Austral Comunicación

ISSN-L 2313-9129

ISSN-E 2313-9137

Volumen 14, número 2, 2025

e01428

Los retos de la alfabetización mediática frente a la desinformación y las fake news

Patricia de-Casas-Moreno

https://orcid.org/0000-0003-1205-8106

Facultad Ciencias de la Documentación y la Comunicación, Universidad de Extremadura. Badajoz, España.

pcasas@unex.es

Jensy Campos-Céspedes

https://orcid.org/0000-0002-7482-0787

Universidad Estatal a Distancia. San José, Costa Rica.

ycampos@uned.ac.cr

Fecha de publicación: 18 de julio de 2025

DOI: https://doi.org/10.26422/aucom.2025.1403.cas

La cuarta revolución tecnológica ha impulsado una multiplicidad de fenómenos que, a partir de la integración de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en la vida cotidiana, han facilitado ‑entre otros aspectos‑ la producción, circulación y difusión de información.

La función de informar, tradicionalmente reservada a los medios de comunicación y a profesionales con competencias específicas, ha sido asumida hoy por nuevos actores que no requieren las acreditaciones que antes se exigían. Sin embargo, estos nuevos emisores pretenden equipararse a quienes construyen información a partir de fuentes contrastadas y validadas científicamente. En ese contexto, emerge el concepto de prosumidores como uno de los elementos más importantes que marcan la ruptura en las dinámicas informativas a nivel global. Se trata de creadores de contenido que, al mismo tiempo que producen y difunden información, también la consumen. No obstante, estas acciones no siempre se rigen por la verificación de hechos, lo que convierte a estos nuevos actores en una de las principales fuentes de desinformación en la era digital. En muchos casos, las publicaciones responden a la intención deliberada de generar postverdad para imponer una determinada supremacía ideológica (Del-Fresno García, 2019), lo que contribuye así a un entorno mediático cada vez más vulnerable a las fake news.

La radio y la televisión fueron, por antonomasia, los medios informativos a los que acudía la población para acceder a contenidos que facilitaran la construcción de conocimiento o, al menos, la formación de opinión. Sin embargo, aunque ambos medios siguen existiendo, han perdido gran parte de la relevancia y utilidad que históricamente se les atribuía. En la actualidad, su función informativa se limita cada vez más a reproducir contenidos procedentes de redes sociales o de plataformas digitales ampliamente utilizadas a través de Internet. Como consecuencia, la información que difunden adopta las características propias de los productos informativos generados en el entorno digital, donde la producción y distribución de contenidos está al alcance de cualquier persona con un dispositivo conectado. De este modo, las fuentes informativas se han diversificado, no solo en términos geográficos, sino también desde perspectivas ideológicas, políticas y socioculturales, lo que ha dado lugar a un ecosistema informativo sobresaturado, en el que las fake news pueden circular con rapidez y sin apenas filtros. Este ecosistema no solo afecta la forma en que se consume la información, sino que también intensifica la propagación de contenidos manipulados, y crea un caldo de cultivo ideal para la desinformación.

El acceso a la producción y al consumo de información por la población general reporta la posibilidad de una democratización de la comunicación y la producción social de conocimiento más rápida mediante la interacción de las personas a nivel planetario.  No obstante, a la vez, la carencia absoluta de controles y límites para la producción y transmisión de contenidos ha significado el surgimiento de bulos, noticias falsas, desinformación y otros desórdenes de información (Wardle & Hossein, 2017), como una estrategia en la que los grandes sectores poblacionales participan sin darse cuenta de ello.

La difusión de información falsa no es un asunto nuevo; históricamente han existido situaciones en las que la información imprecisa o incorrecta se ha colado entre los distintos espacios sociales y ha generado afectaciones.  Sin embargo, el auge de las TIC y la expansión de las plataformas digitales han exacerbado este fenómeno, y transformaron la desinformación en un desafío global sin precedentes. La novedad estriba no solo en las cualidades, sino también en las cantidades, las intencionalidades y, sobre todo, en la capacidad de impactar diferentes dimensiones de las sociedades debido a la multiplicidad de fuentes desde las que se crean y la diversidad de líneas de propagación con alta vertiginosidad (Vosoughi et al., 2018). Este panorama nos enfrenta a uno de los grandes retos del siglo XXI: la alfabetización mediática como herramienta esencial para contrarrestar los efectos nocivos de la desinformación y las fake news.

El término fake news o noticias falsas es rechazado por algunos sectores, ya que puede generar asociaciones negativas con la práctica periodística y presenta una contradicción conceptual: una noticia, por definición, no puede ser falsa, pues si lo es, deja de ser noticia. No obstante, el término fake news se ha consolidado progresivamente como un tecnicismo para referirse a la información falsa, es decir, a mentiras sobre hechos que se difunden en redes sociales con tal nivel de aparente veracidad que las audiencias las asumen como ciertas. Este consumo y difusión se produce, además, de manera acrítica, lo que facilita que muchas de estas informaciones alcancen una alta viralidad. A su vez, la viralidad es un concepto característico de los procesos de circulación de contenidos en internet, que alude a la rápida y masiva propagación de mensajes, capaces de llegar a millones de personas en cuestión de segundos.

