Austral Comunicación

ISSN-L 2313-9129

ISSN-E 2313-9137

Volumen 14, número 3, 2025

e01435

Crónica, un diario para los hombres del “pueblo”: Representaciones en torno a las masculinidades durante el gobierno de Illia (1963-1966)

Carlos Sebastián Ciccone*

https://orcid.org/0000-0002-0908-4082

Centro de Estudios y Análisis Político, Centro Universitario Regional Zona Atlántica de la Universidad Nacional del Comahue – Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Viedma, Argentina.

csciccone@gmail.com

Fecha de finalización: 16 de enero de 2025.

Recibido: 16 de enero de 2025.

Aceptado: 29 de mayo de 2025.

Publicado: 25 de septiembre de 2025.

DOI: https://doi.org/10.26422/aucom.2025.1403.cic

Resumen

Aunque la presidencia de Arturo Illia estuvo marcada por la proscripción del peronismo, el período registró avances en la libertad de expresión y la representatividad de crecimiento de las empresas editoriales y culturales, contexto en el que surgió el diario porteño Crónica. Dirigido a los sectores populares y con una impronta sensacionalista signada por la jerarquización de noticias deportivas y de asesinatos, este medio se inscribió en el proceso de revisión sociocultural que atravesaba la década del sesenta. Es que, bajo el contexto global de la denominada “revolución sexual”, en Argentina fueron puestos en discusión, de manera gradual, grandes pilares de la organización social como el matrimonio indisoluble y las divisiones de roles a partir del género; por ende, también el modelo tradicional de masculinidad de un hombre varonil, viril, jefe de familia y profesional.

Partiendo de entender a los medios de comunicación como actores políticos que construyen representaciones sociales y proponen formas de interpretar al mundo por medio de ideas sobre lo que es aceptable y lo que no según el género, en el presente artículo nos proponemos analizar a Crónica dentro de este proceso de revisión e incipientes cuestionamientos al modelo de familia. A partir del estudio cualitativo, estudiaremos las representaciones que construyó a lo largo de sus primeros años en torno a las masculinidades dentro de las secciones deportiva, policial, de espectáculo y femenina.

El corpus documental delimitado considera los ejemplares de Crónica publicados entre el 29 de julio de 1963, fecha de su fundación, y el 28 de julio de 1966, momento en que se produjo el derrocamiento al gobierno de Illia y el posterior inicio a un gobierno dictatorial caracterizado, entre otras cosas, por la censura, la persecución y la defensa de los valores tradicionales de la civilización cristiana occidental.

Palabras clave: diario Crónica, representaciones sociales, gobierno de Illia, masculinidades.

Crónica, a newspaper for the men of the “people”. Representations around masculinities during the Illia government (1963-1966)

Abstract

Although the presidency of Arturo Illia was marked by the proscription of Peronism, the period saw advances in freedom of expression and the representativeness and growth of publishing and cultural enterprises, a context in which the Buenos Aires daily Crónica emerged. Aimed at the popular sectors and featuring a sensationalist approach characterised by the prioritisation of sports and crime news, this outlet was part of the broader process of sociocultural revision that the 1960s underwent. Indeed, under the global context of the so-called "sexual revolution," Argentina witnessed the gradual questioning of major pillars of social organisation, such as the indissolubility of marriage and gender-based role divisions; thus, the traditional model of masculinity -a virile, strong man, head of the household, and a professional-.

Understanding the media as political actors that construct social representations and propose ways of interpreting the world through ideas about what is and is not acceptable regarding gender, this article proposes to analyze Crónica within this process of revision of the family model. Based on a qualitative study, it will examine the representations of masculinities that Crónica constructed during its early years within the sports, police, entertainment, and women's sections.

The documentary corpus includes the issues of Crónica published between 29 July 1963, the date of its foundation, and 28 July 1966, when the Illia government was overthrown and a dictatorial government took office, characterized by censorship, persecution, and the defense of the traditional values of Western Christian civilization.

Keywords: Crónica newspaper, social representations, Illia’s government, masculinities.

Crônica, um jornal para os homens do “povo”. Representações sobre masculinidades durante o governo Illia (1963-1966)

Resumo

Embora a presidência de Arturo Illia tenha sido marcada pela proscrição do peronismo, o período assistiu a avanços na liberdade de expressão e à representatividade e crescimento das empresas editoriais e culturais, contexto em que surgiu o diário portenho Crónica. Voltado para os setores populares e com uma abordagem sensacionalista caracterizada pela priorização das notícias esportivas e policiais, esse veículo se inseriu no amplo processo de revisão sociocultural que permeou a década de 1960. No contexto global da chamada "revolução sexual", os grandes pilares da organização social, como o casamento indissolúvel e a divisão de papéis com base no gênero, foram gradualmente questionados na Argentina, assim como o modelo tradicional de masculinidade de um homem viril, viril e profissional, chefe de família.

Compreendendo a mídia como um ator político que constrói representações sociais e propõe formas de interpretar o mundo por meio de ideias sobre o que é aceitável ou não segundo o gênero, este artigo propõe uma análise da Crônica no contexto da revisão e do questionamento incipiente do modelo familiar. Com base em um estudo qualitativo, serão analisadas as representações que o periódico construiu ao longo de seus primeiros anos em torno das masculinidades nas seções de esportes, polícia, entretenimento e feminino.

O corpus documental abarca as edições da Crónica publicadas entre 29 de julho de 1963, data de sua fundação, e 28 de julho de 1966, quando o governo de Illia foi destituído e um governo ditatorial assumiu o poder, caracterizado, entre outras medidas, por censura, perseguição e defesa dos valores tradicionais da civilização cristã ocidental.

Palavras chave: Crônica, representações sociais, governo de Illia, masculinidades.

Introducción[1]

Para 1960, el modelo de familia y de sexualidad consolidado a lo largo de las primeras décadas del siglo comenzó a ser cuestionado por movimientos culturales de diferentes partes del mundo que, desde un discurso de la heterogeneidad y la liberación, establecieron críticas al poder, a la institucionalización, a las normas y jerarquías (Bellucci, 1992, p. 5). Bajo este contexto global de la denominada “revolución sexual”, en Argentina fueron puestos en discusión, de manera gradual, grandes pilares de la organización social como la pauta nuclear, la natalidad reducida, el matrimonio indisoluble, la doble moral sexual y las divisiones de roles a partir del género (Cosse, 2006).

Y si bien resulta difícil identificar el patrón hegemónico vigente en esos años (Barroso, 2024), comenzó a cuestionarse el modelo tradicional de masculinidad. Este se basaba en la concepción de un hombre varonil, varonil, asociado a la fuerza, la vida pública —de la calle y del trabajo—, competitivo y alejado de la esfera privada, los afectos y las emociones (Nascimento, 2014)[2]. Era, además, una masculinidad vinculada al desarrollo y la experimentación sexual, cuya madurez implicaba logros laborales y la capacidad de constituir y sostener una familia (Cosse, 2006, p. 41; Barrancos, 2008, p. 10).

