estamos trabajando con el flamante Movimiento Ecologista latinoamericano, con la Liga de Resistentes a la Guerra y con Redes situacionales de todo tipo y ubicación en el planisferio (Vilanova, 1983, p. 3).

Además, un recuadro anuncia que la Argentina se convertía en el octavo país del mundo con posibilidades de producir uranio enriquecido. Bajo el título “Argentina, potencia nuclear” se comunicaba que la Comisión Nacional de Energía Atómica había informado de esta novedad:

Ello implica una mudanza radical en los proyectos nucleares argentinos, inicialmente centrados en la generación de electricidad mediante el uso en reactores de uranio natural moderado con agua pesada. La opinión pública, escasamente informada, no está en condiciones de diferenciar entre el U-235, el U-238 y el plutonio, pues el carácter estratégico del tema ha escamoteado el debate abierto del asunto en nuestro país. (Argentina, potencia nuclear, 1983, p. 31)

A este recuadro lo secunda la nota “Mortandad de peces en ríos de uranio”, en la que se explicitan los perjuicios en materia ambiental y de salud por la construcción de un submarino nuclear y la contaminación en las aguas por la utilización de este metal.

Para la época en la Argentina, con escasa o nula cobertura informativa y difusión, un fallo judicial sentenció la prohibición en todo el territorio del producto químico 2,4,5-T, un herbicida utilizado en Estados Unidos durante la guerra de Vietnam para “eliminar las moscas boscosas donde se pudieran ocultar los insurgentes” (Grinberg, 2004, p. 225). Este proceso se presentó como corolario de una larga lucha librada durante la última dictadura por Alberto Kattan (abogado) y Antonio Brailovsky, junto a Juan Schöder (ciudadanos argentinos), con el apoyo dado por el Taller de Ecología de la Unión Cívica Radical. Este producto acarreaba un severo impacto ambiental matando o bien dañando la vegetación, siendo tóxico para los animales, especialmente los acuáticos. Además, diversos estudios concluyeron en la influencia de este veneno en los diagnósticos de cáncer, envenenamiento, alteraciones en la piel y desórdenes neurológicos.

La eco-humanidad en acción en 1984

El número 18 (de 1984) abre con el editorial “El día antes”, en el que se hace alusión a la película homónima y se refuerza la existencia de ojivas nucleares como amenazas reales. En tal sentido, declaran:

Mutantia ha decidido comprometerse con el proyecto Bomba de Paz iniciado en Canadá como parte de la Red Planetaria de Pensamiento Positivo, y colaborará ampliamente con las actividades planeadas a nivel internacional para octubre de 1984 dentro de la Semana del Desarme promovida por Naciones Unidas. (El día antes, 1984, p. 3)

Como consecuencia, se buscó acompañar las manifestaciones con acciones concretas de métodos efectivos con una organización clara y fuerte.

Una nueva referencia al Partido Verde alemán se encuentra en “Alternativos, ecológicos, pacifistas y el Partido Verde alemán”. Esta nota relata la visita de un miembro de este partido a la Argentina para intercambiar acciones con los grupos alternativos del país, al tiempo que describe la lucha de estos alemanes contra la construcción de pistas de aterrizaje en medio de bosques en Fráncfort, la oposición de las centrales nucleares y una breve semblanza sobre este partido.

Por último, en mayo de 1984 se lanzó el número 19, con el anuncio “Nace la Red Ecológica Nacional”, que surgió de la inquietud de diversas personas vinculadas a organizaciones no gubernamentales alertadas por las preocupaciones medioambientales en el país.

Tampoco este fenómeno tuvo repercusión en los grandes medios de comunicación de la época. Fueron alrededor de 30 agrupaciones independientes con una plataforma concreta ecologista, antinuclear, pro energías renovables y agricultura orgánica. Algunas de ellas fueron: Centro de Protección de la Naturaleza, Fundación para la Defensa del Medio Ambiente, Comité Córdoba de Conservación de la Naturaleza, Fundación Tierralerta, Movimiento Argentino Ecológico, Asociación Ambientalista del Chaco.

En la Figura 2 se puede visualizar la frecuencia con la que se presentan los temas por año.