Las noticias falsas y los bulos, según investigaciones recientes, son más fácilmente aceptados por la población debido a su capacidad de despertar curiosidad y apelar a las emociones. En este sentido, las personas tienden a sentirse más atraídas por consumir y compartir este tipo de contenidos que por las noticias verídicas. Esta inclinación favorece una aceptación casi generalizada de la información falsa, sin cuestionar su veracidad ni la fiabilidad de las fuentes, lo que contribuye a la colonización del ecosistema informativo por la postverdad (Ramonet, 2022). Además de esta tendencia en alza, el modelo económico digital favorece el tráfico de contenidos por encima de la calidad y la veracidad de la información. Esta dinámica contribuye de manera significativa a la consolidación de la postverdad como una de las características fundamentales de las sociedades contemporáneas.

Las intenciones detrás de las dinámicas descritas son diversas, abarcando desde simples formas de entretenimiento e interés personal por obtener ingresos a través del tráfico y la visita en redes sociales, hasta la difusión de propaganda y motivaciones ideológicas o político-económicas que buscan movilizar a las masas hacia determinadas posiciones. Existen numerosos ejemplos de estas causales, ampliamente analizados en la literatura, y cada vez se incrementa la preocupación sobre la necesidad urgente de desarrollar propuestas educativas al respecto. Aunque la legislación es necesaria, también conlleva el riesgo de profundizar en la cultura de la cancelación, limitar la diversidad de voces y promover la imposición de posiciones predefinidas, lo que favorecería la consolidación de sistemas autocráticos. En este contexto, las herramientas de verificación de noticias (fact-checkers) desempeñan un papel clave para analizar los sesgos algorítmicos, los discursos de odio y las experiencias vinculadas a la temática de estudio. De igual manera, la educación cívica, particularmente la alfabetización mediática, se presenta como una de las estrategias más efectivas para combatir la desinformación y mitigar sus efectos, protegiendo la identidad intelectual. En este sentido, es fundamental que la ciudadanía adquiera las competencias necesarias para consumir y producir información de calidad, contribuyendo así a la construcción de una sociedad crítica y reflexiva.

Este monográfico reúne una serie de investigaciones que abordan los desafíos actuales de la desinformación y la alfabetización mediática desde diversas perspectivas y contextos. En primer lugar, las autoras María José Hernández Serrano, Marta Martín del Pozo y Noelia Morales Romo en el artículo “Serious Game para la autorreflexión y el pensamiento crítico ante la desinformación”, nos presentan el uso de videojuegos educativos como herramientas eficaces para el desarrollo del pensamiento crítico en el ámbito docente, destacando su potencial en la formación frente a la desinformación.

Por su parte, los autores Marco López-Paredes y Andrea Carrillo-Andrade con el título “Desinformación y mal información en Ecuador: Ultramediaciones en contextos de analfabetismo digital”, examinan el contexto ecuatoriano, subrayando la importancia de la alfabetización digital y la necesidad de comprender las dinámicas de la información en la era de las ultramediaciones.

Finalmente, Sergio Walter Salguero presenta en la sección Informes de cátedra su trabajo “Periferia asediada. Reflexión sobre una práctica docente educomunicativa”, una presentación que muestra una experiencia innovadora en Córdoba, Argentina, que utiliza el storytelling y la gamificación para promover la alfabetización digital y la reflexión crítica en la formación docente universitaria, destacando la importancia de enfoques educomunicativos reflexivos que fomenten una ciudadanía digital activa.

A través de estos artículos, se invita a reflexionar sobre la urgente necesidad de fortalecer las competencias mediáticas en todos los niveles educativos y sociales para enfrentar la creciente ola de desinformación y sus efectos en la toma de decisiones y la cohesión social.

Referencias

Del-Fresno-García, M. (2019). Desórdenes informativos: sobreexpuestos e infrainformados en la era de la posverdad. El profesional de la información, 28(3), 1-11.  https://doi.org/10.3145/epi.2019.may.02.

Ramonet, I. (2022). La era del conspiracionismo: Trump, el culto a la mentira y el asalto al Capitolio. Siglo XXI Editores.

Vosoughi, S., Roy, D., & Aral, S. (2018). The spread of true and false news online. Science, 359(6380), 1146-1151. https://doi.org/10.1126/science.aap9559.

Wardle, C., & Derakhshan, H. (2017). Information disorder: Toward an interdisciplinary framework for research and policymaking (Vol. 27, pp. 1-107). Council of Europe. http://bit.ly/2XsvEs7.

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