Aquella revisión y cuestionamiento en torno al “deber ser” que convivió con “un nuevo modelo de masculinidad doméstica, y el acto de pagar por sexo grupalmente parecía ocupar un lugar relevante en la construcción de culturas masculinas plebeyas” (Barroso, 2024, p. 247). Del mismo modo, empezó a surgir un modelo de mujer que puso en tela de juicio los roles femeninos identificados con lo doméstico, la maternidad y la familia (Pérez, 2012; Manzano, 2017).

En términos políticos, todos estos cambios estuvieron ligados a un contexto marcado por la inestabilidad democrática y la alternancia de regímenes políticos de facto y de derecho (Cavarozzi, 2006), en que un amplio sector de la sociedad quedó excluido debido a la proscripción al peronismo. En la primera mitad de la década del sesenta, se produjo el derrocamiento a Arturo Frondizi (en 1962), y las presidencias de José M. Guido (1962-1963) y de Arturo Illia (1963-1966), quien encabezó un gobierno en que el peronismo volvió a la escena electoral, los sindicatos sostuvieron su participación política y se lograron avances en materia de libertad de prensa.

Sin embargo, Illia fue derrocado y los cuestionamientos hacia el modelo de familia y de sexualidad hegemónicos se toparon con el avance del autoritarismo. El 28 de junio de 1966, las Fuerzas Armadas -en complicidad con diversos actores como las corporaciones empresariales, eclesiásticas, gremiales y los medios de comunicación- llevaron a cabo un golpe de Estado que dio inicio al gobierno de facto de Juan Carlos Onganía. A partir de ese momento, se produjo la supresión de los canales representativos, la exclusión de los partidos políticos y la intervención de universidades y espacios culturales. La censura, el control y la violencia fueron las estrategias implementadas en defensa de “las expresiones universales propias de la civilización cristiana occidental” por parte de un gobierno que castigó la homosexualidad, la prostitución y todo aquello que atentara contra dichos valores y la lógica binaria varón-mujer (Simonetto, 2016)[3].

Los movimientos culturales desempeñaron un importante papel en estos años previos al golpe de Estado. Crecieron las editoriales, la oferta y la demanda de revistas, aumentó el público televisivo y se consolidó el “periodismo moderno” surgido a mediados de la década del cincuenta, caracterizado por la renovación generacional, la implementación de avances tecnológicos y una búsqueda periodística de recrear la realidad a partir de datos (Ulanovsky, 1997).

El diario Crónica fue parte de este proceso. Fundado el 29 de julio de 1963 por el Héctor Ricardo García, este medio ingresó al campo periodístico porteño y comenzó a transitar una historia de crecimiento que se materializó en la ampliación de su oferta a tres ediciones (Quinta, Sexta y Matutina), el aumento de su tirada y su posicionamiento entre los diarios de mayor promedio anual de circulación del país (Leciñana, 2003; Ulanovsky, 1997). Con un slogan que lo asociaba a los sectores populares -“Firme junto al pueblo”- y una marcada impronta sensacionalista, construyó desde sus comienzos un estilo periodístico que lo diferenció del resto de la prensa. Primeras planas cargadas de grandes titulares y fotografías impactantes, y ediciones organizadas a partir de secciones en que las noticias deportivas, los asesinatos y los accidentes desempeñaron un papel central, se convirtieron en pilares de un estilo a partir del cual informar a sus lectores.

Partiendo de entender a los medios de comunicación como actores políticos capaces de influir en la forma de percibir los hechos y las personas (Vommaro, 2008), que proponen formas de interpretar al mundo por medio de ideas sobre lo que es aceptable y lo que no según el género a través de representaciones visuales y textuales (Matud, Wangüemert y Espinosa, 2012, p. 10), en el presente artículo nos proponemos analizar a Crónica dentro de este proceso de revisión e incipientes cuestionamientos al modelo de familia, a partir del estudio de las representaciones sociales que construyó en torno a las masculinidades a lo largo de sus primeros años de vida.

El corpus documental delimitado considera los ejemplares publicados por las tres ediciones de Crónica entre el 29 de julio de 1963 y el 28 de julio de 1966. Hemos elegido como punto de inicio el día que Crónica comenzó a circular y como fecha de cierre el golpe de Estado que dio inicio al gobierno autoritario de Onganía, que atentó contra la libertad de prensa y se proclamó abiertamente defensor de los valores tradicionales de la civilización cristiana occidental.

Reconociendo la importancia otorgada al deporte y los acontecimientos policiales, si bien abordaremos las ediciones en su totalidad, centraremos la atención en las noticias pertenecientes a las secciones deportiva y policial; y, en busca de profundizar en las representaciones construidas en términos de relaciones de género, ahondaremos en una de las secciones destinadas -de forma explícita- al público ‘femenino’: CRÓNICA PARA LA MUJER” (también denominada “CRÓNICA FEMENINA”).

En lo que hace a los aportes historiográficos, el campo de los estudios de la prensa con perspectiva de género ha aumentado en los últimos años. En torno a las masculinidades existe una extensa producción. Entre ellas, podemos mencionar los aportes de Eduardo Archetti (1995) acerca de las masculinidades en el fútbol y el tango a través de la revista El Gráfico en las primeras décadas del siglo XX; aportes retomados por Paula Bontempo (2012) en su investigación sobre Editorial Atlántida y por Pablo Scharagrodsky (2022) en su análisis de las tapas de El Gráfico. También, los estudios de Nayla Vacarezza y Ariel Sánchez (2010) sobre la prostitución en la revista Hombre, y de Alfredo Dillon (2011) sobre las representaciones de los varones en Para Ti y Mujeres&Compañía en la década del noventa. Existen, además, análisis de prensa partidaria; por ejemplo, las publicaciones tacuaristas entre finales de la década del cincuenta y principios de los sesenta (Galván, 2012; Campos, 2019) y la revista Somos, del Frente de Liberación Homosexual en los años setenta (Moscoso Cadavid, 2011). Sobre la década del sesenta destacamos las publicaciones de María Laura Schaufler (2017;2018;2019) enfocadas en cuestiones como sexualidades, erotismo y masculinidades en Para Ti, Femirama, Maribel y Gente. A estas podemos sumar estudios sobre los suplementos y secciones dedicadas a las mujeres en otros diarios de la época (Alanís, 2013), e investigaciones sobre casos de violencia contra las mujeres en distintos períodos (Avellaneda, 2010; Lagunas y Lencina, 2010; Laudano, 2011; Martynowskyj, 2013; Meuli, 2019).

No hemos detectado investigaciones sobre masculinidades en Crónica. Sin embargo, destacamos los artículos de María Paula Gago (2017; 2022), cuyos aportes nos han permitido ahondar en las particularidades de la sección policial del diario.