Figura 2. Cantidad de referencias a temas ambientales por año (1980-1984). Fuente: elaboración propia con base en los datos de la revista Mutantia.

Para comprender cabalmente estos datos es menester recordar sucintamente que en la década del 60 se procuró abrir el debate sobre el medioambiente y se esbozaron los primeros lineamientos para discutir los parámetros sobre cómo la sociedad se relaciona con su entorno, mientras que la década siguiente se caracterizó por el surgimiento de movimientos activos y se asentaron las primeras demandas ambientalistas, producto del surgimiento de problemáticas que afectan a la naturaleza a nivel global. Estos nuevos movimientos concibieron la necesidad de luchar, individual o colectivamente, con objetivos concretos que permitían concientizar a la sociedad respecto al daño causado por el ser humano en el mundo natural. Es decir, buscaban alternativas capaces de satisfacer las demandas de cambio que, además, permitieran crear entre el ser humano y la naturaleza un vínculo no destructivo ni de opresión. Finalmente, en la década del 80, esa confianza depositada en los organismos internacionales, como el Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, capaces de elaborar elocuentes discursos proclives a la ejecución de nuevos planes y políticas en beneficio del ambiente, se diluyó. En su lugar se generó un desafío renovado; los problemas ambientales continuaron siendo los mismos que en las dos décadas anteriores.

En Argentina, el pensamiento medioambiental desarrollado se debe evaluar a la luz de las propuestas que se fomentaron, las actividades que se promovieron y las repercusiones que tuvieron sus precursores. En este punto, entonces, podemos asegurar que los valores sociales, culturales y ambientales que se impulsaron se catalogan como el logro más elocuente y significativo. Esto no implica que los problemas ambientales hayan desaparecido, por el contrario, exigen reflejar las alteraciones y el deterioro del mundo natural, como también acompañar esas demandas retóricas con una modificación radical de los modos de producción y de consumo, lo que implica transformar la organización social, cultural, económica y personal. Es la confluencia de procesos políticos, decisiones económicas y acciones colectivas la pauta necesaria para cargar de sentido ese discurso ambiental. El análisis propuesto en este trabajo nos permite dar cuenta de la importancia y necesidad de comunicar estos temas, colocándolos en el debate público y en la agenda mediática, aunque, en el caso de Argentina, el discurso ambiental mediatizado ha encontrado renuencia en la prensa gráfica nacional, obligando a la creación de nuevos espacios de debate y concientización por fuera de la cultura dominante.

Independientemente del alcance global que tenga la temática ambiental, las referencias se brindaron en forma aislada. Las expresiones en defensa de la naturaleza se proyectaron en espacios dispersos, como la revista contracultural analizada, en la que la temática ambiental compartía las páginas con otras cuestiones propias de la época y de la curiosidad de sus protagonistas. Fue producto del esfuerzo e interés de sus promotores que este medio trascendió las fronteras nacionales.

Desde la década del 60, Grinberg impulsó la creación de redes de contacto con publicaciones que compartían los mismos pilares que su proyecto. Al igual que esta revista, esos medios gráficos de Latinoamérica vislumbraban los ejes rectores del cambio personal, social y cultural que se requería y que daban testimonio de ello entre sus páginas. Mutantia atravesó los últimos años de dictadura y la transición democrática en medio de su declaración de valores. Se vislumbra la cooperación nacional y regional que buscaba gestar un nuevo grado de conciencia global, más espiritual y en armonía con nosotros mismos, los otros y el ambiente. Se sostenía el afán por intervenir en los cambios de la época y promover incesantemente un imperativo transformador.

La trama nodal del discurso en esta revista se evidencia, en términos de Wodak (2003), con un topoi que permite establecer el esquema argumentativo de la publicación, como se indica en la Tabla 1.

Tabla 1. Esquema argumentativo en Mutantia

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Fuente: elaboración propia con base en el análisis de la revista Mutantia.