A continuación, tras presentar el marco teórico-metodológico que sustenta esta investigación, caracterizaremos a Crónica a partir de su historia y su estilo informativo; posteriormente, analizaremos las representaciones predominantes en las secciones deportivas, policiales, femenina y de espectáculo; para ello, tomaremos acontecimientos que, independientemente de su grado de trascendencia pública, nos permiten visibilizar regularidades presentes dentro del período.

Marco teórico-metodológico

Inscribimos este estudio dentro de los estudios socioculturales. La prensa escrita proporciona a través de sus páginas lecturas posibles del mundo, construye una actualidad informativa que le es propia, autónoma e irrepetible (Borrat, 1989) a partir de sus valores e ideas, sus objetivos e intereses (Kircher, 2005). Y lo hace valiéndose de criterios que tienen anclaje en un contexto sociocultural específico (Martini, 2000).

En este sentido, los medios de comunicación intervienen en el proceso de construcción de las masculinidades a través de representaciones sociales que vehiculizan con sus discursos la narración de identidades, alimentadas por lazos sociales y políticos que robustecen consensos y conflictos previos. Entendemos las representaciones como “imágenes que construyen los medios de difusión sobre los temas que conforman la agenda pública”, las cuales tienen por objetivo dar cohesión a la comunidad y, a su vez, son parte constitutiva en la conformación de un Nosotros y de Otros (Raiter, 2002, p. 11).

Nosotros/Otros constituye una dicotomía; como tal, implica la existencia de conceptos antagónicos culturales, opuestos entre sí y excluyente (Maffía, 2016). Estos pares de conceptos que han dominado (y dominan) el pensamiento occidental, afirma Diana Maffía, están sexualizados, por ende, establecen relaciones de jerarquía de lo masculino sobre lo femenino.

A la hora de estudiar representaciones en torno a la masculinidad debemos reconocer que su análisis implica un estudio de las relaciones de género (Connell, 2001). La construcción de la masculinidad es un proceso colectivo en que distintas masculinidades se construyen en vinculación y dependencia con otras, y con las distintas feminidades (Carrizo, 2009, p. 2). Como tal, se encuentra permeada por códigos, prácticas, discursos e ideologías “(re)producidas por la cultura y que afecta de manera diferente a hombres, mujeres e instituciones sociales como la familia, la escuela y los sistemas de gobierno” (Nascimento, 2014, p. 43).

 Si bien existen múltiples masculinidades, en cada momento histórico se erige una masculinidad que logra constituirse en hegemónica. En términos de Robert Connell (2001, p. 13), “la hegemonía se refiere a la dominación cultural en la sociedad como un todo. Dentro de ese contexto general hay relaciones de género específicas de dominación y subordinación entre grupos de hombres”. La masculinidad hegemónica visibiliza “la existencia de un sistema de género donde unas formas de masculinidad son jerarquizadas y mejor valoradas que otras, instaurándose legítimamente como norma en que lo masculino se ubica en posiciones de superioridad y dominación sobre lo no masculino” (García, 2015, p. 32). Uno de sus componentes principales es la noción de heteronormatividad, entendida esta como un dispositivo social de prácticas y discursos que establecen a la heterosexualidad como categoría universal, natural y estable, que opera como patrón de prácticas y relaciones sexuales, estructuras familiares e identidades (Hiller, 2017, p. 182).

En lo que respecta a la metodología, realizaremos un análisis cualitativo considerando los aportes del Análisis Crítico del Discurso (ACD). En consonancia con el enfoque de los estudios socioculturales, el ACD considera las estructuras de texto y su contexto cognitivo, social, cultural e histórico de producción y circulación, así como las características estructurales y coyunturales dan sentido a los significados e interpretaciones que el discurso conlleva (van Dijk, 1997).

A través del análisis buscamos identificar significados ‘subyacentes’, opiniones e ideologías, que dan cuenta de que los discursos de Crónica se insertan en determinados contextos sociales. Por ello, nos valdremos del cuadrado ideológico, herramienta útil para identificar los diferentes recursos que nutren las representaciones a partir de una estructura dicotómica que construye -generalmente- imágenes positivas de Nosotros y negativas de los Otros a partir de cuatro movimientos: resaltar nuestras buenas propiedades/acciones; resaltar sus malas propiedades/acciones; mitigar nuestras malas propiedades/acciones; mitigar sus buenas propiedades/acciones (van Dijk, 2005).

Por su parte, como hemos mencionado, una característica de Crónica es su impronta sensacionalista. Guillermo Sunkel (2001) define prensa sensacionalista como un periodismo que posee criterios propios de selección y presentación de noticias, una lógica cultural con estética melodramática que

se expresa a través de los grandes titulares, en la que cobra importancia la parte gráfica y en la que se plasma un discurso que aparece fascinado por lo sangriento y lo macabro, por la atención exagerada que se presta a los ídolos de masas tanto en el mundo del deporte como del espectáculo (Sunkel, 2001, p. 150).

Las primeras planas, sus titulares y las fotografías son componentes centrales del sensacionalismo. También lo son sus criterios, algo que podemos identificar a partir de la técnica anglosajona de la “Triple S”, basada esta en la importancia otorgada a las noticias con contenido sexual, escandaloso y deportivo (Sex, Scandal and Sport) (Araoz Ortiz, 2012, p. 2-3). Esto no quiere decir que un diario sensacionalista no aborde temas de actualidad política, sino que se enfoca y jerarquiza los otros temas mencionados. Para analizar las representaciones consideraremos todos estos aspectos.

Desarrollo

Crónica ¿un diario para toda la familia?

Desde sus comienzos a mediados de 1963, Crónica construyó un estilo propio en que sus primeras planas actuaron como un componente central. El empleo de titulares caracterizados por el tamaño de la letra, el uso de imprenta mayúscula y un léxico basado en metáforas, onomatopeyas, refranes y otros recursos propios del lenguaje ‘popular’, se convirtió en un componente clave dentro de sus ediciones.

Rigiéndose por la técnica de la “Triple S”, jerarquizó tópicos como deporte, policiales y espectáculo[4]. El erotismo, el dramatismo y la sangre actuaron como ingredientes claves para construir y jerarquizar noticias, siendo las fotografías un vehículo discursivo de gran importancia para explicitar estos componentes. Al respecto, dirá el propio García:

Crónica se vende primero por la sección ‘Deportes’, después por la información de espectáculos y le siguen turf, policiales, juegos de azar, información general y, por último, los temas políticos. En definitiva, Crónica se vende porque habla de los temas de la vida (García citado en Ulanovski, 1997, p. 153).

Durante el período analizado, el deporte ocupó las primeras planas de forma recurrente, y dos secciones - “CRÓNICA EN EL DEPORTE” y “CRÓNICA EN EL TURF”- con un importante número de páginas (entre tres y cinco) que se duplicaron los días domingo. Con respecto a los hechos delictivos, las ediciones incluyeron un alto número de notas sobre crímenes, asaltos y hechos delictivos; una tendencia que culminó con la implementación de una sección dedicada a estos temas (“Crónica Policial”). La otra sección destacada fue “CRÓNICA EN EL ESPECTACULO”, que poseyó un gran número de notas sobre artistas/actrices nacionales e internacionales, comentarios de películas, oferta teatral y cinematográfica de Buenos Aires y programación de canales argentinos.

El contenido de las ediciones publicadas a lo largo del período visibilizó que Crónica buscó constituirse como un diario dedicado a la familia obrera, adhiriendo al modelo de familia tradicional. Sus secciones evidenciaron una marcada diferenciación a partir del género y una orientación hacia el público masculino: además de las secciones de política y hechos policiales, los ‘hombres’ dispusieron del segmento deportivo y las ‘mujeres’ de las secciones de espectáculo y la “femenina”. En relación con ello, vale la pena destacar que las secciones “deportes” y “femenina” fueron las únicas que incorporaron notas firmadas por periodistas (en la primera, la autoría pertenecía exclusivamente a hombres, y en la segunda, a mujeres[5]).

Su público estuvo definido: era el “pueblo” el que leía Crónica. Un pueblo con límites porosos, que entrelazó cuestiones socioeconómicas y políticas (Ciccone, 2025), en una década en que “al sector mayoritario de las clases populares -encarnado en el peronismo- se le había negado la posibilidad de ser representado políticamente” (Pereyra, 2007, p. 1). Al respecto, Marcelo Pereyra destaca que “su ubicación en el universo de lo popular es otra de las características del contrato de lectura que Crónica resalta permanentemente” (2007, p. 5). En este sentido, y en línea con su slogan, se autodefinió como un diario hecho desde y para el “pueblo”, constituido este por los sectores obreros argentinos.

Representaciones masculinas en las secciones deportivas

La importancia otorgada al deporte representó una estrategia de masculinización del público lector. Pero, además, Crónica se valió de eventos deportivos de diferente índole para construir representaciones sobre los hombres de los sectores populares.

“CRÓNICA EN EL DEPORTE” estuvo abocada principalmente al fútbol argentino y al boxeo, dos deportes fuertemente atravesados por la masculinidad. En el caso puntual del fútbol, siendo el deporte más masivo de Argentina, este juego constituye una arena privilegiada para la construcción varonil, pues tanto sus prácticas como su discurso “se constituyeron como un mundo masculino en el cual las reglas objetivas y los valores que circulan interna y externamente a ella, pertenecen a su dominio” (Binello, Conde, Martínez y Rodríguez., 2000, p. 34).

En las páginas deportivas, los hombres (futbolistas, boxeadores, pilotos automovilísticos, entre otros) fueron actores centrales. Este tipo de acciones constituyen un ejemplo de sexismo informativo, es decir, la publicación y jerarquización de noticias que poseen hombres como protagonistas (Rojas Torrijos, 2010, p. 6). De hecho, las pocas menciones sobre participación de mujeres quedaron reducidas, generalmente, a un apartado de menor jerarquía denominado “EN TODOS LOS DEPORTES”, que engloba en unas pocas líneas una miscelánea de otros deportes como esgrima y vóley.

En el caso puntual del fútbol, pese a que Crónica realizó una amplia cobertura de las distintas categorías (incluso a torneos regionales), solo fueron considerados los encuentros y competencias disputadas por hombres. El fútbol femenino, que por aquellos años se encontraba en progresiva organización, quedó relegado (cuando no ausente). Aunque no con todas sus ediciones, cubrió aquellos partidos que por trascendencia y convocatoria marcaron un hito en la historia del fútbol femenino; pero lo hizo a partir de notas de menor jerarquía, ubicadas siempre en las páginas internas. Así sucedió, por ejemplo, con el primer partido oficial del equipo femenino del Club Atlético Tigre, el 22 de agosto de 1964, incorporado en la sección deportiva de la sexta edición de ese día y la matutina siguiente (no así en la quinta).

Más aún, se valió de este encuentro al que caracterizó como un “insólito match”[6] (dejando en claro que el fútbol era un deporte de hombres) para construir representaciones: si bien destacó el número de concurrencia, su interpretación fue que el público -implícitamente masculino y heterosexual- asistió al encuentro atraído por estas “hermosas” mujeres. Desde su perspectiva, el estadio se llenó de “‘Mirones’” que ‘piropearon’ “a las hermosas futbolistas que esta tarde salieron a lucir su perfecto estado en la cancha de Tigre” (Crónica, 23 de agosto de 1964, 6ta, p. 6).[7]

“Fuerza y disciplina: sin vedettes. Músculos puestos al servicio del triunfo, fueron los factores del reencuentro con el éxito” (Crónica, 15 de septiembre de 1963, 6ta, p. 8). Los deportes en general, y el fútbol en particular, están atravesados metáforas, juegos de palabras y refranes que nutren la masculinidad hegemónica a partir de un universo discursivo (Alabarces, 2008). Las representaciones construidas por Crónica se nutrieron de numerosas metáforas propias del fútbol, asociadas a la virilidad y la genitalidad. En el fragmento antes citado podemos apreciar cómo el Diario explicó la victoria de Gimnasia de la Plata sobre Atlanta a partir de factores como la “fuerza”, la “disciplina”, la “firmeza” y los “músculos”. Desde esta lógica, los futbolistas platenses lograron el ‘éxito’ gracias a atributos con carga valorativa positiva, propios de la masculinidad (por ende, asociando masculinidad y éxito); como contrapartida, lo femenino representado a través de la figura de la “vedette”, carente de todos estos factores.

La cobertura brindada al Mundial de Inglaterra 1966, uno de los acontecimientos deportivos de mayor relevancia del período, y específicamente, al enfrentamiento entre los seleccionados de Argentina e Inglaterra, nos permite ahondar en las representaciones. Allí, el seleccionado inglés venció a su par sudamericano en un encuentro caracterizado por un resultado ajustado y fallos arbitrales polémicos que dieron lugar a cuestionamientos por parte de la prensa en general (Alabarces, 2008). Crónica resumió todos los atributos del equipo perdedor en un componente por demás presente en sus ediciones: la “hombría”.

Sobre el equipo argentino solo elogios pueden encenderse en torno a su actuación. Fueron nuestros muchachos auténticos pumas. Cuando se redujeron a diez, la garra se vio más afilada. Imposible hacer distingos de rendimiento. Todos se identificaron en el mismo haz de coraje, de estupenda incapacidad para el renuncio. Sufrieron una derrota que los agiganta y escribieron la más hermosa página para la historia del fútbol argentino (Crónica, 23 de julio de 1966, 5ta, p. 8).

Como podemos apreciar, la “hombría” se encuentra en estrecha relación con la metáfora del puma, animal que se caracteriza por el “coraje”, la “incapacidad de renuncia”, la fortaleza y su “garra afilada”, todos elementos marcadamente positivos[8]. Además, dadas las características de ese encuentro en el que el combinado argentino sufrió la discutida expulsión de su capitán, Ubaldo Rattin, el seleccionado -y por ende su “hombría”- fue asociado al “bien” y a la dignidad.