Los datos presentados nos permiten identificar en Mutantia un mecanismo peculiar en su forma de abordar las temáticas que preocupan. Esta revista estaba integrada por un grupo de individuos que habían transitado las décadas del 60 y del 70 en actividad y que aún traían consigo en alto esas banderas:

Pertenezco a una generación no vista con buenos ojos en ninguna parte […] con visiones místicas y vibraciones cósmicas […] que se ha tratado de caracterizar a contramano, que ha sido reprimida y tergiversada metódicamente y que […] todavía no ha desaparecido. (Grinberg, 1983, p. 7)

La construcción del discurso en Mutantia se presenta como una muñeca rusa, una mamushka que encierra la idea fundamental de la transformación como pilar sustancial por encima de todo. Un cambio individual y de conciencia.

Discusión y algunas reflexiones

En Mutantia radica una demanda por una expansión de conciencia, pero no para que tengamos cuantitativamente más espacio para la recepción de información. Por el contrario, una conciencia cualitativamente diferente, con una visión más profunda en la que prime ese ser interior, con la posibilidad de establecer una conexión con él y también con la naturaleza como parte de la Creación. Esto tiene que ver con el planteo de Kierkergard, para quien cualquier verdad que se busque y alcance tiene que ser por fuerza una verdad existencial y subjetiva hondamente personal. Por consiguiente, cualquier elemento extraño a esta singularidad es un engaño que aparta fatalmente de la senda: “Ya no se trata de acopiar información sino de encarnar holísticamente la vida” (Eco-ternura, 1982, p. 5).

Dentro de esta mamushka gráfica encontramos una segunda pieza que contiene el tema religioso/espiritual como telón de fondo. Si bien reniegan de las doctrinas, se presentan anticlericales, horizontales y plurales, no se debe perder de vista que reproducen en sus páginas en dos ocasiones el discurso del papa Juan Pablo II. Así, lo colocan como voz autorizada y legitimadora de esa propuesta de cambio que intentan llevar adelante. Al mismo tiempo, se ponen en juego diversas expresiones espirituales unidas vinculadas también con los ciclos de creación y destrucción de la naturaleza. Se busca la empatía con todos los seres vivos que habitan la Tierra y con el Universo, donde ninguna domine a la otra, sino que todas puedan convivir en completa armonía: “La Tierra es un Paraíso, el único que vamos a conocer. Nos daremos cuenta de ello en el momento que abramos nuestros ojos” (Eco-ternura, 1982, p. 5). Asimismo, el terreno espiritual conlleva la

capacidad de relación y conexión que todos los seres tienen entre sí, generando informaciones y constituyendo la red de energías que sustenta todo el universo. Esta matriz relacional se hace consciente en el individuo y por eso puede hacer historia y fundamentar un proyecto de vida que lleva la marca de la naturaleza del espíritu. (Boff, 2013, p. 181)

Esta dimensión espiritual despierta en el individuo sentimientos nobles, y quien consiga “mantener y alimentar esta dimensión de la profundidad en medio del mundo exterior y los vaivenes del mundo interior experimentará un sentimiento de realización y armonización con el Todo para el que no hay palabras adecuadas” (Boff, 2013, p. 182).

Una tercera pieza se desprende de estas dos anteriores: el pensamiento ecológico. En este caso, siguiendo el razonamiento antes expuesto, Grinberg, en tanto director de esa revista e integrante del movimiento contracultural (además de partícipe de diversas iniciativas promotoras del cuidado del medioambiente), se presenta como el mesías de ese pensamiento, como aquel que lleva la palabra entre los fieles que siguen en su camino al líder espiritual: “Gea, nuestra hermana Tierra, se liga a esta evolución consciente de modo inequívoco […] En verdad, de esta alianza entre nosotros y Gea surgimos como evolución”, dice el director en el editorial del número 12 (de 1982). En consecuencia, se potencia la noción de armonía entre hombre y naturaleza. Esta última se presenta también como agente de cambio histórico con el cual se puede interactuar y tiene identidad propia. Se requiere de una transformación que apunte a un cambio de paradigma, como plantea Boff (2013), que modifique la forma que tiene el ser humano para relacionarse con la naturaleza, como también otros modos de producción y un consumo moderado. Esto implica, entonces, un cambio de civilización que sea “más amante de la vida, más ecoamigable y más respetuoso de los tiempos, las capacidades y los límites de la naturaleza” (p. 12).