Correrse de aquella masculinidad dentro de las páginas deportivas supuso un acercamiento a lo femenino. De allí que, ante un cuestionamiento que la prensa británica realizó durante este Mundial a los jugadores argentinos por juego brusco, Crónica reclamó: “PRETENDEN QUE EN ADELANTE NO SEAN DUROS Y SE COMPORTEN COMO NENITAS” (18 de julio de 1966, 5ta, p.1). No “ser tan duros” implicaba jugar como lo hacían las mujeres, algo insultante para estos jugadores en particular (y para los “hombres” en general). La expresión “nenita” entrelazaba dos cuestiones que alimentan la masculinidad hegemónica representada por el Diario: la primera, un cuestionamiento adultocéntrico que potencia el sentido negativo de la expresión -agudizado por la utilización de un diminutivo-; la segunda, que detrás de esta denominación no solo se evidenciaba una oposición hacia lo femenino sino también hacia aquellos hombres que se alejaban de los ideales de masculinidad.

Pero la figura femenina fue centrar para complementar el ideal de masculinidad dominante de la sección. Aquel hombre rudo, fuerte y viril se debía a su madre. Esta era indispensable, necesaria y constitutiva de cada deportista que, ante todo, era hijo. Pilar de la familia, la madre fue inspiración y destinataria de dedicatorias de celebración ante los triunfos; y refugio en las adversidades que se presentaban, incluso, por fuera del ámbito deportivo. Así, por ejemplo, ante un grave accidente que sufrió el boxeador José Gatica, quien por entonces se encontraba “sin esposa y sin hijos” (Crónica, 11 de noviembre de 1963, 5ta, p. 5), el Diario publicó:

HAY un solo nombre en el delirio de José María Gatica. Una palabra de cuatro letras: Mamá. CRONICA es la única que llega a la sala de hospital en que libra su última pelea “El Mono”. Y las placas recogen en el milagro de la visión dramática, ese nombre de cuatro letras (Crónica, 29 de julio de 1964, p. 4).

Propia de un modelo patriarcal, la representación de una madre asociada al amor incondicional y a las tareas de cuidado se enaltece en la masculinidad construida por Crónica.

Como complemento, incorporó una nueva faceta asociada a la familia. Los roles de padre y de esposo posibilitaron la inclusión de características asociadas al cariño y la sensibilidad. Aquellos hombres que en la cancha eran rudos, en el ámbito privado eran personas capaces de demostrar emociones y expresar amor. El retorno de equipos argentinos luego de largas giras o torneos en el exterior actuó como un momento recurrente en que el Diario ahondó esta representación. Así lo hizo, por ejemplo, cuando Boca Juniors regresó a Buenos Aires luego de un partido en Bolivia, a través de textos y fotografías que retrataban el encuentro de los jugadores con sus familiares. Sobre el capitán del equipo, el ya mencionado Rattín, expresó:

UBALDO RATTIN. Tan grandote y rudo –como eficiente en la cancha-, es muy sensible y extremadamente cariñoso con los suyos. Aquí lo vemos al regreso de Boca Juniors desde La Paz, Bolivia, besando con ternura a sus mellicitas que, afirma él, son “las niñas de sus ojos”. Rattín se sintió feliz al regreso (Crónica, 20 de marzo de 1964, 5ta, p. 1).

Masculinidades en la sección policial

En las noticias policiales convivieron una amplia variedad de actores y hechos delictivos que fueron desde asesinatos, asaltos, detenciones y otros hechos menores que implicaron la intervención policial[9]. Dentro de “Crónica Policial”, se construyeron representaciones acerca de la masculinidad, entre las cuales es posible identificar dos estereotipos predominantes: el “homicida pasional” y el “loco”.

Las reconstrucciones de asesinatos de mujeres actuaron como un importante espacio para desplegar representaciones de género en términos dicotómicos. Allí, prevaleció una lectura que asoció a las mujeres a la promiscuidad y a los hombres como víctimas de ese tipo de conductas. En esta cuestión radica cierta explicación de los crímenes. Ya desde el primer número, a través de una nota sobre el asesinato de Elvira Taborda, podemos detectar la figura del “homicida pasional”, encarnada en el autor del crimen, Miguel Ángel Aguiar (a quien Crónica definió como “su compañero”). Brindando detalles, reconstruyó “la noche del crimen”:

Caminaban por la calle Libertad, en silencio, distanciados uno de otro. Repentinamente la mujer dijo en tono agresivo a Aguiar que la dejara en paz, que no quería verlo más. Aguiar trató de tranquilizarla, explicándole que a él no le importaba que ella mantuviera relaciones con otro hombre vasta que no lo olvidara a él (…)

La mujer trató de defenderse al tiempo que amenazaba a su compañero de no verlo nunca más. Las amenazas de la joven provocaron una crisis de nervio en Miguel Angel Aguiar, quien extrajo un cuchillo de grandes dimensiones y se lo mostró, mientras le decía que le hiciera caso o la mataba ahí mismo. Elvira Taborda insistió en abandonarlo. Entonces Aguiar alzó el brazo derecho y descargó una violenta puñalada en el rostro de su compañera (…)

Al ser conducido al local policial confesó con lujo de detalles los pormenores del crimen, manifestando estar contento de que Elvira haya muerto, pues él quería que fuera suya o de nadie (Crónica, 29 de julio de 1963, Edición Única, p. 7).

Si bien Crónica no justificó la acción de Aguiar, intentó fundamentar el porqué de tal decisión. Taborda, caracterizada como una mujer que mantenía vínculos ‘amorosos’ con otros hombres, fue quien generó la reacción violenta del asesino tras “amenazar” con dejarlo, al pedirle ‘repentinamente’ y con “tono agresivo” la finalización del vínculo (incluso, tras ser golpeada y amenazada de muerte, “insistió en abandonarlo”). Es esto lo que, desde la lógica del Diario, provocó una “crisis de nervios” a Aguiar y su posterior reacción de apuñalarla. Así, el asesinato fue representado como un hecho circunstancial. Él no era violento o asesino: las circunstancias lo llevaron a ello[10].

Como complemento a una imagen violenta de la mujer, Crónica otorgó el papel de víctima al victimario, asociado a la tolerancia y a soportar que ella mantuviera relaciones con otro hombre. Si bien pareciera que este tipo de representaciones se alejan del estereotipo hegemónico, la construcción de un perfil del “homicida pasional” asociado a los sentimientos y las emociones buscó explicar y comprender el desenlace del caso. Fueron los sentimientos, el amor y los celos el motor de este crimen “pasional”. Así tituló lo ocurrido: “ES CELOSO: LA APUÑALO” (Crónica, 29 de julio de 1963, Edición Única, p. 7)[11].

En los casos en que las mujeres fueron quienes asesinaron a sus ‘compañeros’, el tratamiento fue opuesto: el centro de atención no estuvo puesto en la víctima sino en el victimario. Sin embargo, ambos compartieron una fórmula de tratamiento en torno a hombres y mujeres: representaciones positivas de los primeros y negativas de las segundas.

Poco después de las 19, Lencina llegó de regreso a su casa. Estaba cansado y era su propósito acostarse a dormir pues al día siguiente debía ir muy temprana a su trabajo. La mujer le propuso ir a visitar a otros amigos, pero se negó y tomando una colchoneta, se acostó en un cañaveral cerca de su habitación.

Su mujer, disgustada, le arrojó agua caliente, después querosene y le prendió fuego. Cuando el hombre, envuelto en llamas se incorporó fue auxiliado por un vecino, pero murió más tarde en el hospital (…)

Un testigo ratificó que la acusada es una mujer pendenciera de mal carácter y ebria consuetudinaria. Asimismo los vecinos la señalaron como agresiva ya estuviera ebria o en su estado normal. Tenía mal concepto y recibía en su casa a personas de dudosa moral. En cuanto al extinto aseveraron que era un buen hombre (Crónica, 29 de mayo de 1965, 5ta).

En este tipo de crímenes predominó la representación del “buen compañero-víctima”, hombre definido a partir de atributos positivos como la bondad, la responsabilidad y laboriosidad. Todas estas caracterizaciones giraron en torno a un elemento clave en la configuración de la masculinidad: el trabajo. En el ejemplo citado, Lencina fue presentado como una persona cuya vida estaba abocada al trabajo, que había regresado a su casa luego de una larga y desgastante jornada con el propósito de descansar, “pues al día siguiente debía ir muy temprano a su trabajo”.

Como contracara, las representaciones de la mujer, exacerbada en componentes negativos como el alcoholismo, la falta de moral, la violencia y la agresividad (“una mujer pendenciera de mal carácter y ebria consuetudinaria”). En términos dicotómicos bueno/malo, este tipo de imágenes repercutió en la construcción de una imagen masculina positiva y alimenta la representación del “compañero-víctima”, quien, además, fue asesinado con motivos poco claros, muchas veces asociados a desacuerdos ‘menores’ (en este caso, negarse a “visitar amigos”).

Además de las justificaciones por cuestiones sentimentales, Crónica utilizó un recurso atenuante de la responsabilidad de los hombres que asesinaban mujeres: la locura. De allí que, en muchos casos, los sobrenombres que creó para referenciar a estos criminales complementaron este aspecto con otros como la vestimenta o el instrumento empleado para matar, dando como resultado denominaciones como “el Loco del Martillo” o “el Loco del Cuchillo”.

Primero fue ‘El Loco del Martillo’ que dio muerte a una señora e hirió a varias, el que sembró el terror en la zona de la Matanza, hasta que finalmente pudo ser localizado por la policía. Igual pánico provocó durante algún tiempo el que llamaban Poncho Negro, que se especializaba en atacar mujeres solas que transitaban de noche o antes de aclarar en la misma zona del Gran Buenos Aires. Ahora el que atemoriza al vecindario en el barrio Gervasio Pavón, en el Partido de Morón, es “El Loco del Cuchillo” (Crónica, 22 de noviembre de 1963, Única Edición, p. 7).

Al describirlo de esta manera, Crónica “incapacita al sujeto de estar consciente de sus acciones, eludiendo así toda responsabilidad sobre el femicidio”[12] (Fernández, Soto y Hasler, 2016, p. 51). Las representaciones graficaron a los asesinos como personas que atacaban por su condición mental, y a los hechos de violencia contra las mujeres como hechos aislados, fuera de una ‘normalidad’ consciente. Al individualizar estas acciones y presentarlas como eventos atípicos, noticiables, el Diario desligó a los asesinos del resto de la sociedad y, puntualmente, de las representaciones del hombre.

Representaciones masculinas en las “secciones femeninas”

Las mujeres del “pueblo” contaron con la sección de espectáculos y con un espacio destinado exclusivamente a ellas: “CRÓNICA MUJER” o “CRÓNICA FEMENINA”. Un año después de su primer número, esta sección ubicada en las últimas páginas de cada día dejó de publicarse en sus tres ediciones; posteriormente, comenzó a aparecer un apartado con temas similares, “SEMINARIO COSMETOLÓGICO”, una columna elaborada y firmada por una cosmetóloga.

Entre recetas de cocina, secretos de moda y tips de belleza, el Diario desplegó la figura del “hombre-esposo”, representación del hombre adulto como componente central de la familia, eje sobre el cual giraban las acciones de la mujer; a la vez que una imagen a partir de la cual reivindicó un ideal de familia, la división sexual del trabajo y una institución modeladora como el matrimonio. Allí circunscribió a la mujer dentro de ‘las paredes del hogar’ y a los hombres alejados de la esfera de la vida privada. Coincidiendo con la concepción hegemónica, ninguna de las recomendaciones de limpieza, cocina o, incluso, de crianza tuvo a estos como destinatarios.

De hecho, si bien las de recetas y consejos de moda europea estaban dirigidas a mujeres, estas tenían como objetivo la satisfacción y el disfrute de los esposos. Así, por ejemplo, en un informe sobre “moda hogareña”, Crónica advirtió a ellas que “la elegancia de una mujer debe cuidarse en todo momento. Aún entre las paredes del hogar su aspecto debe ser agradable y atrayente” (11 de octubre de 1963, 6ta, p. 16). La virilidad masculina, siempre presente en esta sección, se complementaba aquí con recomendaciones de vestimenta y maquillaje para que las mujeres explotaran su sensualidad: era el hombre quien demandaba -y, en cierto modo merecía- una mujer atractiva.

La imagen del “hombre-esposo” ratificó la conyugalidad y el matrimonio, una de las instituciones centrales de la heteronormalidad. El hombre que configuró Crónica es aquel solo atraído por mujeres; pareja de una mujer que sigue un modelo de vida tradicional en que la etapa del noviazgo era seguida por el casamiento. Por ello, simulando una suerte de ‘charla de confianza entre mujeres’, las columnistas se dedicaron a analizar a los hombres, sus gustos, preferencias y, también, sus “pequeños defectos o ‘manías’” que podían llegar a “molestar” y empañar la “felicidad conyugal”. El objetivo: brindar consejos para alcanzar el casamiento y la conformación de una familia.

Los pequeños defectos o “manías” propias de la naturaleza humana pueden empañar su felicidad conyugal, si no los conoce y combate prematuramente. La comprensión y ternura femenina pueden evitar futuros choques domésticos” (…)

Conociendo de antemano los defectillos del futuro esposo, la mujer puede prever estas desagradables consecuencias e intentar soluciones en las que vuelque todo su caudal de comprensión y ternura (…)

Mucho más molesto es el maniático de la economía. Vive pendiente del presupuesto doméstico, le aterra cualquier gasto extra; no tolera el más mínimo derroche (…)

Un último ejemplo nos ofrece el hombre que gusta salir de excursión con los amigos los días de fiesta o fines de semana. Su entusiasmo le hará levantarse a las cuatro de la mañana, y su esposa deberá prepararle el desayuno y la mochila, despedirlo y esperar que regrese malhumorado y cansado (Scott, 3 de octubre de 1963, Crónica, 5ta, p. 16).