No se puede desconocer que la preocupación por los problemas ambientales no es una cuestión nueva, pero sí vale resaltar que es en la década del 80 cuando cobra una relevancia sustantiva y se incrementa la cantidad de organizaciones que toman partido por la naturaleza. En la Argentina, sin embargo, las voces que se proclaman en virtud de estos temas son aisladas. Además, se puede advertir la creciente preocupación que existía para la época con respecto a la utilización de energía nuclear, el usufructo de recursos naturales no renovables como fuentes generadoras de energía y sus consecuentes secuelas. Esta situación se da de bruces con el desarrollo tecnológico y con los procesos económicos, pilares del sistema que rige la producción en Occidente.

Este proceso de concientización se plasmó en espacios de reflexión, como esta revista, organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales con base en la Argentina. Como ejemplos de la década podemos citar: Multidiversidad de Buenos Aires, que hizo hincapié en la pedagogía ecológica de 1982 (de la cual tanto Grinberg como otros miembros del staff de Mutantia eran parte protagonista), Fundación para la Defensa del Ambiente en Córdoba (1982), Taller Ecologista de Rosario (1985), Fundación Ambiente y Recursos Naturales (1985) y Red Nacional de Emergencias Ambientales (1986). También se deben incluir los talleres ecologistas que los propios realizadores de Mutantia empezaron a dar durante esta década, junto con conferencias sobre el tema; por ejemplo, además de tratar la utilización de energía nuclear y metales pesados, se suma el uso de agrotóxicos para combatir especies consideradas como plagas. Herbicidas y plaguicidas son sustancias que no solo terminaron afectando la producción y las especies animales y vegetales aledañas, sino también la salud de las personas que vivían y trabajaban en esos cultivos.

Los espacios para divulgar estas calamidades en los medios de comunicación del momento eran escasos o nulos. Por esa razón, plataformas como Mutantia cobraron trascendencia. Tal vez sin advertirlo, pero definitivamente buscándolo, consiguieron abrir el camino para la difusión de temas desconocidos, tergiversados u ocultados por la prensa. Lo hicieron, en este caso, a través de una vía alternativa: no colocando el énfasis en la denuncia, sino llevando a la praxis sus reivindicaciones. Como afirma Boff (2013),

El nivel más alto de consciencia, el espiritual, nos convencerá de que hemos de amar más la vida que el capital material, evitar todo tipo de daño a la biosfera y extraer de la Tierra tan solo lo que realmente necesitamos para vivir con suficiente holgura y decencia. (p. 184)

Este proyecto plasmó esa idea creando una red de redes, en la que se encontraron nuevas organizaciones menos jerárquicas en completo rechazo hacia el autoritarismo, con objetivos específicos, en interacción con el prójimo, en la que la cosmovisión que legitimaba ese cambio de perspectiva y profundización de la percepción prevalecía gracias a la autonomía del individuo en contacto con su esencia, con la energía del universo y con la naturaleza.

 

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Notas

[←1]

Este trabajo es parte de la tesis doctoral titulada Surgimiento, conformación y consolidación del movimiento ambientalista en Argentina: Construcciones discursivas, actores sociales e

ideología (1960-1990) (Dichdji, 2020).

[←2]

Desde su primera edición hasta el número 14, de 1983, esta revista mantuvo como subtítulo la frase “Zona de lucidez implacable” acompañando cada entrega bimestral, en consonancia con la esencia que se transmitía en sus páginas. Sin embargo, a partir del ejemplar 15/16 de ese mismo año, el lema de Mutantia se modificó por “Eco-humanidad en acción”, haciendo referencia a otra idea que primaba en sus páginas: ser un “nexo dinámico para incentivar la artesanía de la transformación, simultáneamente en el corazón individual y en la realidad social” (Eco-humanidad en acción, 1983, p. 3). De esta manera, se acentúa el interés por lo que denominan “evolución consciente”, que permite estimular la acción de: “Seres de múltiples credos, religiones, edades, posiciones, experiencias, nacionalidades y capacidades […] asumiéndose como portadores de ternura militante en tiempos de jaurías despiadadas. Saben algunas cosas, y a partir de ellas están tomando el presente en sus propias manos” (Eco-humanidad en acción, 1983, p. 3). El objetivo de la publicación sigue siendo el mismo que le dio origen; en palabras del propio editor: “Recuperar el planeta como zona de fertilidad incomparable […] para eso están nuestras páginas […] La eco-humanidad avanza para construir una comunión con los condenados de la tierra. Más poderosa que los megatones, más noble que cualquier verdad, mansa, tranquila e inexorable” (Eco-humanidad en acción, 1983, p. 3).