La representación del futuro esposo se nutrió, también, de elementos negativos, ya que fue identificado como la parte de la pareja capaz de desencadenar discusiones o problemas a causa de una serie de “defectos” como la “frialdad” y la “resistencia a intimar con los familiares de su prometida”, exigir “la camisa nueva media hora antes de salir”, y vivir pendiente del presupuesto doméstico. Sin embargo, estas características fueron minimizadas a través de adjetivos - “pequeñas” o “leves”- y diminutivos - “defectillos”-. También fueron relativizadas sus consecuencias, al punto de definir los problemas generados como “inconvenientes de apariencia más grave y difícil” (Scott, 3 de octubre de 1963, Crónica, 5ta, p. 16).

Fuera de considerarlos prácticas culturales, los “defectos” fueron legitimados e identificados como “‘manías’ propias de la naturaleza humana”, (casi) imposibles de cambiar. Como tal, sus parejas debían adaptarse, ‘conocerlas y combatirlas’. Pero combatirlas no implicaba una búsqueda de cambio sino más bien tratarlas para que no se generen “choques domésticos”. Entendido de este modo, las representaciones desligaron al futuro esposo de toda responsabilidad de generar problemas de convivencia, algo que derivó exclusivamente en la figura de la mujer-prometida: los “defectos” masculinos se convertirían en problemas si ella no intervenía por medio de la comprensión y la ternura.

Los “defectos” visibilizaban atributos propios de la masculinidad hegemónica. En primer lugar, el futuro esposo estaba alejado de los afectos y las emociones, expresado esto a través de la frialdad y los problemas de vinculación. En segundo lugar, estaba asociado al dinero, como aquel que regulaba la economía y no toleraba “el más mínimo derroche”; era quien poseía el poder y el criterio para determinar lo que era un gasto ‘necesario’ y lo que no (asociando a la mujer al “gasto extra”). En tercer lugar, era quien gozaba del disfrute y el tiempo de ocio, realizable fuera de su casa y en compañía de otros hombres; como contrapartida, el no-disfrute dentro del hogar, visible en el estado de mal humor que poseía tras “salir de excursión con amigos”.

Por su parte, en la sección “CRÓNICA EN EL ESPECTACULO” abordó temas vinculados al teatro, la televisión y el cine, con notas dedicadas a la vida social de personajes famosos (muchas veces relacionadas a cuestiones amorosas). Sin embargo, su contenido no estuvo dedicado exclusivamente al público femenino, sino también al lector masculino, al que se lo buscó captar a través de imágenes de mujeres erotizadas. Así, las fotografías de esta sección retrataron mujeres en ropa interior que encuadraban con el estereotipo de belleza dominante. A modo de ejemplo podemos mencionar la sinopsis que realizó de la película estadounidense “El blanco móvil”, en donde optó por publicar la fotografía de Pamela Tiffin -quien desempeñó un papel secundario- posando en ropa interior antes que el afiche publicitario del estreno (estrategia recurrente en Crónica) o una imagen del detective Lew Harper, personaje principal de la historia[13].

Figura 1. [epígrafe] NO ES “EL BLANCO MOVIL” (muchos votaríamos para que lo fuera) ni tampoco el detective de la historia, pero actúa en la película (es Pamela Tiffin) y ‘decora’ muy bien la nota. ¿Alguno opina lo contrario? (Crónica, 18 de septiembre de 1966, 5ta, p. 21).

La voz enunciadora posee un marcado perfil masculino, explicitado en expresiones como “muchos de nosotros votaríamos para que lo fuera” o “¿Alguno opina lo contrario?”. A ellos dirigió el mensaje, invitándolos a apreciar cómo el cuerpo de la actriz “decoraba” la nota. Así, construyó un Nosotros reducido a hombres heterosexuales interesados en que la actriz sea ‘el blanco móvil’ (expresión metafórica con marcado contenido sexual)[14].

“¡Descalza en Pleno Invierno!” La empresa de teatro El Nacional tendría que velar por la salud de su personal, encargando a sus funcionarios severo del cuidado de su cuerpo de baile. Si no toma esas urgentes medidas pueden repetirse hechos como el que ilustra la foto en la que vemos a la vedette Joly Logan caminando por el pasillo completamente descalza. ¿Y si se resfría?. (Crónica, 29/07/1963, p. 13)

En esta línea, Crónica estableció metáforas, juegos de palabras y expresiones que apelaron al doble sentido y la picardía. Por ejemplo, al expresar ‘preocupación’ por el estado de salud de la vedette Joly Logan tras caminar “completamente descalza” (expresión utilizada para referir que solo tenía ropa interior) por los pasillos del teatro en que trabaja. Mediante este tipo de estrategias, el enunciador buscó construir un vínculo de complicidad entre hombres, basado en el ‘disfrute’ de ‘cuerpos’ femeninos (en este caso, de “su cuerpo de baile”). Y las fotografías reforzaron lo dicho.

Por último, debemos mencionar que dentro este tipo de comentarios marcados por la ironía subyace la representación de una masculinidad protectora de un periodista que, preocupado por la salud de las famosas, reclama medidas preventivas.

Conclusiones

A lo largo de estas páginas hemos analizado a Crónica en tanto actor que interviene en la configuración de las identidades en torno a las masculinidades. En momentos en que se encontraba transitando sus primeros pasos, el proceso de construcción de un estilo sensacionalista basado en una propuesta informativa que jerarquizó el deporte, el espectáculo y los acontecimientos policiales, fue de la mano de la definición de su perfil político e ideológico. En cada edición desplegó valores e ideas respecto a lo que implicaba ser -o no- “hombre” a principio de la década del sesenta.

En un contexto en que se produjeron avances en torno a la libertad de prensa y el desarrollo del campo cultural, en que comenzaron a discutirse cuestiones estructurantes como la doble moral sexual y las divisiones de roles a partir del género, Crónica se constituyó como un diario de hombres hecho para hombres. Específicamente, para los hombres del “pueblo” argentino. Como tal, tanto en la organización de sus ediciones como en su abordaje informativo, predominó una lectura androcéntrica que relegó a un plano secundario al lectorado femenino y a sus secciones específicas.

Inmutable a las voces que comenzaban a cuestionar el modelo de sociedad tradicional, las páginas de Crónica actuaron como un espacio de reproducción y de legitimación de sus instituciones. Todo ello, sin dar lugar a la revisión de las imágenes estereotipadas de género que permanentemente pregonó. Y si bien detectamos la presencia de mujeres periodistas, reducidas a la sección “Crónica Femenina”, la voz masculina fue predominante en el discurso. Fue este enunciador quien buscó trazar un vínculo de cercanía con su público y construyó un discurso de complicidad que incitó al disfrute de las fotografías de mujeres del espectáculo.

A partir de esta posición, en distintas secciones construyó representaciones sociales de hombres y mujeres en términos dicotómicos, y adhirió a estereotipos de masculinidad asociados a lo hegemónico. El hombre que representó Crónica es una persona heterosexual, proveedora y administradora del dinero familiar, asociada a la fuerza y el coraje, y desprovisto de una faceta sentimental. Es la única parte de la familia asociada al trabajo y, como tal, merecedora del tiempo de ocio.

El diario explotó aquellos componentes de la masculinidad presentes en el deporte, principalmente en el fútbol, para nutrir estas representaciones. Así, además de explicaciones sobre táctica y habilidad de los protagonistas, el análisis de los encuentros futbolísticos de diferente índole estuvo atravesado por el coraje, la garra, la fuerza y los músculos, elementos propios de la concepción de un hombre varonil que englobó dentro del ideal de hombría; una hombría en permanentemente contraste con las mujeres y con aquellos hombres que se alejaban del ideal hegemónico.

Más aún, al ser el fútbol un deporte de hombres, los partidos de equipos de mujeres se convirtieron en algo insólito, a la vez que una oportunidad para que hombres portadores de impulsos sexuales puedan disfrutar de la belleza de los cuerpos femeninos.

La cobertura de hechos delictivos constituyó otro espacio de construcción de representaciones atravesadas por la masculinidad hegemónica. Valiéndose nuevamente de una estructura dicotómica, Crónica explicitó dos modelos de hombre vinculados a crímenes de mujeres, los “homicidas pasionales” y los “locos”. El primero, relativizado en sus componentes negativos y, por ende, asociado a elementos positivos atravesados por la masculinidad. En el caso del segundo, pese a identificar que sus víctimas eran siempre mujeres, no los consideró parte de ‘la normalidad’ social -y puntualmente, de los hombres- sino excepciones individuales atravesadas por desequilibrios mentales.

La sección femenina no fue la excepción. La presencia de voces de mujeres no se tradujo en un corrimiento de las lecturas hegemónicas, sino que, mediante recetas y moda se construyó la figura del “hombre-esposo”, viril, merecedor de la belleza femenina; una representación estructurada a partir de la institución matrimonial que ratificó un modelo de organización familiar que giraba en torno a su figura. Crónica fortaleció la imagen positiva del esposo a partir de la minimización de sus componentes negativos (aquellos “pequeños defectos”).

En síntesis, en tanto agente constructor de modelos societales, en los años previos al surgimiento de un gobierno de facto que buscó proteger los valores de la sociedad tradicional, Crónica se valió del deporte, hechos policiales, noticias de espectáculo y la sección dedicada a mujeres para cimentar un ideal de pueblo ligado dichos valores. Detrás de su lema “Firme junto al pueblo” se sostuvo una adhesión a la familia y a sus instituciones reguladoras, a la heterosexualidad y a las divisiones de roles de género. Esta “firmeza” —también asociada a la masculinidad— reforzó los pilares de un actor que se mantuvo alineado con la masculinidad hegemónica.

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*Roles de autoría

El autor tuvo a su cargo todos los roles de autoría del trabajo. Manifiesta no tener conflicto de interés alguno.

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[1] El presente artículo constituye una profundización del trabajo final presentado para acreditar el seminario “Teoría Social Feminista. Diálogos polifónicos en torno a la categoría de género”, dictado por la Dra. Renata Hiller en el Complejo Universitario Regional Zona Atlántica y Sur - Universidad Nacional del Comahue (CURZAS-UNCO). Dicha investigación se enmarca dentro del Proyecto de investigación PI V118 que se desarrolla en el CURZAS, Universidad Nacional del Comahue, bajo la dirección de la Dra. Sandra Poliszuk.

[2] La virilidad se constituía como componente central, intrínseco e incontrolable, de la masculinidad; de un hombre portador de impulsos sexuales irrefrenables (imagen complementaria a la de una mujer “perturbadora del control y causante de esos ‘instintos’” (Schaufler, 2018).

[3] En sintonía con ello, se produjo también un viraje en materia de educación sexual infantil; los debates sobre estos temas, que a principios de la década del sesenta constituían una problemática de orden público abordado desde el Ministerio de Educación, quedaron manos de la opinión pública y de especialistas de la psicología, la medicina, y la sexología (Zemaitis, 2021).

[4] Desde su aparición, Crónica “se orientó a un lectorado de corte popular susceptible a las notas de alto impacto como los crímenes, las catástrofes, etc.” (Gago, 2017, p. 318).

[5] Durante los primeros años, la plantilla estuvo compuesta principalmente por hombres; las únicas mujeres registradas son Sara Manzi, Ebe Carinia, Vera Segre y Georgia Bianci, cuya participación se limitó a aportes esporádicos sobre cocina, limpieza y moda. Pese a obtener los nombres, no hemos podido corroborar su trayectoria debido a la falta de información sobre ellas.

[6] Dadas las características del estilo sensacionalista de Crónica, hemos optado por mantener el uso de negritas, mayúsculas y otros recursos a través de los cuales el diario otorga sentido al texto.

[7] Desde una lectura estereotipada sobre las mujeres, la nota inició con el planteo de una duda sobre la presencia de las mujeres en el campo de juego: “no sabemos si se intercambiaron recetas de maquillaje” (Crónica, 23 de agosto de 1964, 6ta, p. 6).

[8] En línea con aquello que denominó “hombría”, Crónica utilizó otra expresión como “varonil”. Así lo hizo luego que Independiente se consagrara campeón de la copa Libertadores en 1965, al caracterizar al equipo argentino como el “VARONIL BICAMPEON AMERICANO”. (17 de abril de 1965, 1ra, p. 8)

[9] Reconocemos aspectos comunes entre el período aquí analizado y la segunda mitad de la década del setenta, años en los que dentro de la agenda policial “convivían asesinos de alta peligrosidad como también delincuentes que hurtaban, robaban o estafaban” (Gago, 2017, p. 330).

[10] Las fuentes utilizadas para construir la noticia alimentan este tipo de representaciones de los hechos, siendo el testimonio del homicida el principal recurso con el que construyó la noticia.

[11] En numerosas oportunidades, Crónica empleó la expresión “crimen pasional” para referirse a los asesinatos de mujeres.

[12] Vale la pena destacar que, en la década del sesenta, este tipo de crímenes no era denominado como “femicidio”.

[13] De hecho, el título de la película en su idioma original es Harper, en alusión al apellido del detective.

[14] La presencia de una voz masculina dirigida a un público también masculino es una constante (a excepción de la sección “Crónica femenina”). A modo de ejemplo, podemos mencionar una nota sobre la conformación demográfica de Chile: reparando en datos que revelaban un mayor número de mujeres, tituló “¡A SACAR PASAJE! EN CHILE HAY CUATRO MUJERES PARA CADA HOMBRE” (Crónica, 21 de enero de 1966, 5ta, p. 4).