[←3]

La expresión lost generation fue originariamente acuñada por la escritora norteamericana Gertrude Stein, e identificaba a los escritores norteamericanos entre finales de la Primera Guerra Mundial y la crisis de 1929. Esta “generación perdida” estaba integrada por John Dos Passos, Ezra Pound, Erskine Caldwell, William Faulkner, Ernest Hemingway, John Steinbeck, Sherwood Anderson y Francis Scott Fitzgerald.

[←4]

La “generación beat” hace referencia a un conjunto de escritores estadounidenses de la década de 1950, cuyos referentes fueron Allen Ginsberg, William Burroughs y Jack Kerouac. Este movimiento expresaba el descontento frente al sistema estadounidense.

[←5]

Militar argentino, miembro de la Junta Militar y presidente de facto desde 1976 hasta 1981.

[←6]

Militar y miembro de la Junta Militar, quien, durante la última dictadura, asumió la presidencia en 1981.

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Isidoro Cañones es un personaje de historieta argentino creado por Dante Quinterno, que refleja a un ser cobarde, con defectos, el arquetipo de porteño (ciudadano que vive en la Ciudad de Buenos Aires).

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Poeta y escritor judío que tejió vínculos con Thomas Merton y Allen Ginsberg, quienes le abrieron las puertas a la meditación y al budismo tibetano. Se autodefine como ecuménico y se ha caracterizado por desplegar una filosofía ecológica y animista a lo largo de sus publicaciones. Mutantia no ha sido la excepción a este criterio, sino la regla.

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Se considera que los recuadros pueden ser textos que complementan y resaltan la nota principal o bien que constituyen espacios acotados que brindan una información única sobre el tema de interés.

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El material que figura en la revista y es analizado en esta investigación (recuadros, entrevistas, notas –a excepción de los editoriales– y las cartas abiertas) en su inmensa mayoría no estaban firmadas. No obstante, pueden rastrearse ejemplos –como los que citamos en las referencias del presente trabajo– en los que sí hay registro de autoría.

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Militante antinuclear y médica australiana que acusó a la fábrica de chocolates Hershey Foods Corporation de distribuir alimentos contaminados con estroncio 90 luego del accidente de la central nuclear de Three Mile Island.

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Petra Kelly fue una representante política, cofundadora del Partido Verde alemán, ferviente militante feminista y ecologista.

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El jefe de redacción de Mutantia era Jorge D’Almato, que también participó de otros proyectos similares décadas previas, como Expreso Imaginario (1976-1983). Luego de formar parte de GIDEA (Grupo Interdisciplinar para el Desarrollo de Eco Alternativas), D’Almato contó con mayor experiencia en el campo para sumarse a este nuevo programa; era el encargado de realizar la inmensa mayoría de los aportes junto a Grinberg. Sin embargo, la revista se nutría también de un staff integrado por Antonio Dal Masetto y Juan Carlos Kreimer, ambos integrantes de la mítica Eco Contemporáneo de los 70, dirigida también por Grinberg; Cristina Rafanelli, colaboradora de Expreso Imaginario; Daniel Mourelle y Alejandro Piscitelli. Los nombres repetidos a lo largo de las tres publicaciones no resultan casuales, dado que después de reiteradas y prolongadas interrupciones militares, esa resistencia cultural, junto a los diferentes reductos que se fueron instalando dentro de los medios contraculturales y las banderas que defendían, finalmente comenzaron a manifestarse en otros espacios. En este sentido, los protagonistas de aquellas páginas en Eco Contemporáneo y Expreso Imaginario se encauzaron en diversos proyectos; entre ellos, rescatamos a la revista Mutantia.